Las bombas siguieron cayendo sobre la población civil hasta febrero de 1939. Más de dos años de asedio que destruyeron 2.203 edificios de la capital y afectaron a más de 30 héctareas de suelo urbano. Las cicatrices de aquella atrocidad aún se pueden ver en unas pocas calles y paredes de edificios históricos de diversa índole, pero es imposible interpretarlas si no se tiene el conocimiento adecuado: no hay un solo monumento, ni placa ni recordatorio de toda aquella destrucción. 

En cambio, la ciudad cuenta con memoriales dedicados a las víctimas del terrorismo yijadista o de esta pandemia que aún no hemos superado. Madrid luce también monumentos a Los últimos de Filipinas, y esculturas de seis metros y veinte toneladas que rinden tributo a la Legión, fuerza de choque creada por Millán Astray, reconocida por los historiadores como la más cruel de la guerra civil española. 

"Es la única gran desgracia que ha sufrido Madrid que no tiene absolutamente ningún recuerdo monumental o recurso pedagógico para el ciudadano. Se sabe más del 2 de mayo que de esto que pasó no hace tanto", sostiene Enrique Bordes, arquitecto y coautor junto a Luis de Sobrón de Madrid bombardeado: cartografía de la destrucción 1936-1939. Un completísimo, gráfico y muy cuidado análisis de lo que ocurrió en la ciudad, cuando se miraba al cielo con miedo, día sí día también. 

El bombardeo sobre Madrid es descrito por el profesor de la Complutense Gutmaro Gómez como "el primer bombardeo moderno sobre una gran ciudad", aunque no queden muchos rastros del mismo. "Madrid ha ocultado sus heridas y apenas quedan integrantes ya de la generación que fue testigo de aquellos hechos", escribe en este libro el también miembro del Grupo de Investigación de la Guerra Civil y el Franquismo. 

En 2019, los arquitectos y divulgadores Luis de Sobrón y Enrique Bordes –autor también del ensayo Cómic, arquitectura narrativa (Cátedra, 2017)–, elaboraron una cartografía con la ayuda de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria, que estudiaba el impacto que tuvieron las bombas sobre la planimetría de la urbe. El proyecto informaba del grado de destrucción de los edificios y demostraba la planificación estratégica de los bombardeos en sí. Mapeaba los datos disponibles sobre la base cartográfica del catastro, georreferenciando los siniestros según el trazado de la ciudad en el 36. 

En sus dos primeras semanas en el cargo, el actual alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida cerró dicha oficina por considerarla una "correa de transmisión del sectarismo". El proyecto que los arquitectos realizaron se guardó en el repositorio de cartelería del Ayuntamiento y no se habló más del asunto. 

"Creímos que esa investigación no merecía guardarse en un cajón", cuenta a elDiario.es Luis de Sobrón. "Sería muy injusto porque aquel trabajo, entre otras cosas, iba de reconocer y recordar la labor de bomberos, policías, fotorreporteros y sociedad civil que luchó por salvaguardar Madrid aquellos días". "Somos arquitectos, no historiadores, así que nuestra principal herramienta narrativa son los planos", añade Enrique Bordes. "En aquella cartografía expresamos mediante una sola imagen lo que cayó en esta ciudad del 36 al 39".

Dos años después, la editorial Cátedra ha rescatado el trabajo de ambos con la publicación de un libro que documenta lo acontecido durante el urbicidio, acompañado de una cartografía más completa que la realizada y publicada en su momento por el consistorio de Carmena. "Hemos documentado, desde entonces, 600 edificios más afectados por los bombardeos", cuenta Sobrón, porque "el plano es un documento abierto y no definitivo. Es el resultado de las fuentes documentales actuales: si surgen nuevos datos que amplíen lo que sabemos de los bombardeos, debe evolucionar". 

Los dos arquitectos han realizado esta investigación porque consideran que Madrid tiene una cuenta pendiente con su pasado: la desmemoria histórica es palpable si hablamos de este período histórico. Y además, constituye "una anomalía" con respecto a países vecinos en palabras de Sobrón. "España es una anomalía en sí misma porque ¿cuántas dictaduras fascistas sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial?", reflexiona. "Que la de aquí se mantuviera cuarenta años explica por qué se sabe tan poco sobre lo que ocurrió en Madrid: es algo que se ocultó, se trató de enterrar para que no quedara ningún conocimiento de ello, y ha costado otros cuarenta años que estas cosas empiecen a salir a la luz". 

Del 36 al 39 Madrid sufre bombardeos de forma sistemática con unos medios técnicos, un ritmo, sucesión e intensidad no vistos sobre una gran población hasta entonces. Son hechos sobre los que existe documentación que no es nada fácil de encontrar. "El proceso de documentación ha tenido mucho de arduo y un tanto de carambola debido a que muchos de los documentos que hemos rescatado no estaban donde se suponía que debían estar", se sincera Luis de Sobrón. "Otros, simplemente, los hemos encontrado por casualidad, como el acceso que tuvimos al Archivo Histórico del Cuerpo de bomberos de Madrid gracias a conocer a Juan Redondo, oficial del cuerpo de bomberos".

"Hemos reconstruido un crimen en esta investigación, un crimen contra la humanidad", describe Enrique Bordes. "Y con todo lo que hemos encontrado, sigue faltando lo más directo: los documentos militares. No están los registros militares de quienes bombardearon, ni los registros del Ayuntamiento de Madrid de la gente que estaba documentando lo que ocurrió. Ojalá aparezcan algún día. Es casi el reverso de lo que está ocurriendo en otras ciudades europeas". 

Existen amplios estudios de otras masacres perpetradas en ciudades como Londres, Conventry o Dresde. También hay planos y reconstrucciones de las bombas lanzadas sobre otras ciudades europeas de tamaño similar como el que se puede ver en el Museo Correr de Venecia o en el Departamento de Urbanismo y Vivienda del Senado de Berlín. Especialmente destacable es el trabajo de los Bomb Damage Maps elaborados por el London County Council. 

Son ciudades en las que hay una verdadera "conciencia institucional y colectiva sobre lo sucedido", según Enrique Bordes. "Los Bomb Damaged Maps son un orgullo para sus ciudadanos, y están disponibles no solo en versión web sino en un espacio para la memoria vinculado a la UNESCO. Estos espacios son clave para entender la ciudad y plantear su reconstrucción", explica el arquitecto y coautor del libro. "Lo ideal hubiera sido que aquel plano que hicimos hubiera estado vinculado de manera pública a Madrid en lugar de esconderlo". Según él este libro y esta investigación son "un reflejo de la fuerza de resiliencia de la población de Madrid y la tremenda dedicación de sus servicios públicos". 

Una idea, la de que el silencio sobre los bombardeos viene a poner una mordaza a lo que vivieron los madrileños, en la que abunda el profesor Gutmaro Gómez. En su libro Asedio. Historia de Madrid en la guerra civil, escribía: "causa y efecto último de la necesidad que tuvo el franquismo no solo de vencer la defensa de Madrid, sino de borrar la memoria de una ciudad resistente".