Corresponden a la Enciclopedia de Buenos Ratos de las Escritoras, un proyecto que la protagonista desarrolla a la par que narra una historia de amistad entre dos mujeres antagonistas. La novela sigue así dos caminos entrelazados, mientras que la voz de la narradora salta de la primera a la segunda persona, casi con un estilo epistolar. Está basada en hechos reales, aunque con carga de ficción y fantasía como se advierte desde la síntesis de la contraportada del libro. Folguera, que además de escritora, dramaturga y directora de escena, es la directora artística del Teatro Circo Price de Madrid ha hablado con elDiario.es sobre mitologías, influencias, literatura y escritoras disfrutonas (en la intimidad).
Su novela está basada en hechos reales, en una amistad que dura diez años hasta que llega la pandemia. ¿En qué momento decide que ha llegado el momento de escribirla, cuál es el impulso?
Es una novela que se ha reescrito varias veces, soy una escritora de procesos lentos. Había una versión antigua de 2019, con la que no estaba contenta y en 2020, una vez que se acababa de estrenar el espectáculo de Elena Fortún que hice para el Centro Dramático Nacional, decidí retomarla. Empecé desde cero y decidí que un eje de la novela iba a ser la amistad entre dos mujeres antagónicas, que antes había tenido un papel más secundario. La investigación de la protagonista sobre la escritura de una Enciclopedia de Buenos Ratos de Escritoras sí que ya estaba en versiones anteriores y decidí que sería el otro eje. Empecé a escribir en la primavera de 2020, con la decisión de ubicarla en el presente, así que la pandemia no estaba prevista como parte del argumento pero apareció y fue recibida.
Elena Fortún está muy presente en el libro, es casi un hilo conductor y el tono de la novela recuerda a su estilo. ¿Está su escritura influida por ella?
Sí, Elena Fortún es una de mis influencias más importante, imprescindible. Empecé a leerla de pequeña y fui descubriendo posteriormente los libros de Celia que escribió en la madurez, más trágicos y con un realismo que me parece súper interesante. Y luego llegaron estas nuevas ediciones de su obra inédita. Así que es normal que mi escritura tenga algo de reflejo de ese aprendizaje pero no lo he hecho de manera consciente ni es un ejercicio de homenaje hacia su estilo. Solo es que me interesa mucho esa mirada realista que tiene pero que también está impregnada de fábula y de poesía. Y también su amor por el idioma castellano. Reflexiona mucho sobre el lirismo del castellano sencillo, popular y me identifico mucho con eso.
¿Realmente ha trabajado en la Enciclopedia de los buenos ratos de las escritoras o solo es una idea?
No existe como obra, es una metaficción. Me fascinan las obras que nunca existieron pero que están contenidas dentro de otras ficciones. Como El tratado de la comedia de Aristóteles de En el nombre de la rosa, que desencadena toda la oleada de crímenes del convento. Lo que yo sí que he hecho es investigar sobre Elena Fortún para proyectos previos y sobre Carmen Martín Gaite, por ejemplo. Me llama mucho la atención cómo se construye o construimos entre todos esos mitos del escritor solitario, de vida bohemia, la escritora de vida trágica y lo difícil que es encontrar datos hedonistas o de placer de las autoras. Sobre todo de las españolas, porque las anglosajonas llevan delantera cultural en ese sentido. Pero la enciclopedia de momento no existe.
¿Y por qué se ha centrado tanto la investigación en los detalles más trágicos de la vida de las escritoras?
Porque venimos de una cultura y de una tradición en la que lo femenino se construía desde el sacrificio a los demás, en la entrega, en el facilitar el funcionamiento de las estructuras. Esto confluye además con nuestra cultura católica, en la que el placer está visto desde la culpa o desde la pérdida de tiempo. En los testimonios de mujeres de generaciones anteriores es muy raro encontrar la celebración de los buenos ratos vividos. Se ocultan o se cuentan con deseo de disminuirlos o de pedir disculpas.
Zenobia Camprubí y María Lejárraga hablan de 'egoísmo' cuando recuerdan sus buenos ratos, sienten inmediatamente la necesidad de culparse. Carmen Martín Gaite lamenta su tendencia a la tertulia y a la dispersión pero su gran riqueza como autora era la capacidad que tenía para la escucha y su ámplia curiosidad. Es lógico y comprensible que le gustara mucho conversar y participar en tertulias. Pero ella cuando se explica a sí misma como escritora, necesita culparse, explicarlo como falta, como pecado. Y no digamos ya Elena Fortún, que pidió que su libro Oscuro sendero, en el que podemos acceder a sus deseos más profundos, se destruyera. Están contados, por supuesto, en clave de sufrimiento y en ningún caso tiene que ver con el empoderamiento femenino tan contemporáneo.
¿Qué pensaría Elena Fortún de que ahora se hayan publicado tanto Oscuro sendero como su correspondencia íntima? Ella siempre quiso preservar su privacidad
También Virgilio en su lecho de muerte quiso que se destruyera La Eneida. Oscuro sendero estaba acabada, guardada y cuidada y cuando demandó que se destruyera lo hizo un poco como de pasada. Su círculo de más confianza creo que decidió que era demasiado importante como para destruirla. Y ese círculo ha ido haciendo un relevo de décadas, han querido esperar al momento idóneo. No lo han sacado a toda costa ni con ánimo de airear trapos íntimos sino de la forma más adecuada. Lo que trae la literatura a este mundo es la capacidad de conexión y de comunicación entre generaciones distintas y merece la pena que la escritura salga a la luz si va a ser bien escuchada. Y creo que ahora hay buenas interlocutoras para estos descubrimientos.
Es la directora artística del Teatro Circo Price de Madrid: ¿Cómo ve el futuro del sector después de la pandemia?
La cultura está como siempre haciendo un ejercicio de resistencia y de adaptación. En el caso de los teatros y de los espacios hemos vivido cierres y restricciones. En ese sentido ha sido muy interesante leer sobre los tiempos de la peste, cuando se cerraron teatros en Sevilla o Londres y tocó aguantar, padecer, porque la cultura está sostenida sobre lugares de encuentro, sean las librerías, las salas de teatro o los circos. Creo que se hace un esfuerzo de solidaridad y de buena organización y pienso que ha sido ejemplar el esfuerzo que se ha hecho en toda España en relación con la seguridad en los espacios culturales.
Y sobre el futuro, la cultura es una especie de reflejo, de acompañamiento y de búsqueda de vías de salida pero va de la mano de la economía y de los cambios sociales. Irá ofreciendo espacios de descanso, de sanación mental, de interlocución, de correspondencia. Un libro o unas palabras escritas en 1600 te pueden dar fuerza para afrontar el día de hoy. Y esas palabras y esos libros están cuidados a la vez por grupos de resistencia que van tomando el relevo de generación en generación y eso, afortunadamente, seguirá pese a las pandemias y a las crisis.
Si en el futuro alguien recogiese la idea de hacer la Enciclopedia de los Buenos Ratos de las Escritoras y la incluyese a usted, ¿qué le gustaría que dijese?
[Ríe] A ella le gustaba mucho caminar, estar en casa con amigos, poner canciones, cantarlas y bailarlas. Le gustaba mucho la música de décadas anteriores como Las Grecas, Adriano Celentano y Concha Piquer.