"Siempre fui consciente de que era irracional, de que era una extranjera. ¿Cómo podía poseer un lugar donde no había nacido y donde no era más que un visitante? Pero lo cierto", señala entonces la escritora con una sonrisa, "es que no fui una simple visitante. No hay muchos americanos que se queden en Irlanda del Norte durante 12 años. Era como uno de esos invitados que se quedan en casa hasta las 3 de la mañana y quieren abrir otra botella de vino".
Buena parte de las historias de Lionel Shriver, nacida en Carolina del Norte pero ciudadana del mundo (ha vivido en Nairobi, Belfast y ahora mismo tiene residencia fija en Londres), se basan en inquietudes propias que ha interiorizado y problematizado hasta extremos sorprendentes. "Me siento muy atada a las pequeñas cosas y, aunque me muevo mucho, suelo arrastrar esas cosas conmigo y desarrollar sentimientos profundos por ellas".
Sin embargo, la posesión a lo largo de Propiedad privada no solo se vincula a las pequeñas cosas, sino que también se asocia a elementos de todo tipo por los que sus personajes sienten un fuerte apego en función a la memoria y proyecciones que contienen. En el relato La araña de pie, un adorno de salón vehicula la enemistad de dos amigos de toda la vida. En El falso plátano autógamo, las plantas de un jardín suponen el único modo de una viuda de seguir cerca de su marido. Y en Tipos de cambio, algo menos de cincuenta dólares serán inseparables del recuerdo de un padre fallecido.
La posesión, para Lionel Shriver, está relacionada con el territorio. "Hay muchos elementos autobiográficos en estos relatos porque soy muy territorial". En Terrorismo doméstico, uno de los relatos más feroces de Propiedad privada, la escritora teje un paralelismo entre la resistencia de un treintañero a emanciparse del hogar familiar con la crisis de refugiados en Europa de 2015. "Me interesa todo lo que tiene que ver con el territorio, con alguien que viene a reclamar tu territorio y has de decidir si le dejas entrar o defiendes tus fronteras".
¿Cuál es la frontera más importante para Lionel Shriver? ¿Cuál es el territorio que más se obstina en defender con uñas y dientes? Sin lugar a duda, la ficción y los personajes que la pueblan. Los personajes que ha creado. Que se ha "ganado".
"Tengo opiniones muy fuertes sobre la apropiación cultura", confiesa Shriver. "Y todo viene por cómo conecta con esta concepción territorial. Como escritora, el mundo entero es mi territorio. Todo me pertenece. En especial, mis personajes".
En 2016 Shriver se vio involucrada en una larga controversia a cuenta de su libro más reciente entonces, Los Mandible. La descripción de dos personajes racializados fue muy cuestionada en tanto al racismo que dejaba entrever y a la supuesta insensibilidad de la escritora para con los colectivos apelados. Se le acusó de apropiación cultural, y como respuesta Shriver dio un apasionado discurso en el Brisbane Writers Festival, luego recogido por The Guardian.
"Uno de los grandes errores de este debate es que se centra en escritores blancos creando a personajes no blancos. Ese tipo de cosas hace que la gente se enfade", cuenta la autora de Todo esto para qué. "Parecen creer que si escribo un personaje negro, este personaje ha de ser el embajador de toda la gente negra. Algo absurdo. ¿Se supone que porque mi personaje sea negro ese personaje le pertenece a la gente negra y no a mí? Lo siento, pero yo lo he creado. Y puede hacer y decir lo que sea mientras se ajuste a las reglas de la historia".
A Shriver le molestó mucho un artículo aparecido en The Washington Post donde el autor, aparte de asegurar que no se había reído ni una sola vez leyendo Los Mandible (detalle que parece enfurecer particularmente a la autora), arremetía contra los personajes de Esteban y Luella. Este último era una mujer negra enferma de Alzheimer que en cierto momento perdía del todo la cabeza y, por suponer un peligro para sí misma, debía ser llevada con una correa a lo largo del peregrinaje de una familia por unos EE.UU. devastados por la crisis económica.
"A eso me refiero con la propiedad. Cuando le ataban con una correa para que no se hiciera daño mis personajes estaban obedeciendo las reglas de la historia, no las reglas de cómo tratamos a la gente negra en la vida real", prosigue Shriver. "No estaba diciendo que debiéramos llevar a la gente negra con correas, ni quería añorar los días de esclavitud. Es una interpretación absolutamente ridícula de la historia".
El mismo año de su llameante discurso defendiendo el derecho de los escritores a permanecer ajenos a estos debates socioculturales (y a salir ilesos si no se ajustaban a las directrices promulgadas) Shriver protagonizaba otro conflicto, esta vez con Penguin Random House debido a sus medidas para favorecer la diversidad en autores y obras. Como resultado, era expulsada como miembro del jurado del concurso de relatos organizado por la revista Mslexia.
"Tan pronto como tienes un personaje que no es blanco hay cosas que pueden y no pueden hacer", asegura la escritora con vehemencia. "Pero puedo negarme a ello porque es ridículo. Porque es un malentendido territorial sobre quién posee al personaje. El personaje no está obligado a representar a un colectivo entero. A quien representa es a alguien que no existe".
La furia de Shriver ante estas cuestiones es el mejor ejemplo de la importancia que le da a los límites territoriales y de su malestar hacia un conjunto de cuestiones normalmente agrupadas bajo lo considerado 'políticamente correcto' o, como la escritora acostumbra a llamarlo, "las políticas identitarias". "Los personajes que me atraen normalmente se encuentran a disgusto con estas restricciones, aunque por lo general es algo que solo da para un chiste o dos".
Pese al modo en que estas inquietudes parecen permear su conjunto, Propiedad privada fue desarrollado a lo largo de varios años y se compone de historias escritas en periodos muy distantes de tiempo. La realquilada fue escrita como despedida a Belfast. Recuperación de una propiedad ejecutada nació de un encargo para escribir una historia de fantasmas.
En este último relato Shriver retoma unas coordenadas cercanas al terror que sus lectores no percibían desdeTenemos que hablar de Kevin, pero no se distancia del tema central de la antología. Un esfuerzo que, en sus propias palabras, "empezó siendo espontáneo y luego pasó a ser deliberado. Quise crear una serie de historias cortas sobre la propiedad. Algo que me dio un sentido de dirección, una especie de limitación arbitraria que acabó siendo inspiradora".
El hecho de que las historias que componen Propiedad privada sean independientes pero propongan variaciones sobre un mismo tema fundamenta una experiencia de lectura muy particular. "No quería que fueran historias entrelazadas ni nada de eso. Ese tipo de colecciones me aburren, pero manteniendo el objeto de estudio la experiencia sería más coherente y menos irregular. Cuando lees una antología siempre tienes que cambiar el estado mental de un relato a otro, y me gustaba la idea de que en este libro no necesitaras hacerlo".
Estos propósitos conducen a que no haya una gran diferencia entre leer Propiedad privada u otra de sus novelas, nacidas todas de una disciplina y un afán por el control de lo narrado en el que, durante esta pandemia, Shriver ha podido sumergirse con alegría y placidez. Preguntada por última vez sobre Los Mandible, y sobre si cambiaría su visión distópica escribiendo el libro en 2020, Shriver responde que "sería una novela similar, pero estaría ambientada unos años antes. La historia empieza en 2029, y no creo que lleguemos ahí antes de pasar por una crisis económica mucho peor que la que describí".
Y, pese a todo, la autora no puede disimular lo bien que le ha venido tener tanto tiempo para escribir en los últimos meses. "El año que viene publicaré un nuevo libro; es el que menos tiempo he tardado en escribir gracias al confinamiento. La verdad es que, si no fuera porque el mundo se está derrumbando, estaría pasando los mejores meses de mi vida".