Ricky Martin, con quien ha sido comparado Alborán, tardó treinta años en tomar la decisión y fue un momento "muy doloroso", según ha desvelado.
"Estaba ahogado. El armario pesaba, sí, pero en casa, mi familia, mis amigos, todos sabían que era gay", recordaba este año. Aunque nunca ha acusado a la música de cercenarle su libertad sexual, al comienzo de su carrera le encasillaron como latin lover, papel del que le costó despojarse, y por el que solo se dejaba ver acompañado de mujeres. "Los roles sexuales y de género que cimientan esta industria difuminan la línea entre la vida pública y la privada", asegura el psicólogo Gabriel J. Martín, autor del libro Quiérete mucho, maricón (Roca Editorial).
Para Martín, en ciertos sectores existe una regla no escrita pero sí hablada "de que si eres homosexual no hace falta que lo digas", de lo que subyace un avergonzamiento. "Yo he tenido pacientes cantantes a los que su productor les ha dicho desde el primer día que sean reservados al máximo con su sexualidad", dice. "Cualquiera que rompa la presunción de heterosexualidad, hombre o mujer, lo puede tener más difícil".
Alberto Jiménez, cantante de Miss Caffeina que se describe como "gay de manual", ha sido uno de los primeros en hablar abiertamente de la homofobia en la música indie. "Me faltan referentes en mi estilo", reconoció a Buzzfeed. "Cuando empezó el grupo tuve que sortear a muchas chicas que venían a ligar y no sabía cómo actuar porque había gente de nuestro alrededor que me aconsejaba que no lo hiciera", rememoró.
"La industria musical sexualiza también a los intérpretes masculinos y prohíbe salir del armario a los artistas gais porque deben mantener la fantasía sexual de sus fans y erotizar al público femenino", piensa el psicólogo. El caso más claro se encuentra con el fenómeno de las boybands, cuyo target es el público adolescente femenino que "compra las camisetas, forra las carpetas y va a las firmas de discos", argumenta Martín. La salida del armario del miembro de Auryn, David Lafuente, una vez fuera del grupo, volvió a poner de manifiesto esta realidad.
Otra razón para no pronunciarse al respecto, según Martín, sería no encasillarse: "Algunos me han dicho que no quieren que les orienten a un sector de población concreto o que reserven su música únicamente para eventos LGTB, como el Orgullo", cuenta Martín. Algo que recogió el exconcursante de Operación Triunfo, Agoney, en la revista Shangay y por lo que admitió que "hay mucha homofobia en la industria musical".
Aunque programas de talentos como el anterior vayan normalizando la presencia LGTBI en la música, aún existe una gran carencia de referentes lésbicos. Ninguna cantante ha llegado a tomar el relevo de la figura que supuso Alaska en la Movida para el movimiento actual. A pesar de las dificultades, sigue siendo más frecuente encontrar a hombres que se visibilicen como homosexuales que a mujeres.
"Siempre he luchado en contra de toda expresión que vaya en contra de cualquier libertad o igualdad, desde el racismo, la xenofobia, el machismo, la transfobia, la homofobia... cualquier tipo de odio, y hoy quiero que mi grito se haga un poco más fuerte y tenga más valor y peso", ha concluido Pablo Alborán en su mensaje, porque, aunque él no lo ha sufrido en primera persona, su altavoz es útil "sobre todo para el público joven que aún está descubriendo su identidad sexoafectiva", piensa Gabriel.
La importancia de dar visibilidadQue Pablo Alborán hable públicamente de que es homosexual no solo repercute en su vida, sino en toda la sociedad en general y en el colectivo LGTBI en particular. Con su exposición pública, el cantante puede convertirse en referente para otras personas que aún hoy sufren dentro del armario, y con su mensaje contra la homofobia, ayudar a poner fin a la discriminación que persiste. No obstante, los colectivos LGTBI reclaman desde hace años que no solo sirve con la visibilidad, sino que debe ir acompañada de diversidad (hombres con pluma, personas racializadas, mujeres, personas trans...).
Según reveló la reciente macroencuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE (FRA), que en España hizo más 20.000 encuestas, en nuestro país casi la mitad de la personas LGTBI, en concreto el 47%, sigue sin ser del todo visible en su entorno.
"Lo que ha hecho Alborán es clave porque hace más fácil a las personas que están ahí, muchas jóvenes, su proceso de autoaceptación. Si solo ven referentes culturales vinculados a la mofa o con connotaciones negativas, nunca se van a sentir identificadas y eso es muy duro. La visibilidad es algo imprescindible", explica Miriam Guijarro, coordinadora de Cultura de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB).
Como cada vez que alguien público decide contar que es homosexual y los medios se hacen eco, el caso de Alborán también ha suscitado el clásico 'que cada uno haga lo que quiera, pero ¿por qué tiene que decirlo?'. "Hay gente que le revuelve mucho y dicen las típicas cosas de que da igual que sea gay o no y demás...pero claro que no da igual", prosigue Guijarro. De hecho importa tanto que aún hoy hasta un tercio de personas LGTBI no va a algunos lugares por miedo y la mitad de quienes tienen pareja evitar darse la mano en público, de acuerdo con la FRA.
"Los gays luchamos para que un acto como este deje de ser noticia", dijo hace 21 años Miquel Iceta, primer político en salir del armario, cuando lo contó públicamente. "Eso es por lo que luchamos, pero todavía a día de hoy hay que hablar de ello porque sigue habiendo agresiones, acoso LGTBIfóbico en los colegios, miedo...", añade la responsable de cultura de la FELGTB.
En este sentido, el gesto no solo sirve de espejo a aquellos que son LGTBI, sino que allana el camino para que "los entornos, las familias, los amigos y en general toda la sociedad no lo vean como una tragedia, como algo negativo". Solo hace una semana hubo dos detenidos en Lleida por una agresión homófoba a puñetazos contra una pareja de hombres. Y estos episodios son solo la punta del iceberg. Según la FRA, un 42% en nuestro país, que aún así muestra de las tasas más bajas de Europa, se ha sentido discriminada en el último año en áreas tan cotidianas como el trabajo, tomando un café o en una tienda.