Marco Bellocchio ha repasado la historia de Italia a través de su cine. Sus dramas y thrillers políticos han clavado el cuchillo en acontecimientos que han marcado el devenir de su país. El secuestro de Aldo Moro en ese díptico formado por Buenos días, noche y Exterior Noche; o la lucha contra la Mafia en El traidor son dos de los mejores ejemplos. Ahora posa su mirada más atrás, en 1858, en la ciudad de Bolonia, cuando el Papa mandó secuestrar a un niño judío de siete años que había sido bautizado en secreto por una de las criadas.