Robert Howse, jurista:

Este viernes, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), órgano judicial supremo de Naciones Unidas, va a dar a conocer una de las decisiones más importantes de toda su historia con repercusiones globales. La CIJ debe responder a la petición de Sudáfrica –que acusa a Israel de estar cometiendo un genocidio– de imponer una serie de medidas de emergencia para frenar la ofensiva israelí en Gaza. Para analizar y reflexionar sobre este conflicto, elDiario.es ha entrevistado a un referente del Derecho Internacional: el profesor Robert Howse, de la Universidad de Nueva York (NYU), exdiplomático de Canadá, profesor visitante en Harvard, la Sorbona (París I), la Universidad de Tel Aviv y la Universidad Hebrea, entre otras instituciones.

 

¿Cuál es su opinión sobre el papel de las potencias occidentales en el conflicto entre Israel y Palestina?

Las principales potencias occidentales han protegido en gran medida a Israel de la rendición de cuentas por violaciones a los derechos humanos y crímenes de guerra, y aunque siempre han defendido públicamente la noción de una solución de dos Estados, se han vuelto complacientes con la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, su agresiva expansión territorial —asentamientos y crecientes reclamaciones de anexión— y su incapacidad de abrir una vía de autodeterminación para el pueblo palestino.

Al mismo tiempo, en algunos casos, siendo el más flagrante el de Estados Unidos, han suministrado armas y otras ayudas militares a Israel. Para la gente del mundo no occidental, y también cada vez más para los progresistas como yo en Occidente, esto podría haber parecido simplemente una cínica política exterior realista, reflejo de una determinada visión tanto de Oriente Próximo como de política interior. Pero entonces llegó la guerra de Ucrania y 'Occidente', de repente, puso todo su apoyo detrás de un pueblo cuya autodeterminación y condición de Estado estaban siendo atacadas. 

¿Cómo ha influido la guerra de Ucrania en la percepción de la causa palestina?

Occidente redescubrió su idealismo. Pero sólo estaba preparado, de algún modo, para aplicarlo al mundo europeo. En cierto sentido, se podría decir que la guerra de Ucrania o, más exactamente, la aparente adhesión de Occidente a la causa ucraniana, convirtió a Palestina en la causa de nuestro tiempo, porque el vergonzoso trato a los palestinos se hizo particularmente intolerable en contraste con Ucrania. Si no hay estándares y se sigue una política exterior sin principios ni valores, las acusaciones de doble rasero carecen en gran medida de sentido. Sin embargo, en el caso de Ucrania, Occidente hizo valer fuertes estándares de moralidad política y legalidad en los asuntos internacionales.

¿Qué espera de la Corte Internacional de Justicia? 

Soy escéptico, como otros académicos, respecto a que la Corte Internacional de Justicia impida completamente a Israel el uso de la fuerza militar mientras persista una amenaza. Sin embargo, la CIJ podría y debería poner freno a prácticas que son plausiblemente genocidas, como interferir en la entrega de alimentos y suministros médicos para crear una hambruna y agravar el ya elevado riesgo de enfermedades entre la población. Además, el abogado de Israel no contradijo las acusaciones de Sudáfrica de que las Fuerzas de Defensa de Israel estaban disparando contra civiles que huían y llevando a cabo ejecuciones sumarias de familias enteras, incluidos niños. La CIJ tendría argumentos muy sólidos para ordenar a Israel tomar todas las medidas necesarias para que sus militares dejen de cometer de inmediato atrocidades tan plausiblemente genocidas.

Un cable confidencial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, obtenido por Axios, afirma que este caso “podría tener implicaciones potenciales significativas que no sólo se sitúan en el mundo legal sino que tienen ramificaciones prácticas bilaterales, multilaterales, económicas, de seguridad”.

Como lo ha expresado muy bien Tal Mimran (jurista israelí de la Universidad Hebrea): “Un fallo en contra nuestra, en la fase preliminar (…), puede llevarnos a una realidad que no hemos conocido antes, con sanciones que pondrán de rodillas a Israel y a su economía”.

¿Cómo valora la demanda de Sudáfrica? 

Sudáfrica ha decidido intentar utilizar el Derecho para cambiar las reglas del juego en el conflicto entre Israel y Palestina. Busca que los poderosos Estados occidentales que han dado vía libre a Israel –y a menudo más que eso, proporcionándoles armas reales– comprueben la realidad de los valores de la legalidad internacional y los derechos humanos que ellos mismos afirman con tanto orgullo en la causa de Ucrania.

Si no funciona, me imagino que volverá a reinar un cierto cinismo general sobre el Derecho Internacional en la mayor parte del mundo. Existen otros vocabularios de lucha y resistencia, extraídos de tradiciones como el marxismo, como ha escrito el historiador jurídico y filósofo Samuel Moyn. Creo que estas visiones no jurídicas o, en algunos casos, antijurídicas del cambio político, de la revolución, se harán más prominentes en la forma en que la mayor parte de la humanidad ve su lucha por la igualdad, la justicia, incluso la supervivencia.

Usted ha escrito que el resultado de este caso va a determinar si el Derecho Internacional es realmente un “mundo de blancos”, lo que significa que el resto de la humanidad debe confiar principalmente en la resistencia, la lucha y la disrupción como medios para alcanzar la justicia.

Los principales proyectos para reprimir las atrocidades a través del Derecho Internacional, como los tribunales penales internacionales, han sido diseñados principalmente por Estados occidentales y dirigidos por sus expertos jurídicos. Las naciones africanas han criticado durante mucho tiempo a la Corte Penal Internacional por juzgar, aparentemente, sólo a africanos, al menos en gran medida, mientras que crímenes atroces se han producido en muchos lugares.

Cuando Occidente quiere eludir la rendición de cuentas por sus propios abusos, como en Irak y Afganistán, en gran medida se sale con la suya. No soy antioccidental y me ha conmovido el retorno de cierto idealismo sobre la paz liberal y la legalidad en la causa ucraniana. Pero la fuerza de estos valores depende en última instancia de que estén enraizados en la propia humanidad, como dice la jurista Ruti Teitel en su libro 'Humanity's Law'; es decir, que no sean en gran medida una herramienta de la política de poder de los que ya son más poderosos.

El 7 de octubre, el grupo terrorista Hamás mató a unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, y tomó unos 250 rehenes en suelo israelí. ¿Ha emprendido Israel acciones legales contra ellos ante la justicia internacional?

En general, Israel no cree en la justicia internacional. Hay una investigación abierta sobre Palestina en la Corte Penal Internacional. Israel no tiene ningún interés en apoyarla o cooperar con ella, en gran parte porque el alcance de la investigación no sólo incluye a Hamás, sino también las acciones de los soldados israelíes en el territorio de Palestina.  Pero hay otra cosa. Hasta el 7 de octubre, el Gobierno de Netanyahu en Israel estaba basando su política de seguridad en un modus vivendi con Hamás, con plena conciencia de la política de Hamás de destruir Israel, quizás incluso financiando algunas de las actividades de Hamás. Esto podría crear cierta responsabilidad para el propio Israel por no haber evitado el ataque genocida del 7 de octubre, sobre todo porque hubo advertencias del ataque por parte de soldados israelíes que fueron ignoradas por los altos mandos.

El profesor Vali Nasr (John-Hopkins/SAIS), exasesor del Departamento de Estado estadounidense, afirma que “el Derecho Internacional y el orden internacional basados en normas se están desmoronando, con el apoyo de las mismas potencias mundiales que pregonan sus valores y afirman defenderlo. El orden mundial respaldado por EEUU no podrá revertir fácilmente este golpe a su credibilidad”. ¿Qué opina? 

Creo que es cierto. Pero el “orden mundial respaldado por EEUU” también puede funcionar cínicamente utilizando el dinero y el poder para influir sobre los demás, incluso sin credibilidad moral. Ya hay columnistas políticos, como Edward Luce, del periódico Financial Times, que sugieren que Biden se arriesga a perder las elecciones presidenciales de 2024 por apoyar las atrocidades de Israel en Gaza.