Una película donde Cusí muestra esa naturalidad aplastante que tiene y que es una de las cosas que más cuestan en el cine. Sonar sin imposturas, trasmitir verdad en la charla aparentemente más trivial.

También es un duelo interpretativo el que mantiene junto a Alberto Amman en Upon entry, donde dan vida a una pareja que es parada en la frontera de EEUU. Un tenso duelo dialéctico que tiene en común con la anterior película el tema de la confianza dentro de la pareja. La última es El fantástico caso del Golem, la locura que han dirigido los Burnin Percebes, amigos de la actriz, que se lanzaría a una piscina vacía por ellos. Su humor surrealista pero costumbrista que ya mostraron con La reina de los lagartos compite ahora por la Biznaga de Oro.

A pesar de que coinciden los tres proyectos, Bruna Cusí deja claro que hay que desmontar “el engaño de que uno hace su propia carrera”. El 92% de los actores no viven de su profesión en una industria donde “a veces no puedes escoger mucho y aparece lo que aparece”. En su caso, la experiencia le ha mostrado la importancia de, precisamente, decir que no. A veces a propuestas tentadoras. Lo de este año, con tres películas, es una excepción. Tres proyectos que se han juntado y dan una sensación que puede ser distorsionada, ya que son cosas “que han coincidido, pero luego hay épocas que no son así”.

La experiencia y los tiros pegados le han hecho confiar en su instinto y defender “lo importante que es saber decir que no”. “No me arrepiento de las cosas a las que he dicho que no, porque al final este trabajo, o al menos mi forma de verlo, es que cuando estoy en algo me implico al 100%, y vas a estar muchos meses de tu vida haciendo una película, y luego hay que promocionarla, así que cada vez medito más las cosas que me van a hacer feliz. Lo medito todo en base a eso. Pienso si en ese proyecto lo voy a pasar bien, porque una carrera es algo tan vulnerable que hay que cuidarse un poco. Yo pienso si me veo disfrutando el personaje, si voy a estar bien rodeada, bien dirigida… cada vez tengo más en cuenta este tipo de cuidados”, explica.

En su carrera incluso ha preferido “estar un tiempo sin trabajar”, pero decir que sí a esos proyectos que la van a hacer feliz. “Hace un par de años dije que no a una película que me ofrecía mucho dinero, y en ese momento no tenía nada en el futuro. Yo estaba escogiendo vivir con menos dinero, o incluso tener que ponerme a trabajar en otra cosa, pero era un proyecto que sabía que no iba a estar bien ahí”.

Tanto en Tregua(s) como en Upon entry hay mucho espacio para el intérprete, y eso le gusta. Dos guiones que son máquinas bien engrasadas y donde ese combate verbal es fundamental. De su naturalidad dice que el truco es fácil, “eso es técnica”. “Todo es técnica y luego intuición y corazón, porque yo no sé hacer las cosas sin ponerle la emoción. Lo paso muy mal cuando no me creo el personaje. Me ha pasado en series que tenía que defender un personaje en el que no creía y notaba que me estaba costando mucho que quedara real o natural. Tengo que confiar mucho en el personaje para eso, pero sí, hay una técnica y hay una dificultad en hacer una cosa natural. Hay mucho trabajo detrás, mucha formación”.

En Tregua(s) también hay un retrato irónico del mundo del cine. De hecho, su trama se desarrolla en el hotel donde tienen lugar las entrevistas del propio Festival de Málaga y en el que se hospedan los actores y actrices. En la primera versión de guion todo estaba más embellecido, pero Bruna Cusí le dijo al director, Mario Hernández, que “estaba un poco idealizado”. “Yo llegué allí para decirle no, no, no, esto lo vamos a cambiar, porque esto no es así, porque producción no te paga las cervezas de la nevera, te las pagas tú. Entonces sí que estaba muy abierto a escucharme y a mí me apetecía que se vieran un poco también las luces y las sombras de la industria. Y sí que es verdad que un festival lo disfrutas, pero hay una cara B de todo esto que quise añadir”.

Para ella era importante mostrar esa otra cara de la moneda, la que no se suele mostrar. La gente cree que el cine es solo alfombras rojas y lujo, cuando eso es solo una parte que, además, muestra una imagen distorsionada. “El glamour es un poco el cartón piedra de esta industria. Al final esto es una semana de tu vida. El otro día un amigo me decía que qué guay que me venía al Festival de Málaga, y yo le dije que esto son unos días como una especie de fantasía, pero que yo luego vuelvo a mi día a día. Creo que desde fuera a veces nos hacemos un flaco favor enseñando esta cosa lujosa de las galas y los festivales, porque no tiene nada que ver, y con lo difícil que es levantar una película, rodarla, hacerla…entiendo que se hace para darle un aire de celebración, pero creo que a veces distorsiona un poco lo que realmente es nuestro trabajo”, zanja.