La autovía que une a Casablanca con Marrakech viaja por las cuatro estaciones. Desde el viento frío del Atlántico hasta las praderas florecidas y los campos de trigo a la salida de la capital económica. Huele a primavera. Unos kilómetros más adelante, la ausencia de las hojas en los árboles colorea un paisaje marrón, con tintes otoñales. De pronto, a mitad de camino, la tierra comienza a agrietarse. En las inmediaciones de Al Massira, a 140 kilómetros de Casablanca y a 159 de Marrakech, el césped ya no cubre las montañas.
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