De hecho, la revista Rolling Stone lo sitúa como uno de los 100 guitarristas más importantes de la historia del rock. Con la banda que creara en 1981 junto a su entonces pareja, Kim Gordon, y el guitarrista Lee Ranaldo, y a la que él bautizó como Sonic Youth, sentó las bases de movimientos musicales posteriores tan fundamentales como el indie rock o el grunge.
Su estilo, adscrito a la no wave y experimental, sucio, ruidoso, mestizo del hardcore de ambas costas y heredero del proto punk de formaciones setenteras como MC5, Ramones, New York Dolls o, sobre todo, los Stooges de Iggy Pop y Fred “Sonic” Smith, fue como un taladro que reventó las costuras del rock clásico que habían apuntalado leyendas como Neil Young o Jimmy Page de Led Zeppelin. Gracias a Sonic Youth, y otros pioneros del noise rock como Dinosaur Jr, Pixies o Pavement, la música anglosajona tuvo a medidos de los noventa una nueva bocanada de oxígeno para sobrevivir al auge del pop electrónico y la música de baile.
Moore publica ahora una detallada y reveladora autobiografía bajo el título de Sonic Life (Contra Ediciones, 2025) en la que describe la vida del ambiente bohemio neoyorkino, y posteriormente angelino, desde finales de los setenta, cuando el punk y el hip hop se consolidan como los estilos hegemónicos de las calles de Manhattan y el Bronx.
Con gran precisión en el recuerdo, Moore explica casi paso por paso su periplo desde Connecticut hasta el Village neoyorkino, que a finales de los 70 era una de las zonas más degradadas y peligrosas de Estados Unidos. Detalla las duras condiciones de vida de la mayoría de artistas con los que se relacionaba –nombres como Arto Lindsay, John Lurie, Jim Jarmusch, Jean Michel Basquiat o Keith Haring– pero también el vigor y la vitalidad que tenía la escena del rock alternativo de aquellos años.

Con el mismo estilo de memoria casi fotográfica nos cuenta después el despegue de Sonic Youth y el contacto con la movida del hardcore en Los Ángeles y en Washington D.C., tratando a leyendas como Ian Mackaye (Fugazzi) o Henry Rollings (Black Flag). Y finalmente, ya en los días en que Sonic Youth es una banda consagrada, Moore nos relata las giras con Iggy Pop o Neil Young, pero también con Nirvana, Soundgarden o Mudhoney, esencia del grunge de Seattle.
Su libro tiene un gran nivel de documentación, ¿llevó un diario durante todos estos años?
Pues la verdad es que no he llevado nunca un diario, pero sí he guardado mucho material de nuestros viajes que era en apariencia intrascendente, como billetes, facturas de hotel, tickets de sitios donde tocábamos y cosas así. Solía meterlo en cajas por giras o por el disco al que correspondía la actuación. Lee [Ranaldo] sí que llevaba un diario de todo a principios de los 80 y se los pedí prestados; me ayudaron mucho.
En nuestros primeros diez años tuvimos que dormir en casas de amigos en las giras, comer canapés de los caterings y alternar la música con trabajos de mala muerte.
Luego he realizado una tarea de recopilación de información bastante ingente, acudiendo a bibliotecas aquí en Londres, donde llevo años residiendo, y fotocopiando ejemplares de antiguos diarios y revistas. Luego he metido toda la información en archivos por años y así he ido reconstruyendo para dotar de contexto a lo que recordaba. Tampoco he querido hacer algo con sumo detalle, como si fuera un historiador, pero sí que he querido que Sonic Life fuera una conversación coherente y fiel. La verdad es que me he tirado casi tres años para informarme, pero podría haber estado diez tranquilamente, porque son 30 años de carrera [risas].
Intuyo que si usted no hubiera sido músico, le habría gustado ser periodista musical o algo similar.
Ya lo creo. De hecho, en los pocos años que estudié en la universidad anduve metido en las revistas mi colegio universitario y escribía de mis ídolos de entonces, que eran Patty Smith, Lou Reed, Neil Young o Iggy Pop, algo que en los setenta sonaba muy raro porque no eran artistas de masas. Recuerdo que me ofrecieron escribir de deportes en lugar de hacerlo sobre esos bichos raros y me negué. Yo quería ser como Lester Bangs, periodista y músico a la vez. Y al final salté a la música.
Mucha gente puede pensar que Sonic Youth es un grupo de estrellas del rock a tenor de la fama que alcanzó, pero en el libro explica que su vida era bastante austera y los ingresos no eran grandes. ¿Es común esta situación en muchos músicos?
Así es. Nosotros en nuestros primeros diez años tuvimos que dormir en casas de amigos en las giras, comer canapés de los caterings y alternar la música con trabajos de mala muerte. Luego en los noventa llegamos a un punto que empezamos a vivir de Sonic Youth, pero vamos, nada de aviones, mansiones y todo eso. También he de reconocer que jamás lo pretendimos, siempre que pudimos evitamos a las discográficas majors [grandes] y el mainstream.
Como grupo, ejemplificamos la idea de que se puede crear algo completamente único, a partir de las nociones atípicas de la cultura, pero respetando la tradición
Pero fueron una de las primeras bandas alternativas en tener un vídeo en MTV...
Cierto, pero no fue una relación fluida o cordial; ellos nos consideraban áridos y nosotros a ellos un instrumento puramente comercial. Por ejemplo, el vídeo de la canción Cool Thing, del disco Goo, lo hicimos específicamente para que pudiera salir en MTV, pero se negaron a mostrarlo. Al final lo mostraron una o dos veces, y luego oímos que los directores dijeron: “No queremos mostrar este video. Esta banda es demasiado... Es demasiado rara, ¿sabes? Y hay algo en este video que no... no es nuestra estética”. Ahí terminó nuestra relación con MTV.
¿Qué siente al mirar atrás y ver que crearon un grupo de gran influencia en el rock indie de los 90 y la primera década del siglo XXI?
A decir verdad, me encanta esa sensación. Creo que si hay algo a lo que puedo aspirar en mi vida es a tener ese reconocimiento, ser influyente. Nosotros representamos una liberación total de expectativas. En la industria musical siempre nos presentamos como un desafío a la noción estandarizada de lo que puede ser la música pop o el rock, incluso en el contexto del punk rock o el post-punk.
Y creo que ejemplificamos este tipo de democracia creativa de cuatro o cinco personas en el escenario, trabajando de una manera que implicaba medidas poco ortodoxas y experimentaba con afinaciones, con la estructura de las canciones, con una presentación políticamente vocal, expresando el poder político de la alegría, el poder político del intelecto y abrazando la idea de la exclusividad pero también de la inclusividad.
Nos dimos cuenta de que, como grupo, ejemplificamos la idea de que se puede crear algo completamente único, a partir de las nociones atípicas de la cultura, pero respetando la tradición. Este respeto por la tradición y la aceptación de la experimentación dentro de ella son los factores que influyeron a Sonic Youth.

¿Cuáles son las bandas sobre las que cree que más ha influido Sonic Youth?
Creo que Radiohead tomó mucho de lo que hacíamos por aquel entonces, porque empezaron como una banda de pop bastante directa, con un toque grunge, pero pude ver que les interesaba más lo que hacía una banda como Sonic Youth con la música de guitarra experimental. Y lo incorporaron a aspectos de su sonido. Pero no éramos los únicos, también trabajamos simultáneamente con mucha gente que trabajaba en la misma línea, como Birthday Party, donde estaban Nick Cave y Rowlan S. Howart, o los alemanes Einstürzende Neubauten, los Butthole Surfers y los Meat Puppets. También los Pixies pueden considerarse más o menos contemporáneos.
¿Y Nirvana?
Bueno, Nirvana eran amigos. Tocamos con ellos en varias giras cuando no eran conocidos, pero por edad, sin duda, les influenciamos. Recuerdo que después de que saliera Nevermind, estaban dando un concierto en Nueva York y Kurt se acercó a mí en los camerinos y me dijo: “Nuestro próximo disco será más como vosotros”. Fue algo genial. Es lo que te decía antes: si Kurt Cobain te dice esto es que lo que has hecho con Sonic Youth ha merecido la pena.
Recuerdo que después de que salió Never Mind, estaban dando un concierto en Nueva York y Kurt se acercó a mí en los camerínos y me dijo: "Nuestro próximo disco será más como vosotros"
¿Podemos soñar con una futura reunión de Sonic Youth o es imposible?
Creo que no tengo tiempo para eso... [risas] Creo que Sonic Youth ha tenido una buena carrera, eso es seguro, pero de ahí a resucitarlo... No siento que tenga los minutos para ello porque estoy ocupado escribiendo y componiendo música nueva para la movida que hago ahora. Además, sería un asunto muy serio, llevaría un par de años más o menos levantar el proyecto y supondría alejarme de mi actual vida, cosa que no estoy dispuesto a hacer.
En los festivales como el Primavera Sound apenas tocan unas pocas bandas de rock de la escuela alternativa. ¿Ha muerto el rock?
Puedo decirte ahora mismo un montón de bandas jóvenes de rock, tal como lo entendemos, que merece la pena escuchar. El rock está en forma. Otra cosa es que me hables del mainstream que contrata ahora el Primavera Sound: grandes nombres, grandes escenarios, grandes montajes y una música que no deja de ser la que siempre incluye la MTV...
Si el Primavera quiere volver a tener la filosofía de sus inicios, que me llamen y les paso ahora mismo un centenar de bandas de rock de primer orden
También hay que comprender que estos festivales tan grandes tienen que atraer una gran cantidad de gente para ser rentables; pagar los sueldos, pagar a los artistas, los transportes, etc. Es un negocio muy grande que precisa de nombres como Charlie XCX o Sabrina Carpenter porque hacen de imán. De lo contrario, no son viables. Pero, oye, si el Primavera quiere volver a tener la filosofía de sus inicios, que me llamen y les paso ahora mismo un mail con un centenar de bandas de rock de primer orden.
Enfatiza en Sonic Life la actitud de izquierdas y de protesta ante el mandato de Bush padre que se vivía en los 90 en el mundo del rock, en especial por la primera invasión de Irak. ¿Por qué hoy en día los músicos jóvenes ya no se meten en política?
Hoy los artistas tienen pavor a criticar en voz alta a los gobiernos por miedo a que les impidan actuar y les arrebaten su medio de vida. Sabrina Carpenter o Charlie XCX no dicen nada en el escenario y es lógico. Es un miedo al control fascista que se está imponiendo en todos lados. Lo hemos visto recientemente con Kneecap, encausados por denunciar el genocidio cruel que Israel está llevando a cabo en Gaza.
Yo sigo diciendo lo que pienso en redes sociales, no me callo, pero tengo a mi hija en Estados Unidos y si quiero ir a verla debo poder entrar
Y si esto pasa en el Reino Unido, ni te cuento en Estados Unidos... Entonces, si el resto de artistas ven que te pasa esto, es lógico que se asusten, porque viven de esto ellos y los que les rodean. Yo la verdad es que sigo diciendo lo que pienso en redes sociales, no me callo, pero claro, tengo a mi hija en Estados Unidos y si quiero ir a verla debo poder entrar. Y las noticias de que Trump mira los comentarios en redes de los estudiantes extranjeros me inquietan... Tal vez mañana sea yo el vetado, pero, por el momento, prefiero no callarme.
Para terminar, discrepo de sus memorias en la valoración que hace del disco LAMF de los Heartbreakers de Johnny Thunders, pero también le agradezco que mencione el War Pigs de Black Sabbath, porque para mí es la canción que define lo que será después el metal más alternativo.
Bueno [risas], Tienes razón en que LAMF es un disco que escuchado con perspectiva y sin la producción que le metieron, si escuchas las demos, tiene un aire mucho más interesante, con canciones muy notables. En cuando a War Pigs es cierto que es una canción importantísima e innovadora en su momento. Nosotros grabamos un cover en una cinta, pero no la llevamos al disco, no obstante solíamos tocarla en muchos conciertos. Recuerdo que la peña se quedaba alucinando, rollo: “¡Cómo podéis tocar esta mierda antigua!”. Pero a nosotros nos encantaba tocarla.