Aquí la minoría no son solo los queer, las mujeres negras, sino también los caníbales. Los dos adolescentes protagonistas sienten el placer de comer carne humana, y en esa peculiaridad se encontrarán el uno al otro en un país que no tiene un sitio para ellos. Una película en la que vuelve a confiar en Timothée Chalamet —con quien ya trabajó en Call me by your name— y por la que ganó el premio a la Mejor dirección en el pasado Festival de Venecia. Una adaptación de una novela para adolescentes que en sus manos se convierte en un cóctel que escapa a cualquier etiqueta y que surge de mezclar el cine de género con una gran historia de amor.
¿Qué sintió cuando leyó la novela en la que se basa?
No leí la novela. Leí el guión antes, y leyendo el guión me sentí empoderado por la belleza de la escritura de Dave Kajganich. Me impresionaron mucho estos personajes y cómo su soledad y su sensación de abandono me interpelaron. Sentí que quería estar con ellos y que sabía cómo darles vida. Y también sabía con quién quería darles vida, porque al leer el guión tuve inmediatamente la sensación de querer a Timothée Chalamet como protagonista. Algunas semanas después, pensé en aquella actriz maravillosa que había hecho una gran película llamada Waves, Taylor Rusell. Era la persona adecuada para interpretar el papel. Ese guión me provocó todas estas intuiciones.
Los protagonistas son gente en los márgenes, aislados, algo que le suele interesar en sus películas.
Digamos mejor que están abandonados.
Pero ama ese tipo de personajes, ¿por qué?
Bueno, creo que es por mi atracción por los desvalidos y por las personas que no han elegido conformarse con estar en el centro de las cosas. Creo que hay algo cierto y revelador en la idea de la soledad, que está unido a la forma en la que yo me siento de alguna manera en ciertos aspectos de la vida. A veces todos somos gente solitaria o necesitamos estar solos.
Viendo la película me acordé de Malas tierras, de Terrence Malick, no sé si era una de las referencias que tenía en mente.
Pensé mucho en el hermoso trabajo de William Eggleston, un artista americano que realizó fotografías increíbles al paisaje americano, a las carreteras secundarias. Creo que fueron mi guía principal.
Sí que le he leído decir que admira mucho el trabajo de Néstor Almendros como director de fotografía.
Por supuesto. Néstor Almendros, Vilmos Zsigmond… Eran maravillosos, artistas inmensos que fueron capaces de visualizar las contradicciones entre la inmensidad y la belleza en América en las películas que hicieron durante su carrera, especialmente en los años 70. Almendros en particular fue capaz de mostrar lo invisible con su arte. Además, hay algo en su trabajo que es que nunca construye imágenes… como decirlo… opresivas, sino que todas son liberadoras.
¿Esas contradicciones de América fueron por lo que situó la historia en la época de Ronald Reagan?
Realmente fue una idea del guionista, y yo estuve de acuerdo porque creo que estaba en la línea con mi nostalgia por un periodo en el que estaba creciendo, como la protagonista, pero al mismo tiempo las políticas de Reagan fueron de expansión de la riqueza y dejaron a la gente atrás. Quería mostrar lo que eso significó.
Sus películas hablan sobre la identidad, esta también, ¿por qué le interesa tanto?
No sé si es la identidad. Lo que más me conmueve creo que es el deseo del individuo, me interesa más el inconsciente de los personajes que describo. Lo que queda fuera, lo que no sabes que sabes. O lo que sabes que no sabes. No creo que se trate de identidad. Creo que las políticas sobre la identidad son moda para el consumo. Estoy más interesado en el deseo.
En We are who we are, su serie, había un personaje transexual, aquí muchos han definido al personaje de Chalamet como queer, ¿no cree que sí que aborda la identidad sexual?
Es que, de nuevo, creo que eso es una forma muy anglosajona de pensar que quizás no comparta, sinceramente. Creo en el deseo y creo en el comportamiento. Creo en cómo se comportan las personas y cómo expresan a veces un desconocimiento sobre cuáles son sus deseos. Me gusta el prueba y error. Prefiero eso a la certeza de saber qué es lo que tienes que hacer.
Es una película rodada de forma casi austera, sin largos planos secuencia ni aspavientos.
Déjame decirte algo. Cualquiera puede venir con la idea de hacerte un plano secuencia de 20 minutos sin cortes que se mueva por todos los sitios y emocione. Eso no es dirigir. Eso es, de alguna manera, dañino, un escaparate narcisista de lo que crees que es una gran idea. El cine trata sobre lo invisible y lo visible.
Aunque esta sea una película sobre una relación de amor, tiene la peculiaridad del canibalismo, lo que podría decirse que, de alguna forma, es su segunda incursión en el terror.
Sí, las películas de terror, las buenas, tratan sobre las ansiedades del mundo contemporáneo. Las películas que aguantan el paso del tiempo y se convierten en clásicos pueden hablar sobre tus ansiedades 40 años después de que se hicieran.
¿Era fan del cine de género de pequeño, qué películas le asustaban?
Me gustaban mucho los personajes de las películas de Romero. Me acuerdo que cuando tenía 10 años, quizás 11, proyecté una copia con mi proyector de super 8 de Dawn of the dead, de Romero, para mis compañeros de clase, y los chavales empezaron a llorar y gritar. Estaban aterrorizados. Huyeron y llamaron a sus padres. Se montó un buen escándalo.
Hasta los huesos es, en el fondo, una historia de amor, ¿cuáles son las historias de amor que más le han emocionado en el cine?
Me encanta el cine de Roberto Rossellini, sobre todo Te querré siempre, que trata de una pareja en crisis que tienen que ir a Italia para heredar una casa y venderla, y luego volver a casa y separarse. Se separan durante el viaje y luego se encuentran el uno al otro a lo largo de este viaje en el que se dan cuenta de la necesidad del otro, pero al mismo tiempo de la imposibilidad de encontrar a ese otro. Es muy hermosa. Es probablemente mi película favorita. Debo decir que todas las grandes películas son historias de amor. Hay una película de Almodóvar a la que suelo volver mucho, La flor de mi secreto. Es una especie de lección sobre el duelo, sobre la pérdida del otro y la ilusión sobre el amor que nos construimos nosotros mismos. Es una película tan hermosa... y es una película muy Rossellini, que, por cierto, homenajea de una forma muy bella a Te querré siempre en el momento en que Leocadia se pierde y entra en medio de esta huelga de los estudiantes y casi se desmaya, y el chico que está enamorado de ella la encuentra y la lleva a un lugar para que se recupere. Así que esas dos películas van de la mano para mí.
Vuelve a trabajar con Timothée Chalamet, ¿cómo ha madurado como actor, ha encontrado alguna diferencia?
Él tiene la belleza de quien esta creciendo y madurando. La belleza de poder jugar con su personalidad pública para hacer grandes cosas y encontrar inspiración en conversaciones con grandes artistas. Es una fuerza de la naturaleza.
Ya tiene terminado su siguiente proyecto, ¿es adicto al trabajo?
Sí, soy un workaholic, lo que es casi una adicción también. Si hago una desintoxicación, podría encontrar el consuelo de no trabajar y estar un poco más tranquilo. Quién sabe, quizás algún día, probablemente.
Sigue queriendo dirigir un remake de Scarface, ya hizo el de Suspiria… No le da miedo rehacer obras maestras.
Me ofrecieron hacer un remake de Scarface, sí, pero, ¿por qué debería tener miedo? ¿Cuántas veces has ido al teatro a ver Hamlet? A veces es un gran Hamlet, y a veces no lo es, pero Shakespeare puede ser hecho nuevamente por alguien que permita comprender cosas que el espectador no entendió la vez anterior. Creo que lo que cuenta es el punto de vista, no la originalidad de la historia. Todas las historias se han contado desde… yo qué se, La Biblia o el Mahabharata. La humanidad siempre ha encontrado maneras de contar historias. No se trata realmente de la originalidad. Ya no hay películas originales, se trata del punto de vista. Lo que cuenta es el punto de vista del director.