La idea de la Universidad Laboral nació en la II República y con la loable intención de abrir un orfanato para los hijos de los mineros fallecidos en accidentes. Pero quienes tomaron la decisión de construirlo finalmente fueron los funcionarios del Ministerio de Trabajo de Franco en 1946 (hasta el 1956) bajo una premisa algo distinta a la anterior.

La Laboral pasó de ser un hospicio corriente a una "institución dedicada a formar en las doctrinas de la Revolución Nacional, de inspiración católica y española, a los huérfanos de los mineros a fin de que, ganados para la verdad y la emoción de la patria, puedan ser para ella herederos de la obra". Si bien queda claro el adiestramiento que se impartía en esas aulas, no hay constancia de que su enorme estructura fuese erigida con mano de obra republicana, a diferencia del Valle de los Caídos.

De hecho, el mausoleo ubicado en Madrid y la universidad gijonense tienen poco que ver más allá del oscuro periodo en el que ambos fueron construidos: ni hay restos de Franco en el interior ni sirve como espacio de peregrinación para ensalzar hoy en día la figura del dictador. Hace años que la Laboral fue resignificada por los ciudadanos y dotada de un contexto didáctico y cultural que queda lejos del que rodeaba a su estructura hace siete décadas.

 

Cuando las asociaciones de antiguos alumnos de la Laboral lanzaron la candidatura este año, comenzó en el pleno de Gijón una pugna estéril entre izquierda y derecha que obviaba una realidad técnica: que, según los expertos en conservación y patrimonio, la solicitud ante la UNESCO nace fallida de antemano.

Por su parte, la propuesta, avalada por el PP, Ciudadanos y Vox, se encontró con el rechazo íntegro del bloque progresista de PSOE, IU y Equo por "ilustrar el franquismo", un argumento que recogió la propia alcaldesa, Ana González, y del que más tarde se tuvo que desdecir.

Como denuncia la catedrática de Conservación y Restauración del Patrimonio de la Universidad de Oviedo, María Pilar García Cuetos, esto ocurre por culpa de que los bienes históricos "se usen siempre con fines políticos". La experta asegura a eldiario.es que el debate "no tiene que ver con que este monumento sea franquista o no" y llama a reparar y a conservar la Universidad Laboral en lugar de perderse en controversias "de cara a la galería".

García Cuetos entiende que la propuesta parta de las asociaciones de antiguos alumnos "porque tiene un componente de memoria vívida muy interesante, que es diferente a la memoria que le atribuimos los especialistas o el resto de la sociedad". Precisamente por eso, cuando quisieron convertir la Laboral en BIC (Bien de Interés Cultural) en 2018, ella fue la encargada de elaborar el informe para defender la viabilidad de la moción. Ahora, en cambio, no se muestra optimista.

"Quizá haya un desconocimiento general de lo que significa la lista del Patrimonio Mundial. Son conjuntos, e incluso a veces tradiciones inmateriales, que tengan un carácter tan excepcional que puedan considerarse vinculantes para toda la humanidad. Una especie de memoria común a toda la especie humana", explica la historiadora.

El problema es que en ese mapa iniciado en 1972 está copado por Europa y especialmente por España, país que cuenta con más ciudades patrimonio del mundo. "¿Qué calado va a tener esta lista para la humanidad si solo hay presencia europea?", reflexiona García.

Además, sabe por experiencia que introducir un elemento en la lista es un proceso complicado y sobre todo muy costoso. "Son necesarios informes técnicos porque hay que garantizar su conservación y su viabilidad. Eso cuesta mucho dinero. Cada candidatura fallida, es dinero. Por eso los países pobres no se pueden permitir competir ni salir tanto", desvela la profesora.

En su opinión, además, la Laboral es un monumento y esa categoría está sobrerrepresentada en la lista. Sería mucho más interesante invertir en "conjuntos y paisajes que incluyan patrimonio material e inmaterial, que en muchos casos se pretende que sea transterritorial. Por ejemplo, itinerarios entre autonomías, entre regiones enteras o incluso entre países".

García Cueto piensa que el interés de España por calzar elementos en la UNESCO se ha convertido "en una imagen de marca, en una franquicia, y se ha perdido el significado de lo que es patrimonio".

Lo que da vida al patrimonio es la sociedad que convive diariamente con él y, según ella, aunque eso beneficie a la industria turística, muchas veces es a costa de la realidad cotidiana de la gente. Su lucha y la de los equipos con los que trabaja en la Universidad de Oviedo, por lo tanto, es restaurar esa obra que tantas banderas ondea y orgullos políticos despierta.

"Mientras discutimos sobre si la Laboral debe de ser Patrimonio mundial o no, la cubierta de la capilla está en una situación delicada porque es la estructura de planta elíptica más grande del mundo, con un techo de nervaduras de ladrillo que hay que cuidar", reivindica García Cueto.

Sin duda alguna, el elemento más espectacular del conjunto es la iglesia. Su planta elíptica, de 807 metros cuadrados, es la más grande del mundo con esta forma. Tales dimensiones se deben al anterior empleo previsto: acoger a mil alumnos y sus profesores.

Sin embargo, este edificio, así como el atrio corintio o el bello patio central, ya no son las piezas centrales de la Laboral. Su razón de ser ha cambiado y el mayor atractivo de esta pequeña ciudad grecorromana ha pasado a ser su espíritu cultural.

"Gijón tiene que estar orgulloso de la Laboral Asturias y de tener un conjunto de estructuras que es excepcional. Supone un ejemplo de arquitectura realmente peculiar porque no responde a un movimiento arquitectónico concreto, sino a una estética heterodoxa impuesta", opina sobre el hecho de que, en efecto, se trate de un ejemplo de arquitectura franquista, materia en la que ella está especializada. "Me parece su mayor cualidad. Esto no es el Valle de los Caídos, ya está resignificado, pero sirve para no olvidar un momento oscuro de nuestra Historia", reflexiona.

La resignificación como futuro

Al acoger el inmenso coloso franquista ubicado en la parroquia de Cabueñes, a cuatro kilómetros de Gijón, la ciudad tuvo que dotarle de una nueva función. Fue entonces cuando el Principado creó en 2001 Laboral Ciudad de la Cultura, que finalmente abrió sus puertas en 2007.

Las obras se acometieron sobre 80.000 metros cuadrados y se creó la sede de la televisión y radio RTPA en el anterior convento de las clarisas, una espectacular biblioteca, un espacio de conciertos en el patio corintio gracias a una cubierta de vidrio, un Paraninfo que acoge diversas facultades, el Conservatorio de Música y Danza y la Escuela Superior de Arte Dramático.

"Es muy difícil que ahora la gente vuelva a imaginarse la Laboral y las relaciones con José Antonio Girón de Velasco y con la Falange", opina María Pilar García Cueto. "Se ha desvinculado de esa idea lejana del nacional catolicismo y ahora la población lo identifica como un edificio imponente que siempre ha estado ahí y que resulta muy atractivo".

Por su parte, ella es firme partidaria de la resignificación de los espacios franquistas, pero nunca de la demolición. "Yo siempre pongo el ejemplo de la arquitectura fascista en Italia. El coliseo cuadrado de Roma que se creó para hacer la Exposición Universal, un escaparate fascista. Hoy es sede de la casa de modas Fendi. Fíjate en qué ha acabado", resume la historiadora.

Lo mismo ocurre con el Campo Zeppelín de Nuremberg, inaugurado por Hitler como ciudad de los congresos del Tercer Reich y que tras su resignificación ha sido destacado con el premio de la UNESCO por la Educación de Derechos Humanos. "El futuro es ese: no eliminar los elementos del pasado porque si hubiéramos derribado Auschwitz los negacionistas tendrían muchos más argumentos", asegura a quien le pusieron trabas para incluir la Laboral como BIC por ser de ese periodo.

Es el mismo caso que el escudo franquista que aún luce en la fachada de la Universidad Laboral y que muchos quieren arrancar: "Tendremos que poner paneles explicativos que identifiquen que es preconstitucional y lo que eso implica. Pero no vamos a quitárselos a un edificio histórico porque eso es también alterar el patrimonio", defiende.

Como conclusión final, una reflexión necesaria: "La memoria incómoda, la memoria en conflicto, hay que verla, entenderla e integrarla. Pero claro, es más complicado educar que eliminar aunque tendríamos que luchar por ello siempre".