Pese a llevar años creando, no fue hasta marzo de 2020, en pleno confinamiento, cuando se planteó recopilar sus textos poéticos: el resultado es un primer trabajo escrito en verso libre y con un tono profundamente intimista, que aborda temas como la salud mental, el desamor o la precariedad. "Este poemario abarca mis grietas mentales y también las que arrastra tanta gente", explica la autora, que este sábado presentará Café Sola en el Teatro del Barrio. "Mi poesía nunca ha estado tan cargada de protesta, es más un reclamo del yo, pero hay cosas dentro de ese yo que responden a una problemática común, aunque se trate de algo muy personal".
"No quería crear algo bonito, quería tratar las cosas con la crudeza con la que las he vivido", afirma Luque, incidiendo en la intención de reflejar problemáticas como la salud mental de una forma directa. "El monstruo y yo nacimos a la vez /el mismo día y del mismo vientre", escribe, con relación a la depresión. "Acostumbramos a leer un tipo de literatura que romantiza la salud mental", asevera, contenta por el hecho de que la salud mental "ahora esté sobre la mesa en el panorama político". Poemas como De poniente critican la medicalización precoz de los trastornos mentales, un proceso que ella misma vivió "durante un tiempo en el que no había nada de luz".
Aunque Café Sola tenga un carácter marcadamente autobiográfico, los temas que lo vertebran pueden ser interpretados en clave generacional: además de las vivencias relativas a la salud mental, la precariedad, la soledad y el desamor también están presentes en los trabajos de poetas jóvenes como Rosa Berbel, Rocío Acebal o Carlos Catena, integrantes de una nueva poesía social que plasma la rabia y desesperanza de una generación que solo conoce la crisis, como apuntaba la periodista Clara Morales en InfoLibre.
"Los pequeños artistas y artistas autogestionados tenemos una realidad muy precaria, he querido mostrar el filo que tiene este mundillo: te dicen que encuentres de lo tuyo o busques un curro ‘normal’, aunque ninguna de las dos opciones tiene realmente salida", opina Luque, que retrata esa dicotomía en poemas como Un aplauso, donde "me pregunto si de verdad quiero ser esto / o si lo que me gustaría es subirme en el metro". "Vivir para trabajar o trabajar para vivir, es a lo que está sometida la clase obrera", sostiene.
"Entendemos nuestro trabajo en IRA como una herramienta de difusión, aunque luego aprendimos a reivindicar y reclamar lo que hacemos como arte, para el activismo ya están las asambleas de nuestros barrios", opina Luque sobre la línea difusa que separa la producción artística de su militancia antifascista y feminista, una visión similar a la que expresó en varias ocasiones Gata Cattana, la rapera y poeta fallecida en 2017, a quien Luque cita en Café Sola junto a autores como Ángel González, Gabriel Celaya o Luis García Montero. "También me obsesioné con Gloria Fuertes, a la que siempre nos venden con la etiqueta de poeta infantil", recuerda.
¿Cuál es la principal diferencia entre componer rap y escribir un poema? "La música y la poesía me parecen procesos muy distintos, en la poesía es todo mucho más caótico, soy menos perfeccionista que en la música, aquí nadie manda, ni siquiera yo", afirma Luque, que mantiene su proyecto musical en solitario, Elvirus, de forma paralela a su trabajo con IRA. "En el rap, la rima ya es una condición, aquí solo intento mantener cierta métrica; aunque sea verso libre, no todo vale".
Café Sola puede leerse de un tirón: es una confesión sincera con la que resulta fácil identificarse, en ella se mezclan lo personal y lo político, lo común y lo íntimo. "Siempre acabo tomando café sola / así es exactamente como empieza", escribe Luque en el último poema. Al contrario que durante la época a la que pertenecen estos textos, en su vida actual hay mucha más luz, la suficiente como para dejar fuera algunas creaciones que no encajaban con el tono dramático de este primer trabajo, porque, "para 2020, el peor año de la Humanidad, yo ya estaba remontando".