Otro de los datos más relevantes que se desprenden del estudio es que entre los instrumentistas de estas orquestas sólo el 33% de las sillas del escenario está ocupada por mujeres. Y en el caso de las solistas la cifra cae hasta el 23%. El estudio señala también entre las orquestas más masculinizadas a la Filarmónica de Málaga y la Simfònica del Vallés, con tan solo un 25% de mujeres en sus plantillas, frente a la más feminizada, la Real Filharmonía de Galicia, con un 43% de mujeres intérpretes.
La Asociación ha cotejado con las orquestas la composición al detalle de sus componentes y ha descubierto que la sección de cuerda es la que más representación femenina tiene, con un 42% de presencia. En las secciones de vientos ellas no pasan del 16%. Los violines y las flautas son los instrumentos que cumplen la paridad, con un 49% de mujeres violinistas y flautistas. Violas y violonchelos también están próximos a la paridad y llegan al 44%. Las secciones de contrabajos están muy masculinizadas, ellas representan un 9% de los intérpretes. Pero es en trombones (un 2%), trompetas (un 6%) y percusión (10%) donde apenas verán mujeres. Frente a estas cifras, ellas son el 100% de las intérpretes del arpa.
“No me sorprenden nada estos resultados, no son un invento de cuatro locas, así es el sector de la música: más machista que masculino”, dice Marisa Machado, compositora y ex subdirectora del INAEM hace más de una década. Estudió percusión y recuerda que eran dos mujeres en un grupo de treinta. Les advirtieron que no esperaran ser seleccionadas para formar parte de una orquesta. La fuerza patriarcal repercute incluso en el uso de instrumentos como el violonchelo, que hasta hace nada, cuenta Marisa Machado, una mujer no se lo podía poner entre las piernas. El violín era impudoroso que se lo colocaran en el cuello y debían apoyarlo en la rodilla.
La música académica está llena de prejuicios machistas como dejó claro Zubin Mehta, en unas declaraciones de 1970: “Simplemente, creo que las mujeres no deberían estar en una orquesta. Se vuelven masculinas. Los hombres las tratan como iguales… No me gusta, y nunca me gustará, la idea de agrupar a hombres y mujeres en las orquestas y otros grupos instrumentales. Una mujer hermosa distraería a los otros músicos y una fea a mí”, aseguraba el director de orquesta indio.
Ahora, como compositora, Marisa Machado tampoco lo tiene fácil: asegura que lleva seis años tratando de estrenar en el Teatro Real La regenta, con libreto de Amelia Valcárcel, “pero nada”. “Si revisas la programación del Teatro Real sólo encontrarás hombres. Es inaceptable que las instituciones públicas ignoren la Ley de Igualdad de esta manera”, añade Machado, que participó en el informe que realizó la asociación Clásicas y Modernas junto con la Fundación SGAE en 2017, en el que se desveló que sólo el 1% de las obras programadas por las orquestas sinfónicas españolas eran de mujeres. De ahí que, para romper con el duro techo de cristal, Machado defienda las cuotas como un elemento imprescindible para la igualdad.
Otro elemento clave para la igualdad: los biombos en las audiciones de intérpretes. La primera “audición a ciegas” sucedió en 1952, gracias a la Orquesta Sinfónica de Boston. El procedimiento se fue instaurando en los EEUU y en la actualidad un 55% de las nuevas contrataciones de mujeres se atribuye a este tipo de pruebas que han hecho crecer la igualdad. “Cuesta mucho quitarse todo ese patriarcado de encima”, dice Pilar Rius, compositora, intérprete de guitarra y presidenta de AMM. Los biombos, dice, despejan las dudas sobre la calidad de las intérpretes. La calidad es el criterio más recurrente del patriarcado para dejar fuera a las mujeres en las artes: “La objetividad es difícil y los prejuicios machistas no ayudan”, añade. Rius echa de menos la visibilidad del árbol genealógico musical, los referentes que deberían guiar a las nuevas vocaciones femeninas.
“En España se hacen audiciones a ciegas, pero no siempre. En la Orquesta de Valencia desde hace poco”, cuenta Pilar Parreño, música y autora del informe de AMM. Le gustaría investigar la evolución histórica de la incorporación de las mujeres a las orquestas españolas, porque es una reacción reciente. “Este informe es un diagnóstico que nos indica dónde estamos y que el 33% de los intérpretes sean mujeres no es lo deseable. Ten en cuenta que sólo hay una mujer trombonista en España, es Deanna Dee Decker, estadounidense, en la Orquesta Sinfónica de Tenerife”, añade Parreño.
En el nuevo estudio también hay motivos para la esperanza. “Las mujeres hemos conseguido hacernos un hueco en este difícil mundo de las orquestas. Estamos en un momento dulce, pero a la vez muy peligroso por lo sutil de la discriminación”, puede leerse en la investigación de AMM. María Antonia Rodríguez es la gerente de la Fundación Baluarte y de la Orquesta sinfónica de Navarra, quiere mirar los datos desde el lado más optimista. Recuerda Rodríguez que cuando entró en 1986 en la sinfónica de la Comunidad de Madrid era la única mujer en vientos de metal: “Ahora lo extraño es que no veamos más mujeres y antes lo extraño era ver a una. Llevamos muchos años de desigualdad total, pero la sociedad es cada vez más abierta y la educación que se da a los hombres es mejor. Ya no nos ven como objetos de deseo. Poquito a poquito, mejoramos”, sostiene.
Rodríguez fue flautista solista en la orquesta sinfónica de RTVE durante casi tres décadas, se formó en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y hoy, según el informe, en su especialidad instrumental sólo un 6% son mujeres. Sin embargo, la gerente de la Orquesta sinfónica de Navarra abrirá y cerrará programa de la temporada 21/22 con directoras: Alondra de la Parra, en la apertura, y Ana Rakitina, en el cierre al frente de la orquesta. “Esto hace cuatro años era impensable”, dice María Antonia Rodríguez. A pesar de ello en la composición de su orquesta las mujeres serán un 33% y los hombres un 67%.
Un informe de la asociación Women in Music descubrió una de las cifras más reveladoras de la desigualdad en este sector: de los 1445 conciertos de grandes orquestas sinfónicas celebrados en 2017 sólo 76 incluyeron al menos una pieza compuesta por mujeres. Y de entre todas las obras que se tocaron, más de 3.500, sólo el 2,3% fueron hechas por compositoras. Cuando la compositora Jane Merryl se presentó como candidata a la Orquesta Sinfónica de Boston ‘Los Pops’, le dijeron que “tenía que tocar como un hombre” y hacerse valer como un hombre. “La verdad es que seguimos viviendo en un mundo patriarcal y a pesar de que como mujeres seamos capaces, tenemos que serlo en muchos aspectos para ser reconocidas y aceptadas”, contó Merryl a la ONU en un informe que detalla la desigualdad en la industria musical. De hecho, de las 20 orquestas clásicas más reconocidas de los EEUU, sólo una está dirigida por una mujer.