En 2014 la comedia española dio un vuelco. Torrente dejó de ser el líder indiscutible de la taquilla, superado por una propuesta bastante distinta que combinaba la Nueva Comedia Americana de Judd Apatow con un notable énfasis —ya ensayado en Francia por Bienvenidos al norte— en las distintas idiosincrasias culturales de nuestro país. Borja Cobeaga y Diego San José se impusieron a Segura con una comedia, si no más sofisticada, sí más afín a la diversidad del Estado español, alejada de la vocación aglutinante que tenía José Luis Torrente de representar lo más cutre de nuestra identidad —de toda nuestra identidad, sin distinciones—, manteniendo los tópicos indispensables.
Frente a una estrategia tan hábil, que además coincidía con un poco prometedor intento de hacer crítica social directa, a Torrente no le quedó otra que tropezar. Operación Eurovegas, de hecho, tenía un aire incluso más trasnochado de lo habitual, reforzado por la decisión de aplicarle un ligero toque distópico a la trama —ambientada en 2018, cuatro años en el futuro— y desdeñar del todo que el protagonista estuviera alineado con la ley. Convirtiendo directamente a su protagonista en un criminal, Operación Eurovegas llegó a tener las mejores críticas de la franquicia desde la primera entrega, entendiéndose que gracias a este equívoco escenario Segura había atisbado de nuevo la esencia berlanguiana de su personaje, diluida a fuerza de cameos y chistes fáciles hace tiempo.
No debió ser suficiente, sin embargo, para convencer a Segura de quedarse con el personaje. Entendió que la comedia patria había entrado en un nuevo ciclo —que quizá en esta España ya no había sitio para él—, y Torrente fue sustituido por el afable Javier García. Es el protagonista de Padre no hay más que uno, una saga posterior que también ha tenido que alcanzar las cinco películas para plantarse frente a algo parecido a un final. Padre no hay más que uno 5: Nido repleto podría ser la última entrega de la franquicia, según ha trascendido a los medios. ¿Qué ha motivado ahora este cansancio, si al contrario que en 2014 no parece haber nada que le dispute la taquilla?
De Torrente al retorno de la sitcomOperación Eurovegas y Padre no hay más que uno 5 comparten la recuperación de Neus Asensi. Al igual que Asensi aparece en Nido repleto —tras una breve aparición en la cuarta película y una agria disputa con Segura aireada por redes sociales—, así ocurrió en Torrente 5 retomando el personaje de Amparito tras protagonizar la primera película. Junto a Asensi también tenemos en el elenco de Nido repleto a Xavier Deltell, otro miembro de la familia del brazo tonto de la ley, con lo que la sensación de continuidad entre Padre no hay más que uno y Torrente es más acusada que nunca.
Ambas sagas solo necesitaron un lustro de transición —la inaugural Padre no hay más que uno ya fue la película española más taquillera de 2019— para darse relevo mutuamente y asegurar el liderazgo de Segura. Que, llegados a este punto, es lo mismo que decir el liderazgo de Bowfinger International Pictures. María Luisa Gutiérrez, cofundadora junto a Segura de esta empresa, ya había trabajado con él en los tiempos de Torrente y Amiguetes Entertainment —productora de la que ejerció de directora financiera a partir de 2005—, y es Bowfinger International Pictures el estudio de referencia para explicar cómo ha evolucionado el cine español más comercial.
No solo refiriéndonos a la parte cómica del asunto —Bowfinger también estuvo detrás de La infiltrada el año pasado, con lo que la propia Gutiérrez fue la encargada de dar el polémico discurso una vez ganó el Goya a Mejor película, exaqueo con El 47—, pero sí especialmente a ella, claro. Las comedias de Bowfinger acostumbran a arrasar. Este mismo año, antes del previsible taquillazo de Nido repleto, Un funeral de locos ha superado los 3 millones de euros recaudados. Un remake como en su día lo fue Padre no hay más que uno —de la británica Un funeral de muerte y la argentina Mamá se fue de viaje, respectivamente— que aboca a situar a Padre no hay más que uno más a la estela de Ocho apellidos vascos que de Torrente, en cuanto a la filiación internacional.

Pero, ¿es así del todo? ¿Se tuvieron que adaptar Segura y Gutiérrez a la fórmula de Cobeaga y San José para mantener su triunfo? Ahora que Padre no hay más que uno acumula cinco entregas —y todas y cada una de ellas han sido espantosas— se puede proponer alguna conclusión al respecto. Su influjo solo lindaría con Ocho apellidos vascos, entonces, en cuanto al complejo entramado de comedias intercambiables —por tipografías, por directores, por intérpretes— que esta llegó a alumbrar, y a cómo le ofreció un determinado modelo a la industria. Porque, en realidad, a lo que más se parece Padre no hay más que uno como fenómeno es a una sitcom familiar.
Una comedia de situación sin risas enlatadas —aunque la ortopédica estructura de los gags debieran favorecerlas— pero con todos los rasgos que pudiera haber introducido una serie pionera como Médico de familia hace 30 años. La serie de Emilio Aragón fue un hito de audiencia enseñando product placement a cascoporro, ampliando la duración de los capítulos a los 70 minutos —cada temporada, producida a un ritmo estajanovista, estaba integrada por telefilms—, y trabajando una estructura de varias tramas simultáneas. Todas estas características —contratos publicitarios, velocidad intensiva de producción, planteamiento coral, imagen televisiva— han sido heredadas por cada nueva película de Padre no hay más que uno. Habría que pensar en Nido repleto, entonces, como en el capítulo final de una serie, aunque curiosamente esto la película no lo respalde del todo.
¿Un fin de ciclo?En Nido repleto no sucede prácticamente nada que dé a entender que es el final de algo. Hay algún guiño a su condición de “evento” en materia de flashbacks al pasado de los personajes adultos —que únicamente sirven para chistes intrascendentes— o un montaje final repasando cómo han ido creciendo los niños desde que empezó la saga, y eso es todo. Lo de asumir que la quinta película de Padre no hay más que uno es la última ha tenido que ver enteramente con la promoción, porque en realidad ocurre que —manteniendo la lectura de la saga como sitcom encubierta— ni siquiera tiene las hechuras dramáticas para ofrecer algo de peso. Más que capítulo final, es un capítulo de relleno.
Cada episodio de Médico de familia solía estructurarse según una trama central que terminaban engrosando el resto de subtramas, y tal ha sido el modelo de la sitcom española que vino después. Padre no hay más que uno 5 ni siquiera llega a tener de eso —iba siendo cada vez más difícil por cuanto Javier ya aprendió a ser un “buen padre” en la primera película, sin poder avanzar nada a partir de ahí—, pero hace un guiño tácito a su conexión televisiva gracias a la presencia de Antonio Resines. Resines protagonizó uno de los discípulos más celebrados de Médico de familia y la factoría de Daniel Écija como es Los Serrano, y justamente es Los Serrano el centro de un chiste tardío destinado a un espectador algo más talludito que los niños con los que suele acudir en masa.

Los responsables de Nido repleto no quisieron enseñarle la película a la crítica, así que estas líneas tuvieron que escribirse tras verla en un pase comercial, lleno de ese público fiel que ha ido colocando ordenadamente cada película de Segura en lo más alto de los ránkings anuales. De la experiencia no solo hemos de quedarnos con el ostensible desprecio por la difusión del pensamiento crítico, sino sobre todo con el aire de distendida familiaridad que hubo durante toda la proyección. Apenas hubo grandes carcajadas pero sí una tranquilidad, una afabilidad a la hora de consumir, que no por ahogar cualquier necesidad de asimilar o comentar después qué se había visto —¿qué demonios se puede comentar de este tipo de películas clónicas?— sí ofrecía una imagen elocuente de por qué estas obras funcionan como funcionan.
Tras la experiencia Torrente, Santiago Segura logró dar con otro producto de masas interiorizando los códigos de la televisión generalista: un mínimo común denominador a la hora de diseñar tramas y personajes, y una escrupulosa zona de confort donde ningún sector del público se sintiera mínimamente violentado. Desde luego que Bowfinger es capaz de hacer películas abiertamente reaccionarias —La familia Benetón arrasó en 2024—, solo que prefiere contenerse para su producto estrella: así es como se las ha apañado para orquestar un ritual muy efectivo, la destilación más hábil posible de la derrota de Torrente en confluencia al fenómeno Ocho apellidos vascos.
Este ritual impele a sus conversos a ir al cine más o menos una vez al mes para ver una comedia española que no solo sea rigurosamente horrible, sino que además haya sido controlada de cabo a rabo para ser exactamente lo que pensaban que sería. Lo previsible es satisfactorio, la rutina es agradable, y tan cierto fue durante las nueve temporadas de Médico de familia como lo ha sido en cinco películas de Padre no hay más que uno. Ni siquiera es necesario arremeter contra el caso español específico, pues esta afinidad hacia lo reconocible y lo cómodo también huele mucho a Marvel y a un Hollywood que hoy solo funciona a través de remakes y propiedades intelectuales.
Padre no hay más que uno, en tanto a cine comercial, ni siquiera puede presumir de una cierta españolidad con la que reclamar un examen atento. Es un conjunto vacío, un simulacro de ficción militantemente insípido, y su único interés real sigue residiendo en la génesis: cómo llegamos de Torrente hasta aquí, qué dice del sentido común nacional que hayamos cambiado tranquilamente las burradas de un policía fascista por el regreso hipervitaminado de Médico de familia.
Puede que nunca lo entendamos del todo, pero sí es fácil asumir —Nido repleto, en toda su desgana y automatismo, es una prueba fehaciente— que Santiago Segura ya está bastante cansado de este modelo aplastante, tedioso hasta el delirio. La actualidad, como en su día le llamó con Eurovegas, le llama ahora a través de la figura de otro corrupto José Luis, apellidado Ábalos. Por eso quiere dejar de lado Padre no hay más que uno para retomar su otra gran saga y forzar un épico repliegue en la comedia mainstream. Comprobaremos, entonces, si los países de Torrente y Javier García eran el mismo. Que todo apunta a que sí.