La cultura ortodoxa germana, forjada a fuego con el lema de no gastar por encima de los ingresos federales, se ha tomado una siesta geoestratégica. Berlín acudirá al crédito para avalar hasta 850.000 millones de euros de un presupuesto expansivo dirigido a abordar una dura reconversión industrial, un ambicioso plan de infraestructuras y rearmar su Ejército
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No hay vuelta atrás. Alemania acaba de renegar de su ADN de austeridad financiera, concebido durante la hiperinflación del periodo de entreguerras, consolidado a lo largo de una Guerra Fría bajo el principio rector de la desmilitarización, sin un Ejército operativo, por estricto deseo tanto de sus aliados como por sus enemigos exteriores y que impuso por su estatus de economía más poderosa de la UE, a sus socios comunitarios durante la larga y tortuosa travesía de la crisis de la deuda.