Pero, ya que no podía ganarse la vida con la máquina de escribir, decidió intentarlo con el micrófono.

Gracias a su agrupación, donde también se encontraba el pintor venezolano Jesús Rafael Soto, consiguió ganar 500 francos cada noche que actuaba cantando rancheras mexicanas. No era demasiado dinero, pero al menos le alcanzaba para sobrevivir cuando sus otras opciones eran más bien escasas.

Aquellos tímidos años sobre el escenario contrastan con la notoriedad mundial alcanzada en 1967, cuando se publicó Cien años de soledad. También con el Gabo que, a los 54 años, se convirtió en el escritor laureado más joven desde Albert Camus. No en vano, en 1982 recogió el Nobel de Literatura pronunciado un discurso para la posteridad: "La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos".

Pero la música, aunque en un segundo plano, siguió siendo un pilar fundamental para el periodista. Le acompañó e influyó en todas sus obras, tanto que, como recogen en el blog de la Fundación Gabo, el escritor llegó a decir que "Cien años de soledad era un vallenato de 450 páginas, El otoño del patriarca un concierto para piano de Béla Bartók y El amor en los tiempos del cólera un bolero sobre amores contrariado".

Por este motivo, para celebrar que el pasado seis de marzo García Márquez habría cumplido 93 años, el Centro Gabo ha preparado cuatro listas de canciones elaboradas a partir de sus memorias, entrevistas o estudios biográficos en los que dio pistas con qué cultivaba su oído. Las repasamos.

Vallenatos

Como explican desde la fundación del Nobel, "el vallenato fue un género musical indispensable en la vida y obra de García Márquez. Oriundos del Caribe colombiano". Añaden que los primeros cantantes de este género eran también llamados juglares, y que tenían como costumbre viajar de pueblo en pueblo entonando historias populares mientras tocaban el acordeón. "Esta manera de contar la realidad inspiró la técnica narrativa de Cien años de soledad", aseguran.

El rock y la 'chanson française'

Si los Beatles eran "más conocidos que Jesús", era prácticamente inevitable que la influencia de los británicos no llegase hasta García Márquez. De hecho, la trama de Cien años de soledad fue preparada mientras escuchaba solo dos vinilos de su tocadiscos: los Preludios de Debussy y el álbum A Hard Day’s Nigth. Las letras francesas de algunas canciones también le ayudaron a aprender el idioma, ya que cuando llegó a París, allá por el diciembre de 1955, ni siquiera sabía hablarlo. Lo logró entre otras cosas gracias a una canción de Georges Brassens: Le testament.

El cóctel iberoamericano

"Nunca he podido entender cómo una persona que quiera ser culta, no tenga la música como uno de los elementos fundamentales de su formación cultural", dijo el propio Gabo en una entrevista a la revista cubana Opina en 1984. Entre la amplia colección de discos su biblioteca se podía encontrar una amplia variedad de cantantes y estilo, por lo que su pasión por lo iberoamericano tampoco debería sorprendernos. Ya sea a través de Rocío Jurado o de Miguel Aceves, el deleite sonoro del escritor, al igual que sus palabras, estaban a caballo entre dos continentes.

La BSO de 'Memoria de mis putas tristes'

El último libro de ficción de García Márquez también cuenta con su banda sonora particular. El protagonista de Memoria de mis putas tristes es un anciano de 90 que, curiosamente, también se dedica a la crítica musical y deja constancia de ello en prácticamente cada página. "A lo largo de la trama, Gabo va enriqueciendo el flujo de su historia con diferentes temas musicales que van desde Richard Wagner y Johann Sebastian Bach hasta Toña la Negra y Agustín Lara", apuntan en la Fundación.