La de Agustí Villaronga era una de las películas más esperadas en Málaga. Se trata de un autor que con Pa Negre (2011) ya fue capaz de atraer a un público mayoritario sin renunciar a su personalísima mirada. Con El vientre del mar adapta un capítulo de Oceano Mare, una novela de Alessandro Baricco, inspirado a su vez en una historia real: el naufragio de una fragata francesa frente a las costas de Senegal, en 1816, y el ejercicio de supervivencia de los náufragos perdidos en mitad del océano. Es el naufragio que reflejó Géricault en La balsa de La Medusa.
Cuenta Villaronga que conoció el relato hace una década, y que intentó adaptarlo al teatro, pero fue rechazado. Hace un año y medio volvió a la carga, y tenía incluso los actores: Darío Grandinetti y Eduard Fernández. Pero la pandemia volvió a frustrar el proyecto. En pleno confinamiento en Mallorca, decidieron lanzarse al agua sin asidero y un presupuesto de unos 400.000 euros. El resultado es una película muy emocional, con anclaje forzoso en el teatro. "Contar solo en imágenes un hecho como este es muy difícil. El teatro se mantiene con la abstracción, casi de escenografía teatral, porque no podíamos hacerlo naturalista".
No hay aventura en un naufragio, sino horror, locura y muerte. La desgracia pone a los náufragos ante los demás, en una lucha por su propia supervivencia, pero sobre todo ante sí mismos. "Yo suscribo el texto de Baricco, cuando dice que esta gente queda inconsolable. Cuando el destino te da dos bofetadas bien dadas, no quedas normal", señala el director. Quienes han experimentado el dolor que aquí se cuenta han llegado a la verdad, pero ya nunca sanarán.
El vientre del mar cuenta un hecho histórico, pero funciona también a nivel alegórico y como doloroso recordatorio de que los naufragios ocurren hoy, apenas a un puñado de kilómetros del hotel donde se celebran las entrevistas del festival. Se trata de hacer comprender al espectador que lo que ve es un horror cercano. En 2020, 1417 personas murieron o desaparecieron entre las costas de Túnez, Libia, Argelia y Marruecos, de un lado del Mediterráneo, e Italia, España y Grecia, del otro, según el proyecto Missing migrants, de la Organización Internacional de las Migraciones.
"Hace poco leí el relato de un superviviente de una patera, que venía de Malí. Tenía un paralelismo enorme con los diarios de Savigny, en los que se inspiró Baricco", comenta Villaronga. "Si a la gente le hablas de algo de 1816 parece que ya pasó, pero está pasando hoy. Gente que sea sensible con este tema les afectará, a otros la película les parecerá una estupidez". La película engarza tanto con el presente, que un figurante tuvo que abandonar el set de rodaje por el recuerdo punzante de su propia experiencia.
La película se sostiene sobre el eje del enfrentamiento de sus dos protagonistas, con resonancias de la lucha de clases: el médico Savigny y Thomas, el timonel, diferentes en su manera de abordar la desgracia, pero igualmente marcados para siempre por ella. "Las cosas malas hay que saber vivir positivamente con ellas. Ellos quedan tocados. Son heridos", explica el director. A ambos les une el impulso de supervivencia. Les separa que solo en uno se atisba el amor.
"Mi personaje es la supervivencia enfocada en el amor. Se aferra al amor a la vida y la belleza", detalla Òscar Kapoya, que debuta en el cine. "Yo nunca creí que Savigny sea malo o con malas intenciones", comenta Roger Casademont, que lo interpreta: "Se ve obligado a tomar decisiones por el cargo: para salvar el máximo de vidas posibles tengo que sacrificar otras. Es una decisión que tiene sus consecuencias. Va a soportar ese peso toda la vida".
¿Y cuál es la emoción que domina? Villaronga se toma una pausa larga, para responder todo seguido: "Que el destino acaba siendo una apisonadora, para bien y para mal. Es como si el hombre tuviera una herida, que se ensancha o cura según las vivencias que tengas. A mí me emociona la película, hay momentos que me hace llorar. Es el hombre ante la naturaleza, el mar, desvalido, ante el mar. La indefensión ante el destino y lo que no sabemos. Somos muy poquita cosa".