Letras como: "Maldita sea, hombre inmaduro, me follaste tan bien que casi dije 'te quiero'. Eres divertido y salvaje, pero no tienes ni idea de la cantidad de mierda que aguanto contigo", suenan en el tema de apertura, que también es el que da título al disco. Este tono, esa franqueza desarmante a la hora de enfrentarse a las cosas del corazón, domina las catorce canciones de su nuevo álbum.

Y, efectivamente, el sexto trabajo de Lizzy Grant suena sincero, en la línea de esas letras que analizan desde la empatía las derivas sentimentales, sus triunfos y derrotas. En ellas habita el dolor por lo que pudo ser y no fue, por supuesto, pero también una profunda humanidad al mirarse y reconocerse en los errores y aciertos del otro.

Y ese es un discurso reforzado en lo musical por la producción de Jack Antonoff, un trabajo de gusto exquisito en el que nada suena impostado. Catorce baladas con el piano por protagonista y puntuales arreglos electrónicos, todo ello puesto al servicio de la canción. Con un arranque del disco especialmente inspirado y emocionante que alcanza su momento álgido con una preciosa canción-río: Venice Bitch. Para el que es, de largo, su mejor álbum hasta la fecha.

 

Tool

Fear InculumRCAMETAL PROGRESIVO8

No es difícil imaginar la trampa en la que se han terminado convirtiendo estos trece años de silencio para Tool, una banda que ha hecho de lo intrincado y complejo su sello personal. Así las cosas, desde la publicación de 10,000 Days en 2006 cada hoja arrancada del calendario ha supuesto un desafío –y una losa tal vez– para un grupo cuyo leitmotiv para este periodo han sido las siguientes palabras pronunciadas por su guitarrista Adam Jones: "No estará bien cuando lo hayamos terminado, estará terminado cuando sea bueno".

Mientras tanto, las expectativas a propósito del sexto álbum no han parado de crecer, convirtiendo a este disco en una suerte de quimera que tras múltiples anuncios y rumores constantes se llegó a pensar que nunca vería la luz.

Pero tirando de tópico, efectivamente cabe decir que la espera ha merecido la pena. La explosión creativa de Tool prácticamente da para dos discos: el compuesto por las siete canciones que lo vertebran y una versión extendida del mismo en plataformas digitales que cuenta con tres piezas extras: Litaine contre La Peur, Legion Inoculant y Mockingbeat, transiciones para alargar un poco más un álbum que por sí solo supera los 80 minutos de duración. Tiempo más que suficiente para que la banda plantee una suerte de planteamiento, nudo y desenlace para la que posiblemente sea su obra más compleja y personal hasta la fecha.

No es casual en ese sentido el papel secundario de Maynard James Keenan, cuyos manierismos vocales quedan aquí en un segundo plano, otorgando protagonismo a otros aspectos en el sonido de la banda. Empezando por el espectacular trabajo de Danny Carey a los tambores, o la versatilidad guitarrera de Jones, de la placidez acústica al espasmo eléctrico sin apenas margen para respirar. El resultado de esas decisiones es por momentos un salto al vacío en el que Tool experimenta con texturas electrónicas, ritmos tribales o estructuras ajenas al rock. Lo que a la larga explica el porqué del prestigio de la banda y aporta pistas de aparentes contradicciones, como que entre sus seguidores se encuentre el grueso de la parroquia metalhead pero también ilustres perros verdes como el maestro Robert Fripp.

 

Iggy Pop

FreeLoma Vista / CarolineROCK8

La carrera de Iggy Pop no se entiende sin los bandazos que le han llevado a firmar algunos de los discos más corrosivos de la historia del rock para, a continuación, juguetear con el pop o entregarse a sonidos que rayan en lo experimental. En esa misma línea, al homenaje en forma de producción que Josh Homme le rindió en Post Pop Depression (2016) le sucede ahora un álbum radicalmente diferente, que se maneja entre el pop del tema elegido como primer single, James Bond, y la oscuridad contemplativa que domina buena parte del disco.

Un tono que unido a la aportación del trompetista Leron Thomas inevitablemente trae a la cabeza el Blackstar con el que se despidió su socio y amigo David Bowie. No tanto por similitud de la propuesta –ambos trabajos se apoyan en el jazz y las texturas electrónicas, pero lo hacen desde diferentes presupuestos– como por un tono ligeramente siniestro a la vez que sereno y reflexivo.

En la recta final del disco, Iggy se olvida de cantar y su voz privilegiada en el campo del spoken word recita: "Esperando el amanecer de nuevo, la oscuridad es como un reto a todos mis esquemas y peticiones. Y acostarse es darse por vencido". Conociendo el mensaje cifrado que contenía aquel Blackstar y a sabiendas de que Iggy anda ya por los 72 años, sólo cabe desear que se trate de poesía y que la buena forma que ha demostrado en estos últimos discos se prolongue todavía por algunos álbumes más…

 

Tinariwen

AmadjarWedge / [PIAS]ROCK / WORLD MUSIC7

La historia de la banda maliense es también la de la colisión de culturas y nacionalidades diversas a través de la música. Algo que se hace más explícito que nunca en Amadjar, un álbum cocinado a caballo de diferentes tradiciones musicales. Arranca con la presencia del grupo en el festival Taragalte de Marruecos.

Continúa con su colaboración con el cantante Noura Mint Seymali en Mauritania. Madura con el trabajo del habitual equipo de producción francés. Y, una vez la grabación base estuvo terminada, se cierra con la participación de una serie de ilustres admiradores de la banda, todos ellos procedentes del territorio más explorador de la música independiente: el lugarteniente de Nick Cave en los Bad Seeds, Warren Ellis, Cass McCombs o el SunnO))) Stephen O’Malley, añadiendo una serie de arreglos para terminar de completar el disco.

De todos esos factores, sin duda, es la aportación vocal de Seymali la que en mayor medida condiciona un disco en el que la electricidad que caracterizaba a Emmaar (2014) o Elwan (2017) es sustituida por un sonido de corte más acústico y cercano a los cánones de la world music.

 

“Blue” Gene Tyranny

Out of the Blue / Trust in RockUnseen WorldsAVANT POP8

Los años setenta siguen siendo un pozo sin fondo al que lanzarse de cabeza en busca de sabores musicales desconocidos. Es el caso de estos dos discos: Out of the Blue, reeditado por segunda vez desde su publicación en 1978, y Trust in Rock, grabación en directo original de 1976 y acreditada conjuntamente a "Blue" Gene Tyranny y Peter Gordon que ve por primera vez la luz.

Que Tyranny hubiera formado parte de la banda de Iggy Pop a la altura del Raw Power o que Gordon terminara colaborando con dos pesos pesados del avantgarde neoyorquino como Rhys Chatham o Arthur Russell puede dar una ligera idea del terreno que transitan estos discos. Ligerísima en realidad, porque la música de Out of the Blue apunta en tantas direcciones que hasta el mero hecho de poner una etiqueta para describirlo resulta poco menos que misión imposible.

A lo largo de los cuatro temas que lo componen - entre los 6 minutos de duración de For David K y los 25 de A Letter for Home- hay pop adulto con ecos de Carole King o Carly Simon -Patrice Manget pone la voz en Next Time Might Be Your Time-, funk enloquecido a caballo de Funkadelic y James Chance y sus Contortions, spoken word y electrónica de vanguardia.

Con una excelente calidad de audio, todo eso y algo más -estructuras velvetianas, free jazz…- se muestra también en la actuación del dúo en el Berkeley’s University Art Museum en noviembre de 1976. El subtítulo del disco ("Your new concept in music") ofrece una apropiada descripción de las aspiraciones de Tyranny y Gordon, acompañados aquí de Manget a la voz, Carl Young en el saxo, el guitarrista Paul Dresher, el bajista Steve Bartek (componente de los no menos míticos Oingo Boingo) y Janet Cuniberti tocando el clavinet y un sinte RMI.

 

Bat For Lashes

Lost GirlsAwal / Popstock!POP7

Tal y como definió Simon Reynolds con su libro Retromania, vivimos tiempos de regresión al pasado. Lo pop –la música por supuesto, pero también otros aspectos de la cultura popular- hace tiempo que ha dejado de imaginar el futuro para alimentarse de referentes de un tiempo pasado que fue (o al menos se recuerda) mejor y deglutirlas en forma de productos adaptados a nuestra época.

Aunque ese es un fenómeno que afecta a prácticamente todas las décadas desde los sesenta en adelante, es cierto que en los último tiempos -probablemente por la nostalgia infantil de quienes hoy producen contenidos audiovisulaes- hay una poderosa obsesión por la estética y las temáticas ochenteras.

Consciente o no de ello, arribista o revivalista por derecho, Natasha Khan acaba de publicar su disco más referencial hasta la fecha. Sencillos ritmos sobrecargados de reverb, sintes a medio camino del goticismo y la sofisticación synthpop… Y por encima de todo la voz de Khan, lo más parecido a una Kate Bush domesticada que nos ofrece la música popular de 2019. A falta de alguna canción memorable, el disco es agradable y pese a sus deudas no carece de personalidad. Que no es poco.