Teresa, Ramón y Gerardo -nombres ficticios de comerciantes reales- se ven obligados a ocultar su identidad para abrir sus negocios a escondidas en época de pandemia, en la que se ha establecido una cuarentena que impide la apertura de la mayoría de tiendas en Venezuela. Pero el hambre puede más que la norma.
La floristería de Teresa, ubicada en el acomodado barrio caraqueño de Chacao, tiene la puerta entreabierta. Por la disimulada entrada, acceden tres empleados volviendo la mirada sobre sus pasos, vigilantes y temerosos a posibles sanciones por desafiar las restricciones de movilización ordenadas por el Gobierno y que cumplen 7 semanas.
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