"Está haciendo que pierda fuerza en el día a día", y reconoce que aunque es un insulto que "cuando viene de la agresividad, sigue afectando", cada vez se va haciendo más fuerte. Junto a Ignacio Escolar reflexionaba sobre el machismo del lenguaje y el porqué no se pone el foco sobre el "putero". "¿Cuando va a empezar a ponerse la atención sobre el hombre?", se preguntaba.

Zahara ha hablado de Merichane, y de cómo de niña tenía "dos mundos". "Mi hogar lleno de música, de felicidad, un lugar de expresión artística y de libertad... Cuando cruzaba el umbral me aterraba el mundo. En el cole pasé por varios grupos de amigos, me echaron de todos, tenía inseguridad, hablaban mal de mí y descubrí que mi mote era "Merichane" en alusión a la puta del pueblo. En ese momento me desarmé... ¿Por qué? Era incapaz de expresar ese odio continuo, me daba vergüenza que alguien me mirara con los ojos que yo me veía, que eran horribles", ha relatado.

La publicación de este disco ha traído consigo un aluvión de reacciones de mujeres que se han sentido identificadas con sus canciones y que han querido verbalizar sus propias historias de abuso. "Se me ponen los pelos de punta", explica la cantante que reconoce que le "emociona" ver cómo trasciende de su persona su relato "y se convierte en el relato de todas las demás". "Por un lado, he vivido unos momentos preciosos de acompañamiento brutal, sobre todo de mujeres, y ahí me sucede algo muy bonito, de sentirme acompañada, de acompañarlas a ella. Lo hablaba con mi terapeuta, que hasta que no he escuchado a otras mujeres y he sentido compasión hacia ellas no he sentido compasión hacia mi misma", ahondaba. Zahara pone el contrapunto con un sentimiento de "desolación" al ver que sigue pasando, que sigue habiendo niñas que sufren abusos, bulling o que "las mujeres siguen teniendo miedo volviendo a casa". "Lo pienso y me desanima muchísimo", reconoce.

También recoge las muestras de cariño de fans y seguidores, y otros hombres que han descubierto su música con este disco. "Hay hombres que me han escrito contando que querían llamar a todas las mujeres de su vida para pedirles perdón, y algunos me han preguntado si eran ellos los que me habían hecho daño. Curiosamente, de los que me han preguntado eso, ninguno era", explica. Zahara se ha querido proteger de "leer ciertas cosas" que sabe que solo le van a hacer daño, aunque rodeada de su equipo, ha podido atisbar el odio que desprenden algunos que afirman que "esto lo cuenta ahora para vender discos porque ya no le quedaba nada que hacer". "Ahí, río y digo: 'claro que sí, me habéis pillado", ironiza.

Zahara también ha hablado sobre Sansa, la canción en la que habla del maltrato psicológico que le propinó uno de sus novios y con la que quiere poner el foco en las carencias que hay en la atención a este tipo de maltrato.

"Existe miedo a que no te crean, y cuando es maltrato psicológico sientes que no hay ninguna prueba. Yo no tenía manera de denunciar lo que me estaba pasando... Acabas sin autoestima y prefieres no salir, no relacionarte, porque te controla tu pareja. Desde ahí es muy difícil construir. Yo era incapaz de crear nada porque estaba celoso de mis propias creaciones", ha recordado, poniendo énfasis a la importancia de cuidar la salud mental y la necesidad de "prestarnos atención" en este sentido.

Zahara habla con entusiasmo de su próxima gira, con la que recorrerá España presentando Puta. Acompañada de Manuel Cabezalí a los instrumentos y con Martí Perarnau cargado de "sintetizadores, un mellotron, cajas de ritmos y una mesa de DJ" la gira tendrá, como el disco, "la electrónica en el corazón".

La cantante pasó unos meses muy duros durante el confinamiento, porque fue entonces cuando se evidenciaron "una serie de carencias" de las que no tuvo "escapatoria". "Tenía síndrome de abstinencia por los bolos, necesitaba el cariño de los seguidores", cuenta. "Me di cuenta de que soy una yonki del amor del público porque no tengo amor propio y he sobrevivido enlazando un concierto con otro”, reconocía.