Los tres trabajadores de Teatros del Canal con los que ha logrado hablar este periódico prefieren quedar en el anonimato por miedo a perder sus puestos de trabajo. Dibujan una situación “caótica” e “insostenible” desde octubre de 2019, cuando la coreógrafa Blanca Li fue elegida por Rivera de la Cruz, sin concurso de buenas prácticas, para dirigir una de las unidades escénicas más importantes del país. A la nueva directora se le concedieron todos los deseos: pidió una subida del salario de 70.000 euros de la anterior directora, Natalia Álvarez Simó, a 100.000 euros anuales. Y lo más importante: Blanca Li no estaría en Madrid para dirigir el centro. Lo haría desde París, donde vive desde 1992. Marta Rivera de la Cruz aceptó estas dos condiciones y el aumento económico en otras dos partidas que ello provocaba: 32.000 euros anuales para gastos derivados de la programación y otros 35.000 euros más para sus viajes y estancia en Madrid. Casi 170.000 euros anuales, que duplican los gastos de la anterior dirección.
No es la primera vez que el sector del teatro denuncia la mala gestión de Marta Rivera de la Cruz. Si ahora las críticas vienen desde la unidad pública, hace dos años fue Jesús Cimarro, dueño del Teatro La Latina y representante de los productores teatrales madrileños, quien acudió a la Asamblea de Madrid para suspender públicamente a la confidente de Isabel Díaz Ayuso, cuando Rivera de la Cruz militaba en Ciudadanos. Cimarro acusó a la consejera de falta de transparencia, de falta de empatía y de falta de compromiso con el sector durante la pandemia.
Tres años después, los empleados de Teatros del Canal relatan las consecuencias de la decisión de Marta Rivera de la Cruz. “En el teatro nunca sabemos si viene o no. Pasa un día a la semana o uno cada dos. Sabemos si puede atendernos o por dónde anda mirando su cuenta de Instagram. Es muy ambigua al comunicarnos cuándo viene o no. Nos dice que va a venir a resolver problemas y luego no aparece. Otros días aparece sin avisar, y entonces todos los equipos tenemos que improvisar y competir por su atención para dar soluciones a la gestión. Te tiene esperando porque no hay citas organizadas, es un caos”, relata uno de los trabajadores del centro.
“Ha llegado a estar un mes sin aparecer. Y si está ensayando una de sus producciones en alguna de las aulas de danza que tenemos, es como si no estuviera. Con esto quiero decir que estar físicamente en Canal no siempre significa que atienda a su equipo o a las compañías. Es vox populi entre las compañías que Blanca Li nunca contesta al teléfono y no responde a los correos electrónicos”, añaden las fuentes. Al parecer, las compañías terminan llamando a los empleados porque no pueden contactar con ella. “Estamos haciendo su trabajo. Nos tiene al límite. Si lo comparas con Albert Boadella o Natalia Ávarez Simó, esto es un auténtico caos”, añaden.
Además, aseguran que Blanca Li se comprometió hace tres años a firmar todos los lunes los pagos a proveedores. La propia Comunidad de Madrid inventó una fórmula para que la bailarina pudiera firmar telemáticamente un PDF, desde París. “Podría hacerlo desde su casa, pero no lo hace. Los trabajadores le presentamos los documentos, pero no firma y los pagos están paralizados y las compañías no cobran. A los proveedores les exigimos urgencia pero les pagamos tarde porque Blanca Li no firma. El problema es que a ella no le importa su equipo ni las compañías. Esto debería ser automático, es básico”, explican con detalle.
“La directora artística firma las facturas con regularidad y no está habiendo retrasos en el pago a proveedores más allá de los puntuales en cualquier institución. De hecho, no hemos recibido ninguna queja por parte de ningún proveedor, ni tampoco ninguna queja al respecto de ningún trabajador”, responde Blanca Li a través de su jefe de comunicación. La directora artística de Teatros del Canal asegura que “no está ausente”. Asegura que cuando “circunstancialmente” no puede estar presente en alguna reunión concreta, sigue en contacto con su equipo y con el coordinador general de la UTE. “No hay desajuste alguno, ni mucho menos ausencia”, aseguran Blanca Li y su jefe de comunicación.
Gracias al Portal de Transparencia, este periódico ha podido saber que en 2021 facturó vuelos entre Madrid y París por valor de casi 5.000 euros, entre marzo y septiembre, tal y como refleja la factura número “15”, firmada en noviembre de dicho año y entregada por la coreógrafa y bailarina a la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. En 2020, además de los viajes, pasó compras de libros, entradas para espectáculos en Francia, la adquisición de un disco duro y una reparación de un teléfono. Blanca Li ha alquilado un apartamento a media hora de su puesto de trabajo, en la zona del estadio Santiago Bernabéu, por un coste de 2.420 euros mensuales, tal y como refleja la factura entregada a la Consejería de Cultura en diciembre de 2019.
Este periódico ha preguntado a la Consejería de Cultura si sabe cuántos días pasa la directora en los Teatros del Canal. “No es trabajo de esta Consejería controlar dónde se encuentran en cada momento sus distintos directores artísticos, siempre que cumplan satisfactoriamente con la tarea que se les ha encomendado. En el caso de Blanca Li, lo hace de forma más que satisfactoria”, asegura el equipo de Marta Rivera de la Cruz. ¿La ausencia de la directora genera problemas de gestión en la unidad? “No entendemos a qué ausencia te refieres”, responden desde la Consejería de Cultura.
El equipo de Teatros del Canal se reúne al completo todos los viernes. Son cerca de 15 personas y en esa reunión las diferentes áreas hablan de los estrenos de la siguiente semana, que ocupan cuatro salas. Hay muchos problemas que prever y entre ellos se coordinan para evitarlos. “Blanca Li nunca ha venido a las reuniones de los viernes. El problema es que se había comprometido a hacerlo con la UTE que gestiona el espacio. Trabajar así es para cortarse las venas. Ella no está y no se entera. Muchas decisiones no se pueden tomar porque ella tiene que dar el visto bueno”, denuncian.
“Como puede imaginar, los estrenos de los Teatros del Canal se prevén con muchísima más antelación que unos cuantos días. Esas reuniones de las que habla son encuentros de carácter técnico mantenidos por la UTE para tratar detalles menores que pueden afinarse a una semana vista”, asegura Blanca Li y su equipo. “La directora artística está en permanente contacto con el equipo en todos los ámbitos. En un contexto, en el que, además, todos estamos perfectamente preparados para trabajar a distancia de manera virtual con perfectos resultados y optimización”, añaden.
Cuentan los trabajadores que en la Consejería de Cultura “lo saben todo y se lo están permitiendo”. Lamentan que Marta Rivera de la Cruz no quiera hacerse cargo de esta crisis, a pesar de que la Comunidad de Madrid es la dueña del teatro. Apuntan que la programación es un popurrí sin dirección y que posiblemente sea fruto de un hecho llamativo. “Nadie nos ha contado el proyecto que tiene Blanca Li en la cabeza. Nunca nos han enseñado el proyecto por el que supuestamente fue seleccionada. Lo único que quiere es rellenar espacios, sin criterio”, sostienen.
“Blanca Li quiere que haya muchas cosas en el teatro, a la vez. Pero luego no está ahí, al pie del cañón, para hacer el seguimiento. No resuelve los problemas que surgen todos los días. Es una improvisación constante, en una dinámica de saturación de programación. Su propuesta responde a que haya muchas cosas y mucha gente, porque queda bien y da imagen de sitio artístico y creativo. Pero no hay calidad ni rigor ni coherencia en la programación. Es un horror vacui. La semana pasada estrenamos seis piezas y una de ellas era una producción polaca de la que no sabíamos absolutamente nada, salvo que tiene escenas de sexo explícito”, cuenta una de las trabajadoras.
La UTE está formada por las empresas imesAPI y Salzillo, de Murcia, especializada en gestión de carreteras y señales de tráfico. La Consejería de Cultura concedió con medio año de retraso la gestión de Teatros del Canal, en junio de 2021, pero ya han comunicado al Comité de Empresa que quieren desvincularse del contrato porque las cuentas no les cuadran. La multiprogramación de las salas ha saturado al público. Blanca Li no cierra la programación anual en febrero. Hasta junio mantiene el año abierto y eso genera unos gastos con los que la UTE no había previsto.
Los problemas surgen continuamente, pero Blanca Li “no contesta”. “No se hace cargo y todas las tareas se alargan y se eternizan y se va acumulando todo hasta el último momento”, denuncian los empleados. Las consecuencias que señalan son el estrés, el mal ambiente, las situaciones imposibles con las compañías. “Hay que cambiar un horario de la sala negra porque se oye la función en la roja y no lo había previsto, ha programado dos conciertos de música tecno el mismo día porque no está pendiente, hay problemas con contratos porque hay compañías que exigen equipamiento técnico que no tenemos, problemas técnicos y hay que suspender...”, la enumeración de contratiempos sin resolver continúa.
En enero Blanca Li decidió despedir al director Técnico de Teatros del Canal, Manuel Fontanals, que llevaba en su cargo desde 2008, un año antes la inauguración del espacio. Este periódico se ha puesto en contacto con Fontanals y confirma que el día cuatro de enero de 2022 entró en su despacho, encendió el ordenador, introdujo su clave y no pudo acceder. Lo habían “desconectado” sin previo aviso. Fue a ver al gerente de la UTE, que le entregó la carta de despido. La justificación de que le dieron escondía una mala relación de Li con su director Técnico. Durante una semana, el centro siguió sin nadie en el cargo hasta que contrataron a Paco Leal, nombrado por Mariano de Paco y también murciano. El pasado uno de septiembre la empresa comunicó que Leal dejaba de prestar servicio. Ahora en el cargo está Braulio Blanca, un técnico de luces sin experiencia conocida en el cargo.
Para Jazmín Beirak, diputada en la Asamblea por Más Madrid, hay un problema de fondo en los Teatros del Canal: la designación de la dirección artística nombrada a dedo y no con el respaldo de los profesionales independientes. De esta manera, cree Beirak, esperaban cierto prestigio y no les importó que no tuviera experiencia en la gestión de un teatro público. “La consecuencia es que no existe un proyecto para los Teatros del Canal”, dice la diputada.
“Los Teatros del Canal son la mejor metáfora de este gobierno y su relación con la cultura: incapaces de licitar su gestión del tiempo, censores de aquellos contenidos que no corresponden con su línea ideológica y ningún interés en garantizar que cumplen con la misión de un teatro público”, añade Jazmín Beirak. Desde el PSOE, la diputada Manuela Villa cree que es un centro que funciona sin autonomía de poder político, como hemos visto con el caso de Paco Bezerra: “Por otro lado, la dirección artística no está elegida por concurso público y eso deja en entredicho la objetividad de Blanca Li”. Su contratación es política, dice Villa, y eso hay que reformarlo para aquellas instituciones que aspiren a ser profesionales.