Una vez, Ceesepe me vino todo asustado para decirme que le habían dado la Medalla al Mérito en las Bellas Artes. Yo le di la enhorabuena, pero también le recordé que si lo querían matar, lo más digno hubiese sido terminar con él de un par de balazos a la salida de su estudio, en la calle Mayor. No le hizo mucha gracia mi comentario y, tras un silencio, me replicó: “Mira Montero, no creo que acepte la medalla”. Yo le recriminé: “¿Pero no es de colorao? Píllala y luego la vendes, tío”.