Así que optamos por seleccionar unas pocas películas que nos gustaría ver con las pequeñas y pequeños que nos rodean estas navidades, sin más. Con la intención de replicar aquellas mañanas de diciembre en las que nos sentábamos frente al televisor pertrechados de mantas, turrones, polvorones o lo que fuese que completase el ritual navideño de cada cual.
¿Qué película de tu infancia repetiste mil veces y te haría feliz compartir con tus hijos o los de tus amigos o con tus sobrinas estas navidades? ¡Aporta tus ideas y títulos en los comentarios!
Muchos se sorprenderían de la fascinación que producen las películas mudas en los más pequeños, por mucho que algunas tengan casi un siglo de existencia. El tiempo no parece pasar por según qué obras por su dinamismo y cantidad de hallazgos que contienen. Clásicos a los que no alcanza ninguna obsolescencia.
Es el caso de este filme de aquel actor convertido en payaso que había pasado parte de su infancia en un orfanato para niños pobres, y cuya sensibilidad conectaría para siempre con espectadores de cualquier edad. Chaplin llegó a Estados Unidos en 1910 para cambiar la historia del cine para siempre. "Revolucionó el cine cómico tan profundamente como lo había hecho Griffith con el dramático, humanizándolo y proporcionándole una sutileza emocional y narrativa nunca vista", en palabras del historiador Mark Cousins.
Tiempos modernos se puede ver en Amazon Prime Video y está en abierto en Archive.org.
Veinte años tardó Disney en conseguir adaptar la historia de P.L. Travers sobre la inigualable institutriz que venía con el viento del este. Pero los esfuerzos valieron la pena: Mary Poppins se convirtió en la película que afianzó la filosofía del estudio. Fue un auténtico fenómeno que costó 6 millones de dólares y recaudó más de 30, causando sensación entre crítica y público, arrasando en los Oscar con cinco estatuillas —aunque aquella edición la gloria última fuese para otro musical: My Fair Lady—.
Y eso que contaba con personajes como un deshollinador anarquista o una mujer que rechazaba el papel que se le tenía reservado en el hogar para ser sufragista, manifestarse y tirar huevos podridos al primer ministro. Como Tiempos modernos, Mary Poppins merecería libros y libros enteros pero vamos a recomendar dos lecturas: Mary Poppins y el viento del Este, de Manuel Ligero en La Marea, y el ensayo La otra Disney, de Alberto Corona, que contiene un pormenorizado análisis de este maravilloso filme. Para leer mientras tarareamos: "Con un poco de azúcar, esa píldora que os dan…"
Mary Poppins se puede ver, cómo no, en Disney+.
El 18 de diciembre de 1987 conocimos por primera vez a ese niño, interpretado por Fred Savage, que se veía obligado a pasar las vacaciones de Navidad en la cama, acechado por un buen resfriado. También a su abuelo, que acudía a hacerle compañía con un regalo bajo el brazo: un libro. Un cuento de hadas llamado La princesa prometida.
No, este filme de Rob Reiner no pasa el Test Bechdel ni de lejos y sí, tiene más de una lectura conflictiva en múltiples sentidos. Con todo, La princesa prometida es también una película que no envejece más de tres décadas después de su estreno y que remite constantemente a valores universales fácilmente aprehensibles a cualquier generación. El afecto y el respeto, de hecho, se nos transmite aquí como algo que no entiende de clases, razas o géneros. Desde los granjeros Buttercup y Westley hasta el de un abuelo por su nieto, incluso al que existe entre Fezzik —interpretado por André el gigante—, y su inseparable amigo que no paraba de repetir su nombre al son de aquello de "Me llamo Íñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir".
La princesa prometida está disponible en HBO, Filmin y RakutenTV.
Podríamos haber puesto en esta lista Mi vecino Totoro, Ponyo en el acantilado o, en el fondo, cualquier película de Ghibli. Pero si nos hemos decantado por Nicky, la aprendiz de bruja es por la increíble madurez y respeto con la que aborda el universo de una joven de 13 años que busca su lugar en el mundo. Por su fantástica conjugación de los universos adulto e infantil, y por ser un relato profundamente emancipador sobre el valor de ser una misma.
Narra la historia de una joven que al cumplir los 13, como todas las brujas, debe abandonar su hogar durante un año para aprender a valerse por sí misma. Entonces empieza a trabajar como repartidora volando con su escoba. Hasta que súbitamente pierde la capacidad de hacerlo. "Era divertido volar hasta que empecé a hacerlo para ganarme la vida", dirá la joven. Amén de resultar profundamente inspiradora, Nicky está narrada con exquisito gusto, particular tempo pausado y posee las virtudes humanistas del cine de Miyazaki.
Nicky, la aprendiz de bruja está disponible en Netflix.
Un viejo granjero gana un cerdito en un concurso, pero en lugar de servirlo de cena en Navidad le enseña el oficio de perro pastor. Una fábula simplísima y, a su vez, tan efectiva e imperecedera como solo lo pueden ser este tipo de relatos.
Este filme de Chris Noonan tiene más de un mensaje subversivo sobre la capacidad para romper estereotipos y férreas doctrinas de una granja en la que cada animal debe interpretar un papel muy concreto, castigando a quien se sale de la norma. Y aunque su discurso no sea tampoco una orwelliana Rebelión en la granja, la cinta posee una capacidad para contagiar candor absolutamente inigualable, amén de ser una de las mejores películas de la historia del noble subgénero de animales parlantes.
Babe, el cerdito valiente está disponible en Movistar+ y RakutenTV.
Matilda Wormwood es una niña inteligente que intenta hacerse valer en un colegio autoritario y en una familia que la ignora, entre otras cosas por ser mujer. Y lo conseguirá siendo quien es, con la ayuda de unos curiosos poderes telequinésicos.
Con la misma facilidad con la que cualquier texto de Roald Dahl capta la atención de infantes, también genera debates entre adultos. Matilda no es una excepción. Hay que aceptar que la caracterización de personajes como la señoraTrunchbull —masculinización, grosería, fealdad— y la señorita Honey —feminización, candidez y belleza— está tan polarizada que genera evidentes fricciones. Pero en el fondo Matilda narra la historia de una niña que cree en ella misma y no necesita a ningún héroe, menos uno masculino, para combatir las opresiones que recibe en el hogar y en el colegio, que desafía el modelo patriarcal de autoridad de su familia, que no busca el amor romántico y que, además, encuentra su lugar en el mundo apoyándose en una madre soltera y formando una familia en la que la sororidad y la empatía son la norma.
Matilda está disponible en Netflix.
En una pequeña localidad rural de la Norteamérica profunda, en plena Guerra Fría, un extraño objeto cae del cielo. Un joven inquieto descubre que se trata de un robot gigante que se alimenta de metal, y construye con él una amistad peculiar. Solo que la naturaleza alienígena del robot despierta el terror de los lugareños, y hace saltar las alarmas de los militares.
Sin rascar mucho, se podría decir que El gigante de hierro no es más que una fábula antibelicista, y eso ya tendría su mérito. Pero si abundamos en ella descubrimos que también es un filme sobre una madre soltera que lidia con la doble carga del trabajo fuera y dentro del hogar, de un artista que esconde serlo, de un chaval inadaptado que no teme enfrentarse a los adultos si lo que les mueve es la sinrazón y los prejuicios y de un robot que decide luchar contra su programación y escapar de lo que se espera de él a través de la no-violencia.
El gigante de hierro se puede ver en Amazon Prime Video.
En lo esencial podría tratarse de El gigante de hierro versión Disney: también va de un alien que llega a la tierra y entabla amistad con un humano. Solo que esta vez lo que cae del cielo no es un robot sino un bicho peludo, azul y adorable, que conoce a una peculiar niña hawaiana.
Tenía que estar en esta lista por dos razones: porque el entretenimiento audiovisual familiar occidental está marcado por el patrón disneyano —nos guste o no— y porque dentro de esos códigos Lilo & Stitch es, probablemente, la película transgresora de la factoría en lo que va de siglo. A día de hoy sigue sorprendiendo por múltiples razones: empezando por su asumido feminismo y terminando por su militante diversidad, pasando su representación de cuerpos no heteronormativos ni sexualizados, su inaudita empatía o su acercamiento respetuoso a la infancia.
Si disponemos de una tarde por delante pero nuestros hijos aún no tienen edad para realizar un maratón de trescientas horas de viajes por la Tierra Media o siete años de vida de un joven mago con problemas, una opción buenísima podría ser Paddington. Es más: se recomienda verlas sin interrupción y con té y sándwiches de mermelada preparados.
Solo así se descubren las infinitas virtudes de este adorable osezno que llega a un Londres pre-Brexit como un inmigrante ilegal, para demostrar lo mucho que puede aportar a una comunidad británica que ha olvidado valores de educación, integración y diversidad. Una delicia cuya segunda entrega es, si cabe, más imaginativa y genuinamente graciosa que la anterior.
Paddington 1 está disponible en Netflix.