El primer español cuya

Iker Marcaide está de enhorabuena. El pasado 26 de mayo, la empresa que fundó hace ahora doce años debutó en el Nasdaq, el índice bursátil en el que cotizan las grandes tecnológicas estadounidenses. La noticia ha sido celebrada por muchos emprendedores e inversores patrios por lo que representa: Flywire, antes llamada Peertransfer, es la primera startup de origen español que alcanza esa cima. Valorada en casi 3.000 millones de euros y dedicada a la gestión de pagos en distintos sectores (educación, sanidad o turismo), Flywire es hoy una empresa americana cuyo equipo de desarrollo, de más de cien empleados, continúa en Valencia.

Una de las consecuencias directas del debut es el reguero de dinero que deja en nuestro país: tanto en los fondos que entraron pronto y mantenían un porcentaje, como en los empleados que tuvieran stock options [opciones de compra de acciones] como en el propio Marcaide, que se marchó de la empresa en 2013 pero sigue siendo accionista. "Tener presencia aquí me parecía una oportunidad para contribuir al ecosistema y que la gente viviera en primera persona lo que es una empresa global", comenta el empresario. "Es un orgullo y una muestra de talento que una empresa de origen español termine en el Nasdaq".

Para ser justos, Flywire nació a caballo entre Boston y la ciudad del Túria. Marcaide es hijo de académicos: su padre es vasco, su madre es navarra y él nació en 1982 en Boston, cuando se encontraban trabajando allí. Creció en La Zubia, un municipio granadino de unos 20.000 habitantes, y estudió ingeniería industrial en Valencia. Terminó y trabajó tres años en una gran consultora en Londres antes de mudarse de nuevo a Boston, a estudiar un MBA con una beca de la Fundación Caja Madrid en el prestigioso Massachusetts Institute of Tecnology (MIT).

Fue de una mala experiencia procesando el pago —"se perdió el dinero porque la Universidad no tenía identificado al remitente" — de la que nació Peertransfer/Flywire. "Viví en primera persona la experiencia de mandar dinero por el mundo. El tipo de cambio que aplican los bancos es mucho peor que el del mercado y me pareció injusto. ¿Cómo facilitar que los pagos internacionales fueran más económicos? Luego, reuniéndome con universidades vi la necesidad de procesar los pagos de sus estudiantes. Y me lancé a esta aventura centrándome en el sector educativo", explica. "Fundé la empresa en julio de 2009, a los pocos meses creé la sociedad en España y los primeros empleados llegaron en 2010. El equipo directivo estaba entre ambas ciudades; los inversores también. Era una compañía tan americana como española, aunque desde mi desvinculación se ha americanizado un poco".

En 2013, tras el nacimiento de su primer hijo, Marcaide dejó el proyecto y de vivir a caballo entre uno y otro lugar. Se mantuvo en el consejo directivo un año más y en 2014 abandonó del todo. "Soy un mero accionista", señala. "Estos días me han hecho recordar los inicios. Fueron muy humildes. Mi mujer y yo estábamos en un apartamento de estudiante del MIT haciendo todo lo que hacía falta". Su camino no es del todo extraño: cuando las pequeñas tecnológicas crecen y se profesionalizan, sus jóvenes fundadores se ven forzados a echarse a un lado para dejarlas crecer. "Siempre he tenido claro que no debo ser un cuello de botella. Hay emprendedores que aspiran a tener un control absoluto sobre las empresas. Creo que nuestro papel es más plantar una semilla y dejar que el árbol crezca", dice.

Aunque él no se define como tal, es lo que en jerga startupera se conoce como "serial entrepreneur" o emprendedor en serie: alguien que crea una empresa detrás de otra y se aparta cuando los proyectos han madurado.

Y en esas estamos. Tras su paso por Flywire y con algunas inversiones mediante a través de la matriz Zubi Labs, Marcaide ha empezado una nueva aventura a la española: ser promotor inmobiliario. Hace cinco años, compró un enorme terreno en Paterna, montó una nueva empresa (Sustainable Towns) y empezó a interesarse por cómo se hacen las ciudades. Le puso un nombre al proyecto (La Pinada, por estar entre pinos), montó una web y buscó futuros vecinos, a los que llamó "co-creadores".

"Dijimos: este es nuestro sueño", cuenta. "Lanzamos el mensaje de: aquí estamos, vamos a darle una vuelta al proceso, co-crea con nosotros. Lo más cercano son las cooperativas, donde a pequeña escala se involucran quienes van a vivir ahí. Aquí era como crear un trozo de ciudad donde van a vivir miles de personas poniendo la perspectiva del futuro vecino en el centro. Y eso no se ha hecho antes". Aquello fue en 2018.

El terreno que compró el empresario está al norte del casco de Paterna. Son unos 240.000 metros cuadrados cercanos al paraje natural de Les Moles, donde hace tiempo trató de instalarse sin éxito un megacentro comercial llamado Puerto Mediterráneo. Promovido por la española Eurofund y el grupo británico Intu (propietario de Xanadú, en Madrid), Puerto Mediterráneo no solo contó con un gran rechazo político y vecinal, sino que se encuentra jurídicamente bloqueado por estar en una zona protegida. Entretanto, Intu ha quebrado y el futuro del proyecto no está nada claro.

El suelo de Sustainable Towns ya había sido recalificado y estaba disponible para urbanizar. Son unos antiguos terrenos militares en los que en 2008, antes de estallar la crisis, el Ayuntamiento planificó un Programa de Actuación Integrada y la construcción de 2.300 viviendas. No llegó a desarrollarse. Aunque la empresa no cuenta cuánto pagó por el suelo, desde la coordinadora de protección de Les Moles —crítica con el proyecto de Marcaide— explican que el precio debió ser bajo. "Las inmobiliarias que lo habían comprado estaban en la quiebra, así que él llega, lo compra y empieza a planificar", dicen.

Cuenta el empresario que el suelo apareció casi por sorpresa. Antes de meterse a promotor y mientras buscaba escuela para su hijo, Marcaide montó un colegio (el Montessori Imagine, en Valencia) junto a dos socios, Irene Cañero y Mariano Montón.

"Empezamos con treinta niños y me dijeron: busca la siguiente ubicación porque este espacio es pequeño", continúa. "Hablé con las familias y pregunté dónde les gustaría que fuera la ampliación. Decían: debajo de mi casa. Al final, muchos de los problemas de la ciudad hoy en día son la falta de mezcla: hay una zona de trabajo, otra de vivir y otra de diversión y te pasas el día en el coche. Vimos un sitio donde ya podíamos construir un colegio y un espacio colindante, mucho más grande, disponible. En ese proceso dediqué tiempo a estudiar las ciudades. Pensé que igual deberían ser más humanas, que los niños pudieran jugar en las calles. Y lo primero que hicimos fue comprar el suelo. El ayuntamiento ya había dado pasos para urbanizarlo, pero entramos en una fase suficientemente inicial para cambiar el concepto".

La construcción del colegio provocó algunos problemas con los vecinos del barrio de al lado, que pidieron paralizar las obras por estar junto a un barranco y sufrir riesgo de inundación. Los promotores alegan que tenían todas las licencias. El colegio ya está construido y abierto. Cuesta entre 455 y 642 euros al mes.

El gran cambio de concepto urbanístico, cuenta, fue preguntar a los interesados cómo querían el "ecobarrio". Lo define así porque pretenden que sea sostenible en consumo de energía, materiales, movilidad y tratamiento de los residuos. Las compañías en las que Marcaide invierte a través de la company builder Zubi Labs [una constructora de empresas que detecta ideas y les busca equipo] van en esa línea. "Hay retos que están en manos de la filantropía y las ONG. Pero nosotros operamos en el nuevo capitalismo: somos una empresa con instrumentos de mercado para resolverlos", apunta.

Para ser "co-creador" exigía un pago de 600 euros reembolsables si al final uno decidía no vivir ahí. "Como muestra de compromiso. Al tomarnos en serio sus aportaciones, queríamos que fuera gente que genuinamente quisiera vivir ahí", explica. Estas personas tendrán acceso preferente a una vivienda. Los perfiles, asegura, son variados: tanto en edad como en nivel de renta. "En general, son gente inquieta y curiosa que ve esto como una oportunidad de contribuir", dice. Hasta la fecha, hay 600 "co-creadores".

Aún no está claro si las casas que se construyan en La Pinada estarán en venta o en alquiler. "Queremos ser ambiciosos y buscar nuevas soluciones de relación con la propiedad", sostiene Marcaide. "Partimos de la idea de que mucha gente ve la compra como un mecanismo de ahorro. Pero a la vez te da muy poca flexibilidad, porque a lo largo de tu vida las necesidades cambian. Nos gustaría crear mecanismos con los que pudieras ir moviéndote en función de tus necesidades sin renunciar a ese instrumento de ahorro. Si la comunidad lo acoge, evolucionaremos hacia ahí".

Marcaide subraya que aún están en una fase inicial, que los urbanísticos son procesos condicionados por la administración. Añade que ya hay un "masterplan". Pero los planos aún no son públicos. Los edificios serán de tres y cuatro alturas, algunos con piscina privada y otros no. Su visión de la movilidad es que "la mejor solución, es que no haya necesidad. Si lo tienes todo cerca, es un primer paso. Y si necesitas moverte, que haya opciones de menor huella: hay un tranvía cerca y el anillo metropolitano ciclista atravesará el barrio", apunta.

El espacio en el que se ubica el terreno está rodeado de autovías, separado del casco. Hay dos desarrollos más: Lloma Larga y Valterna. El tema de los accesos es uno de los que más chirría a los vecinos opositores y ya recibió críticas en el plan de 2008.

"Reivindicamos la movilidad del municipio. Al lado está Valterna, que se planificó para que viviera el 20% de la gente que vive, porque iban a ser unifamiliares y terminaron siendo edificios. Si ya no cabemos de coches y vecinos, como para que nos metan a 2.000 personas más", critica Leandro Cantero, presidente del Consejo Territorial de Participación Ciudadana de Paterna. "Solo hay dos entradas, así que la movilidad empeora para todos. Les preguntamos cómo plantean solucionarlo o cómo van a construir sin cargarse las pinadas y dicen que se estudiará. Todos son buenas palabras, pero no hay proyecto. Lo que quieren es vender".

Una cuestión añadida es qué pasará con el Paredón y el Camino de la sangre, el lugar en el que los franquistas fusilaron a más de 2.000 personas y que está dentro del terreno. El proyecto de 2008 contaba con conservarlo y Marcaide y su equipo han dicho a los paterneros que lo respetarán. "Ellos nos vendían un barrio ecológico. Y ya les hemos dicho que hay cosas ahí en las que entran en juego los sentimientos. Es un rincón en el que la gente deposita coronas y ramos de flores", añade Cantero.

La ciudad, como el territorio, es conflicto. Los vecinos entienden que con el futuro "ecobarrio" no hay mucho que hacer porque el suelo ya está calificado y no lograron incluirlo en la zona protegida, como el del megacentro comercial. Ahora se plantean simplemente si es necesario. "¿Necesita Paterna esto? La conclusión a la que llegamos es que no. Va a venir gente de Valencia. Y si tu población tiene que desplazarse a Valencia a trabajar, igual tu barrio tan eco no es. Al otro lado de la autopista está La Coma, un barrio con muchísimos problemas. Sé que no es su responsabilidad, pero resulta perverso montar ahí un barrio 'megaguay'", concluyen desde la coordinadora de protección de Les Moles. "Al final, es lo de siempre: continuamos en manos de empresas privadas que nos diseñan el territorio".

Hasta la fecha, lo único visible en La Pinada es el colegio y un espacio recreativo denominado La Pinada Fun, con actividades (conciertos, catas, deporte) y zona para comer. De hecho, explica Marcaide, "ha evolucionado a una sociedad llamada Fun Places, cuyo objetivo es extender este concepto a otros espacios. Hay solares vallados, llenos de ratas, que dices: madre mía, este espacio tan pobre podría ser un punto de encuentro. Queremos aprovechar mejor el tejido urbano. Puede ser una oportunidad". Fun Places trabaja en espacios públicos y privados.

¿Cuándo podremos ver lo demás? Aún no hay fecha. "Dado que no controlamos los plazos, porque las competencias son de la administración, no nos aventuramos. Es complicado sacarlo adelante. Pero sucederá", concluye Mercaide, que hace diez años no imaginaba que terminaría montando su propio barrio. "No soy un emprendedor que tenga un plan o sea un visionario. Me encuentro cosas por el camino, no me gusta cómo son e intento hacer algo al respecto. Mi vida iba a ser lineal. Era todo lo que conocía hasta que un día me crucé con una idea y ya no me la pude quitar de la cabeza".