El cine español hace años que dejó las grandes ciudades y también se fue a las periferias. A provincias más pequeñas, al campo, a los pueblos. A pesar de las producciones diseñadas por algoritmo con estética uniforme que las hace indistinguibles unas de otras, una generación de directoras y directores miran a otros sitios para contar historias que desde lo local apelan a algo más grande. Ahí estaba el éxito de Alcarràs, que convertía a los Solé, de un pueblo de Lleida, en ejemplo de las tensiones políticas latentes en muchos lugares.
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