Jackman estuvo a punto de protagonizar una versión teatral de una de las obras de Zeller, pero finalmente el proyecto no salió adelante. Tras ver El padre leyó el libreto de El hijo y sintió “la necesidad de hacer ese papel de forma compulsiva”. Sin pensárselo dos veces le mandó una carta al director, que justo estaba buscando reparto para la adaptación cinematográfica de su obra. “Sé que estás trabajando en la adaptación de esa obra. Si ya estás bailando con otro actor perdona mi carta. Pero si no, me encantaría tener una conversación contigo”, decía su mensaje. “Sentí que era un mensaje muy honesto, con mucha verdad, me sorprendió mucho y me conmovió su humildad”, recordaba Florian Zeller desde el Festival de Venecia, donde la película compitió por el León de Oro.
Quedaron por Zoom (la pandemia todavía estaba presente), y ocho minutos después Zeller paró la conversación y le dijo a Hugh Jackman que quería que fuera él. “No tenía pensado tomar ninguna decisión ese día, pero pasó algo invisible. Lo sentí. Era un guion que trataba algo profundo y me importaba y no quería a alguien que fingiera emociones. Tuve esa intuición y fue la mejor decisión que pude tomar, porque el proceso ha sido muy intenso pero lleno de verdad y de alegría. Me siento muy agradecido de que quisiera hacerlo y seguirme. Trabaja como un bailarín, de una forma muy técnica, controlando todo y esta historia era la de un hombre perdiendo el control y por eso tomamos la decisión de no ensayar y saltar directamente a lo desconocido y hacia emociones que podrían sobrepasarnos en el rodaje, pero que había que agarrar y abrazar para compartirlas con la gente”, explicaba Zeller delante de Hugh Jackman.
En El hijo da vida a un hombre con una vida perfecta, abogado, de clase alta, con un hijo adolescente junto a su expareja y una nueva compañera sentimental. Todo se desmorona cuando la salud mental de su hijo empieza a resquebrajarse. Ahí saldrán todos los tics de un hombre que cree tener todo bajo control. Una masculinidad centrada en no mostrar los sentimientos, un padre castrador —un maravilloso Anthony Hopkins— que ha trasladado a toda su familia su frustración y dolor, y la incapacidad de entender lo que ocurre. Un padre que, en sus formas de ayudar, acaba arrastrando al adolescente hacia un abismo.
Jackman confesó delante de Zeller que se hubiera enfadado si no hubiera logrado el papel. Un personaje que le tocaba dentro por “su miedo e impotencia”. “Me entregué de forma honesta al personaje y descubrí cosas sobre mí a través de este proceso”, añadía. Jackman es padre de dos hijos, y la salud mental en los adolescentes es un tema que le toca de cerca y que ha ido creciendo en él, especialmente desde la pandemia. “Es muy fácil pensar que cuando tú eras joven no hacías esas cosas, pero hay que entender por lo que esta generación de adolescentes está pasando. Hay muchas cosas diferentes, desde una pandemia hasta la crisis climática. Hay mucha ansiedad en los adolescentes”, opina.
El actor se quedó tocado tras leer un artículo en un periódico australiano que contaba que “uno de cada cuatro adolescentes australianos había contemplado terminar con su vida en el último año”. “Están sucediendo muchas cosas en esa generación que tal vez sean difíciles de entender para la nuestra y a eso se suma la impotencia de los padres, esa tensión de no saber si los tienes que seguir sosteniendo o dejarlos ir. Esa tensión esencial está siempre con tus hijos hasta la adolescencia, pero justo ahí se hace más complicado cuando hablamos de problemas de salud mental”.
Aunque este papel suponga un giro dramático y uno de los papeles más adultos de su filmografía, Jackman nunca se ha sentido “encasillado”. “Hubo una temporada, creo que 2003 o 2004 en la que solo me daban películas de acción, pero para mí siempre fue una sorpresa hacer cine de acción, porque yo siempre había hecho teatro. También fue una sorpresa comenzar a hacer musicales. Nunca había cantado antes de mi primer musical. Nunca he elegido deliberadamente este tipo de cosas ni lo hacía para mandar un mensaje a la gente y decirles que no era un ‘actor de acción’ o ‘un actor de musicales’. Siempre me ha gustado la variedad y me encanta hacer cosas diferentes, eso es algo que disfruto, y ahora soy más instintivo con mis elecciones y el mejor ejemplo ha sido este papel”, decía desde Venecia.
Ahora lo mira todo desde una posición privilegiada en una profesión que considera “muy insegura”. “Nunca sabes hacia dónde se dirigen las cosas. En otros trabajos firmas y sabes que tienes trabajo durante cinco años, pero aquí asumes diferentes proyectos todo el tiempo y tienes que confiar, y encontrar ahí el equilibro entre el trabajo y la vida familiar es realmente importante. Yo veo mi viaje como actor como algo personal, como un viaje de crecimiento. Por eso me metí en la interpretación, porque quería encontrar respuestas a las preguntas más importantes de la vida, no por la idea de ser famoso o por tener éxito, eso nunca me interesó”, subraya sobre una profesión que le ha convertido en una estrella, y hasta en un superhéroe —un papel que retomará en la nueva entrega de Deadpool—, pero que no siempre le ha valorado tanto como actor.