En estos 34 años, el texto ha vendido más de medio millón de ejemplares en todo el mundo y se ha convertido en una referencia mundial en el campo de la evolución humana: se ha llegado a afirmar que su trascendencia es comparable a la de El origen de las especies, de Charles Darwin. Eisler apremia a desprendernos de la mirada patriarcal con la que hemos estudiado la historia de las relaciones humanas no solo como una forma de justicia, sino como el único camino posible para imaginar mejores futuros. 

Mientras que concebimos los cuentos y mitos como herramientas morales que contienen un mensaje concreto, la historia se presenta como una disciplina objetiva, ¿es así realmente?

La historia no es una disciplina objetiva, ni mucho menos; solo hace falta ver cómo la historia oficial de los Estados Unidos está comenzando ahora a incluir las vidas de los esclavos afroamericanos, de los pueblos indígenas y de las mujeres, y todavía contando con ellos solo en los márgenes. Necesitamos cambiar la lente a través de la cual miramos la historia, darnos cuenta de que se ha utilizado para transmitir normas, formas de vida y valores morales. Esto requiere que los historiadores usen una lente más amplia, una que ya no margina o simplemente ignora a la mayoría de la humanidad: mujeres y niños. Esta es la lente holística del estudio que me condujo hasta El cáliz y la espada y libros posteriores.

¿Por qué cree que conocer el pasado desde esa perspectiva holística es imprescindible para constituir nuestro futuro?

Para sentar las bases de una forma de vida futura más eficaz, más justa y menos violenta debemos prestar atención a todo el sistema social sin marginar a nadie. El uso de este enfoque al estudiar el pasado nos permite ver que en nuestro sistema de valores de dominación se devalúa todo lo considerado femenino, como el cuidado, la atención o la no violencia. Observar únicamente cómo funciona nuestra vieja economía, historias y lenguaje nos atrapa haciéndonos pensar que este sistema es normal, cuando, en realidad, devaluar el trabajo que sostiene la vida es anormal, patológico, y tanto la teoría capitalista como la socialista han reforzado este pensamiento defectuoso, relegando el cuidado de las personas y de la naturaleza, y separando el trabajo reproductivo del productivo.

Entre los muchos hallazgos de la historia que revela en el libro, resulta devastador cómo se implantó la idea de que solo existía recogido por derecho el vínculo de los hijos con el padre pero no con la madre, mera receptora de los hijos de su esposo. De hecho, aún sobrevive esa cultura cuando los niños reciben por sistema solo el apellido paterno...

Todos hemos heredado esta forma de pensar, donde lo que se considera la norma ideal para los hombres se convierte en la norma ideal para todos. Nuestro sistema económico, ya sea capitalista o socialista, se construyó conforme con este hombre como norma universal, incluida nuestra definición de trabajo productivo, que todavía se enseña en las escuelas de economía sin incluir el trabajo de cuidados en los hogares.

Hay que considerar que ni Smith ni Marx incluyeron el trabajo femenino, cuidar a los niños, enfermos y ancianos, como trabajo productivo, ni tampoco advertían sobre el cuidado de la naturaleza. Mantener un entorno limpio y saludable era para ambos un trabajo que debía hacerse de forma gratuita. Una vez más, la buena noticia es que estamos comenzando a ver políticas gubernamentales y comerciales que brindan cierto apoyo para este trabajo humano esencial, como los permisos de paternidad remunerados y la atención médica universal. Pero esto es solo el comienzo: tenemos que reconstruir nuestras reglas, recompensas y prácticas económicas. 

También expone que a las estatuillas femeninas paleolíticas se las sexualiza al interpretarlas desde un marco patriarcal actual. Pero ¿es acaso posible hacerlo de otra forma? ¿Podemos llegar a saber realmente cuál era su intención?

El problema es que los arqueólogos, como dices, proyectaron su cosmovisión sobre lo que descubrieron. Es cierto que no podemos saber cuál era la intención de este arte, pero sí hay cosas que podemos entender al juntar varios de los descubrimientos hechos y compararlos. Por un lado, estas figuras femeninas estaban estilizadas de manera concreta, no tenían rostro y las capacidades de dar y sustentar la vida inherentes a los cuerpos de las mujeres se resaltaron deliberadamente: tienen el pecho grande y posiblemente están embarazadas. Así que está claro que no eran una forma de pornografía antigua, como se ha sugerido. Algunos expertos reconocieron esto y sin embargo, una vez más atrapados en el paradigma de la dominación que devalúan a las mujeres y sus cuerpos, decidieron llamarlas 'muñecas'. Esta es también una interpretación absurda.

Pensemos en la Venus de Laussel, que está tallada en la boca de una cueva: no podría ser una muñeca portátil. Además tiene una vulva claramente grabada y en la otra mano sostiene una luna creciente con doce muescas: el número de los ciclos lunares y de los ciclos menstruales de la mujer. Por lo tanto, aunque es posible que nunca sepamos todos los detalles, sí podemos concluir que la mujer fue una figura clave para una historia religiosa y espiritual en la que la menstruación de las mujeres y los ciclos de la luna se celebraban en los santuarios de las cuevas.

A pesar de estos descubrimientos, no cree que esas sociedades fueran matriarcales: las mujeres no tenían más poder sobre los hombres. ¿No es inevitable que existan siempre relaciones de poder entre los individuos?

Siempre existen relaciones de poder entre los individuos, pero la forma en que se define el poder es diferente en los sistemas de dominación y asociación. El título El cáliz y la espada usa dos metáforas diferentes para explicar el poder. La espada es un símbolo del poder de controlar, dominar, quitar la vida; así es como se define el poder en las sociedades orientadas a la dominación. El cáliz es un símbolo del poder de dar, nutrir e iluminar la vida; esta es la norma general para el poder en sociedades orientadas a la asociación.

Hoy vemos señales de un cambio; por ejemplo, las feministas hacen una distinción entre 'poder sobre' y 'poder con', y en la literatura corporativa, el buen gerente o líder ya no se define como un policía o controlador, sino como alguien que inspira y facilita. Nuestro paradigma o cosmovisión está cambiando, al menos para algunas personas. Pero debemos ir más allá y dejar atrás el conocimiento convencional sobre nuestro pasado, presente y las posibilidades de nuestro futuro, y esto requiere también dejar atrás nuestras categorías sociales convencionales.

¿Cuál cree que es la alternativa?

En primer lugar hay que dejar atrás las viejas categorías con las que todos estamos familiarizados, como derecha o izquierda, religiosa o secular, capitalista o socialista, oriental u occidental, y mirar el mundo a través de la lente de la escala de asociación o dominación. Esto es esencial: no podemos resolver problemas con el mismo pensamiento que los creó. Y los psicólogos lingüísticos nos han dicho durante mucho tiempo que las categorías proporcionadas por el idioma de una cultura canalizan nuestro pensamiento. Por ejemplo, como categoría social específica de género, solo se nos da el patriarcado y el matriarcado, ya sea que gobiernen los padres o las madres, sin asociación o alternativa gilánica.

En su libro explica que hubo un momento de caos o desequilibrio en nuestra historia que cambió el sistema de forma abrupta para dar lugar algo totalmente diferente, ¿vivimos ahora un momento similar?

Eso es, gracias a la teoría del caos y de la dinámica no lineal sabemos que en los periodos de desequilibrio económico, social y ambiental los sistemas pueden cambiar de manera fundamental. Esto sucedió cuando la revolución industrial se aceleró, después de la Edad Media religiosa, con su Inquisición, las cruzadas, la quema de brujas, la tortura pública, etc. Después vimos muchos movimientos desafiando las tradiciones de dominación que se decía que estaban ordenados por Dios. Ahora parece que vivimos el paso a una era posindustrial. Sin embargo, como señalo en los dos capítulos finales de El cáliz y la espada, esto no significa que nos espere con seguridad un futuro basado en la asociación. El sistema de dominación que acompaña el alto nivel de desarrollo tecnológico parece lógico que esté llegando a su fin, pero podría llevarse también con él a nuestra especie. 

Aunque este libro nos llega por primera vez traducido al español, en realidad se publicó en 1987 y ha generado un impacto enorme. Allí afirmaba que seguía habiendo razones para la esperanza, ¿lo sigue pensando?

Lo cierto es que el libro ha tenido un impacto: se ha filtrado en la conciencia. Aunque el movimiento ha sido lento y desigual, marcado por regresiones periódicas a la dominación. Para cambiar esto y seguir avanzando se requiere una nueva forma de pensar: un nuevo marco conceptual de sistemas integrales de la escala social de dominación-asociación. 

Mis razones para la esperanza, que aún se mantienen, están basadas en la abrumadora evidencia que tenemos ahora de que durante milenios la evolución cultural humana fue en una dirección de asociación, que la guerra tiene como máximo 10.000 años y que las mujeres y hombres vivían como iguales. Pero tenemos que ser agentes activos de esa transformación, difundiendo esta evidencia. Debemos demostrar que estas cuestiones no son solo cuestiones de mujeres, sino sociales y económicas fundamentales y que, a menos que les prestemos una atención especial, seguiremos teniendo regresiones cada vez más peligrosas.