Esta lista, necesariamente incompleta y parcial, pretende ser solo una invitación, un recorrido bibliográfico posible, por algunas de las novedades editoriales –ensayos nuevos y viejos, que van desde el panfleto hasta el reportaje periodístico– que ya se pueden encontrar en las librerías. Porque no, nunca hay demasiados libros sobre feminismo.
“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía. El violador eres tú”. Esta letra coreada, gritada y bailada ha recorrido el mundo en forma de protesta feminista contra la violencia patriarcal. El libro que edita ahora Temas de hoy viene a recordarnos quiénes fueron sus autoras y cuál es el mensaje radical que entrañan sus palabras. Quemar el miedo es un manifiesto y, como tal, su lenguaje es salvaje, directo, repetitivo y con una contundencia en cada palabra que no admite matices. Porque en este caso parecen innecesarios.
“Nosotras nos negamos a seguir siendo cómplices de todo tipo de violencia, opresión e injusticia patriarcal; la misma que expondremos ante ti en este libro”, comienzan a escribir en las primera páginas para recordar que todo activismo necesita, además de un análisis pausado y argumentado extensamente, llamadas a la acción directas, transformadoras y llenas de ira. No por casualidad los títulos de todos los capítulos recuerdan a frases que hemos visto escritas en las pancartas feministas que se lucen días como el 8 de marzo: a favor del aborto, de la construcción de un nosotras y de una historia colectiva, contra el Estado y la alianza criminal entre patriarcado y capitalismo. El colectivo chileno LasTesis quiere quemarlo todo, empezando por el miedo.
Frente a las suspicacias sobre el carácter hegemónico del feminismo que cíclicamente aparecen en la literatura especializada, bell hooks lo tiene claro: el feminismo debe ser un movimiento político de masas. Debe apelar a cuantas más mujeres y hombres sea posible. Pero la horizontalidad de la teoría feminista no se conquista estrechando sus tesis, transformándolas en una serie de principios blandos y generales con los que nadie pueda estar en desacuerdo, sino abriéndose a todas las contradicciones. Y esto significa, antes que nada, no ignorar unos márgenes que nunca son marginales, cruzando la perspectiva de género con la de clase y de raza.
“Estar al margen es ser parte del todo”, escribe hooks en la primera línea de su libro, y reconstruye su propia trayectoria dentro del movimiento feminista para mostrar que son estas diferencias internas lo que hace avanzar la teoría, lo que permite conquistar nuevos espacios y nuevas conciencias. Escrito en 1984, Teoría feminista sigue siendo un desafío a cualquier intento de domesticar las ideas del movimiento y, a la vez, una invitación a pensar en los debates internos como en un camino necesario y enriquecedor.
Se ha descrito este libro, incluso por parte de la autora, como una historia de terror. Y sin duda lo es, porque el episodio que se narra produjo daños irreparables en sus protagonistas, y porque destila miedo a vivir; pero teniendo en cuenta que se trata de una historia real, quizá sería más adecuado tomarlo como una denuncia social: su objetivo es impedir que estas historias de terror se sigan repitiendo. La escritora y periodista rusa Anna Starobinets tuvo que dar a luz a un bebé muerto. Se enteró de que el hijo que esperaba no iba a sobrevivir porque padecía la “enfermedad poliquística” en una consulta con 15 personas mirando su extraño caso. Estaba desnuda, con las piernas abiertas y no escuchó ni un “lo siento” que mitigase la pérdida que acaba de vivir.
A partir de ese instante comienza el relato de un peregrinaje por varias instituciones médicas de su país, donde la interrupción del embarazo es legal en casos como el suyo, pero aún así sigue criminalizado y escondiendo el aborto como si se tratase de una monstruosidad –hasta el extremo de que la autora está a punto de ser encerrada contra su voluntad en una institución psiquiátrica–. Starobinets reúne el dinero suficiente para irse a un hospital de Berlín, donde podrá vivir un parto en mejores condiciones, aunque eso no la libre de la experiencia traumática de la que tardará meses en recuperarse.
Si cada vez es más común que se trate el aborto –ya sea por decisión propia o no– como tema literario, así como el dolor tan poco comprendido y compartido que estas pérdidas producen, en este libro encontramos además una exigencia de restitución: Tienes que mirar grita que nadie es culpable de que el bebé de Starobinets muriera, pero sí de que aquello se convirtiera en una auténtica pesadilla. A ella la salvó el dinero y conocer sus derechos, pero lo que se pregunta la autora, con razón, es qué pasa con las demás, con todas aquellas mujeres que sufren episodios similares, por qué se sigue permitiendo que se desgarren de dolor en la intimidad.
Ángeles Ramírez y Laura Mijares, académicas de prestigio en su campo, exponen en este libro una aproximación para uno de los debates que despierta más interes dentro del movimiento feminista actual: ¿Se puede llevar velo y ser feminista al mismo tiempo? Sin embargo, su propuesta no es juzgar, posicionarse y ni siquiera responder a la pregunta anterior, sino ofrecer un marco de comprensión del contexto que viven las mujeres musulmanas en los distintos países del mundo para que la discusión se lleve a cabo con el rigor y el respeto que merece.
En esta línea, se aclaran, por ejemplo, las diferencias entre términos como velo, hiyab, niqab o burka, y se exponen las dificultades que enfrentan las mujeres musulmanas en Europa, especialmente criminalizadas por la extrema derecha, y el poco interés que ha puesto el feminismo hegemónico en ello más allá de un tratamiento paternalista. Su conclusión, que más que dar una respuesta es una llamada a la conciliación de posiciones, es que el velo puede contribuir tanto a la opresión de las mujeres que lo usan, como ser utilizado para luchar contra ese mismo sistema que lo impone.
En enero de 2015, Chanel Miller tenía 22 años y se fue a una fiesta con su hermana y amigas en Standford. Se despertó al día siguiente en la camilla de un hospital sin su ropa interior, el pelo enmarañado de ramas y con unos pantalones que no reconocía. Un policía la miraba desde arriba mientras le decía que tenían sospechas de que había sido víctima de una agresión sexual. Ella no recordaba nada, pero accedió a someterse a un estudio clínico donde dos enfermeras examinaron su cuerpo con detalle. También recibió un folleto donde se explicaba qué hacer en caso de violación. A continuación, le dieron un nuevo nombre para proteger su identidad: Emily Doe.
Esto es el resumen de uno de los casos de violación más mediáticos de Estados Unidos, que únicamente tuvo como consecuencia una pena de seis meses de cárcel para el culpable, Brock Turner. Miller escribe ahora este libro en primera persona y con su nombre de nacimiento porque se niega a que su identidad quede borrada bajo su condición de víctima. Tengo un nombre plantea no solo los fallos del sistema para asistir a las mujeres que sufren una violación, sino también hasta que punto, como sucedió en España con el caso mediántico de la violación de 'la manada', convertir un relato en el ejemplo por antonomasia de la violencia machista es a la vez beneficioso y problemático para la víctima.
Bajo el contexto de un 8M marcado por la disputa sobre la ley trans, llega el sexto volumen de la colección (h)amor editado por Continta me tienes. Esta vez, centrado en el amor trans visto y vivido desde distintas aristas y transformaciones, pero siempre, como sucede en el resto de volúmenes de la colección, con un lenguaje que sale de las entrañas y que no se somete a las convenciones literarias, ni busca asimilarse al vocabulario normalizador de las mal llamadas ciencias humanas.
En este relato coral, coordinado por Lucas Platero y que aúna un total de trece voces –entre ellas Alana Portero, Pol Galofre, Coco Wiener, Iki Yos o Elsa Ruiz– se parte de la reivindicación del amor, de los cuidados y el placer como elementos esenciales de una vida digna de ser vivida. Las aproximaciones expuestas en (h)amor 6 trans, tratan de responder, o al menos ahondar, en las dificultades que entrañan las relaciones afectivas más allá de las categorías binarias, cuando se superponen la identidad de género, clase, raza, orientación y política sexual.
La rapidez y la fuerza con la que el #MeToo se extendió por la sociedad estadounidense y desbordó por completo el contexto en el que se gestó ha hecho que sus orígenes queden más o menos difuminados. Harvey Weinstein es hoy un símbolo de un Hollywood depredador y patriarcal, que encubre los abusos y justifica una violencia que es sistemática. Pero Weinstein no era en ningún caso un villano cuando Jodi Kantor y Megan Twohey, ambas periodistas de The New York Times, empezaron un reportaje en el que demostraban los abusos sexuales cometidos por el productor contra actrices y trabajadoras.
She said es un intento de contestar a la pregunta: ¿por qué este caso lo cambió todo? ¿Por qué esta historia? La transformación no era necesaria, no era inevitable. Retrospectivamente puede parecerlo: la investigación de Kantor y Twohey ganó el Pulitzer, concentraba tres años de indagaciones, recopilaba centenares de pruebas y entrevistas. Pero con esto no basta para explicar las razones que hicieron del caso Weinstein el catalizador de una transformación global. En She said, Kantor y Twohey vuelven sobre los documentos de la investigación original, aportando nuevos datos, nuevas fuentes y documentos inéditos, no tanto para certificar aquello que ya lograron demostrar en su reportaje, sino para entender y explicar qué hizo que esa anónima tercera persona del singular que ellas utilizaron para proteger a las víctimas llegara a convertirse en una primera persona del plural global para las mujeres.
Un cita de Gloria Steinem que llama a conocer la verdad, aunque esta sea motivo de frustración y enfado, sirve para abrir este libro así como para concentrar su espíritu. La verdad que se cuenta en La doble economía X es que las mujeres, aun en 2021, están en una posición de enorme desigualdad social, cultural y sobre todo económica frente a sus homólogos masculinos. Una verdad que se configura aquí no como la opinión de la autora ni en base a su experiencia personal: La economía Doble X presenta una amplísima investigación que reúne datos de todas las partes del mundo para verificar la amplia extensión del machismo y a su vez, ofrece conclusiones y soluciones.
Con una bibliografía de más de mil obras, la reputada economista Linda Scott –su nombre aparece en el top 25 de Global Thinkers de la revista Prospect– repasa y compara con minuciosidad distintas legislaciones en materia de igualdad, situaciones concretas que se han dado en empresas privadas y multitud de ejemplos que ponen de relieve la insostenibilidad del sistema tal y como lo conocemos. De hecho, esa “economía doble x” que inventa la autora apremia al cambio inmediato, pero no solo en términos de justicia para las mujeres, sino, según ella misma expone, por la absoluta necesidad de trazar nuevas formas de vivir desde una perspectiva feminista si queremos asegurar la continuación de la humanidad en este planeta.
¿Qué tipo de vida enfrenta en un país como el nuestro una mujer cuando además es negra, migrante, trans, lesbiana, tiene una enfermedad crónica o una discapacidad? El segundo libro de la activista y comunicadora Desirée Bela-Lobedde sirve de respuesta a quienes minimizan las consecuencias que tiene para una persona pertenecer a un colectivo sin privilegios, pero aún más cuando suma en su experiencia varias de ellas. La autora huye de las etiquetas como una marca para categorizar en estamentos cerrados a las mujeres gitanas, musulmanas, asiáticas o trabajadoras sexuales y, para ello, utiliza el formato periodístico de la entrevista. De esta forma, todas estas historias que habitan en los márgenes de la norma impuesta por la condición de los hombres blancos heterosexuales, son contadas en primera persona. El título del libro es, en sí mismo, una provocación, pues lo que pretende Bela-Lobedde con este texto es precisamente que el término “minorías” deje de utilizarse para nombrar a quienes tienen una experiencia complicada y determinada de nacimiento por su género, clase, raza y capacidades para designar a aquellos que no quieren seguir siendo el aparte de la normalidad, de una supuesta mayoría.
El libro de Hochschild llega a nuestras librerías 30 años después de su publicación original, convertido ya en un referente en su campo. Al igual que en sus trabajos posteriores, Hochschild parte de su experiencia personal para enunciar un problema que luego abordará objetivamente con las herramientas que le ofrece la sociología. En La doble jornada, la autora explica que la solución que ella encontró para conciliar el cuidado de su hijo recién nacido y su trabajo como profesora era llevarse al niño a la universidad. Pero muy pronto fue consciente que su caso no era una excepción: cada vez más mujeres debían elegir entre renunciar a su carrera profesional o bien abandonarse a una doble jornada extenuante.
A través de una serie de entrevistas y de una investigación minuciosa sobre las transformaciones de la esfera pública en los años 70 y 80, Hochschild cuestiona el imperativo del capitalismo postindustrial que anima a las mujeres a introducirse en el mundo laboral ignorando por completo la esfera de los cuidados y del trabajo no remunerado en el hogar: “descubrí que las mujeres trabajaban aproximadamente quince horas más a la semana que los hombres. Al cabo de un año, trabajan un mes más, con jornadas de veinticuatro horas”. El problema es que 30 años después de su publicación, incluso cuando se ha aceptado su categoría de “doble turno” como una realidad cotidiana, apenas hemos avanzado en la revalorización de los cuidados como una dimensión fundamental de la vida humana y de la reproducción social. El libro de Hochschild sigue siendo tan actual como en 1989: parece que lo único que ha cambiado es que ahora resulta mucho más grave ignorar sus conclusiones y seguir celebrando y ensalzando a las mujeres “que pueden con todo”.