Lynn Hunt, autora de La invención de los derechos, uno de esos libros imprescindibles que cualquier demócrata debería leer, usa un concepto para explicar el importante papel que tuvieron las novelas en el momento histórico, finales del siglo XVIII, en el que se pusieron jurídicamente las bases para el reconocimiento moderno de la dignidad y los derechos humanos. Ella habla de la “empatía imaginada” para explicar cómo a través de la lectura de otros mundos generamos la capacidad de ponernos en la piel de otros, de entender sus soledades y miserias, de reconocer en fin en ellos la misma humanidad que compartimos.