Al ser un evento celebrado en Ifema, organismo creado por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, esto implica la ruptura inmediata de la ley de contratos públicos, según ha comprobado el tribunal que estudió el caso de Ramón García Alcaraz, galerista autónomo y el primer hombre que ha vencido al Goliat del arte contemporáneo en un juicio sin apoyos políticos y con la mitad de presupuesto.
"En ARCO funcionan como una mafia y me expulsaron por mi éxito", declaró a este medio en una entrevista concedida después de que se conociesen las sentencias. Fue un duro proceso contencioso que ha durado tres años y que aún no está cerrado, ya que la defensa de Alcaraz no ha conseguido lo que pedía y que Ifema ni siquiera va a asumir las costas del juicio.
"Decidí no pedir una indemnización para que mi postura quedara absolutamente limpia y porque no era una cuestión de dinero, sino de honor y de defensa de mis artistas", reconoció el propietario de la sala My Name's Lolita Art, en Madrid.
El fallo de los jueces demuestra que el caso de Ramón va más allá de lo particular y desenmaraña un sistema de selección de participantes donde impera la opacidad y el favoritismo. Esto afecta también a la edición de 2020 que está a punto de arrancar, aunque su directora, Maribel López, no se haya pronunciado al respecto. La única respuesta que emitió ARCO ante la noticia fue que no están de acuerdo con lo dictado por la Audiencia Provincial, aunque no piensan recurrir y, por lo tanto, la victoria de Ramón ya es firme.
Contaba el propietario de la excluida My Name's Lolita Art los innumerables daños colaterales y materiales que conlleva quedar fuera de la mediática cita. "Todas las instituciones, fundaciones privadas y museos, compran en ARCO. El Reina Sofía, por ejemplo, no compra en otro sitio que no sea ARCO", dijo Alcaraz.
Por otra parte, las galerías y ferias europeas vetan a los marginados, "y ocurre igual con los clientes y los coleccionistas, que al ver que no estás allí piensan que quizá tu apuesta artística no era tan buena".
Todo ello ha sido suficiente para que el tribunal juzgue la gravedad de quedar fuera de un evento que cada año factura 160 millones de euros en la capital por culpa de un turbio sistema de votación. Escriben los jueces que no hay debate ni deliberación, sino que cada miembro del comité de ARCO vota de forma individual y que, al estar formado por galeristas que aspiran a entrar, incluso hay casos en los que se regalan puntos a sí mismos. "Es el reflejo de cómo la sociedad civil se acomoda a un sistema corrupto provocado en las instituciones", denunciaba el galerista.
Mayoritaria presencia internacionalLa historia de Ramón con ARCO se remonta a 2007, último año en el que aceptaron su solicitud tras más de diecisiete participando ininterrumpidamente y cumpliendo con los criterios de ventas, calidad y proyección internacional que siempre exige la feria. Al querer regresar varios años después, en 2015, Alcaraz se encontró de nuevo con la puerta del Ifema cerrada. También en 2016 y en 2017. Con todo, él presume de representar a talentosos artistas españoles que se abren camino por todo el mundo y pesar del reincidente desprecio en su país.
De hecho, mientras que ciertas salas internacionales entran solo por su prestigio sin pasar por ningún filtro y otros marchantes tienen acceso directo a los miembros del jurado y, por lo tanto, la opción de convencer de que sus obras merecen un espacio en la exposición, hay quienes como Ramón no gozan de tales privilegios. Teniendo en cuenta que las votaciones son secretas, a los excluidos solo les queda esperar una mejor suerte en la próxima feria.
En esta edición, por ejemplo, participan 209 galerías de 30 países distintos, pero el 77% de ellas son internacionales. Entre los territorios que encabezan la lista están Portugal, Alemania, Francia o Latinoamérica, aunque las salas que han acaparado el foco mediático en esta trigésimo novena edición son las italianas, concretamente dos de Milán, dos de Turín y una de Bolonia.
En plena alerta por el coronavirus, que en ningún caso ha amenazado la celebración de la feria, las once galerías que participan se encuentran desembalando sus obras con normalidad, según ha confirmado la directora de ARCO este martes en Radio Nacional de España. Sin embargo, López sí ha dicho que "se están siguiendo todos los consejos sanitarios de la Comunidad de Madrid y de la OMS, como la de tener dispuestos limpiadores de alcohol y dar siempre instrucciones a los participantes".
Tras la controvertida cancelación del Mobile World Congress de Barcelona, no era extraño que la preocupación se trasladase a ARCO, una cita que cada año recibe más de 100.000 visitantes. A pesar de todo, la calma reina en Ifema y los objetivos de las cámaras de los periodistas se vuelven a dirigir hacia la clásica obra que, como cada año, alimente la polémica en los medios.
Hace dos fue la colección Presos políticos en la España contemporánea, de Santiago Sierra, y su posterior retirada con acusaciones de censura política. El año pasado, la escultura de Franco dentro de una nevera y el ninot del rey Felipe, la provocación del artista Eugenio Merino, que hoy repite de la mano de la galería ADN.
Mientras, la dirección de ARCO se escuda en que la polémica está en el ojo de quien mira: "Todos los artistas trabajan y exponen con la misma intensidad, voluntad y seriedad. Nos quejamos de que se acapare toda la atención en uno", ha dicho Maribel López en la citada entrevista, previa a la apertura.
Quizá es que, este año, la polémica real ocurre fuera de la instalación de ARCO y no dentro. Así lo ha dictado la Justicia y lo ha reivindicado Ramón García Alcaraz: "Es muy sucio porque todo lo que sale en los medios de comunicación es el glamour o el jefe de Estado paseándose por los pasillos. Yo le recomendaría que se pusiera una mascarilla y no por el coronavirus, sino por el virus corrupto que hay ahí. Sería una gran forma de protesta: que la gente se ponga una mascarilla porque el virus de la trampa y de la corrupción está presente en el aire cada vez que se inaugura ARCO".