La serie, que se había estrenado en Antena 3 con un éxito moderado, demostró que una ficción española podía convertirse en un fenómeno mundial. Netflix renovó la serie y sus continuaciones fueron absolutos pelotazos en todos los países. Aquello abrió la lata de la producción original. No solo para Netflix, sino también para el resto de rivales. Amazon, HBO, Movistar Plus+… todos se pusieron las pilas para poder luchar en un mundo que empezaba a ser hipercompetitivo y que impuso un tipo de contenido muy industrial que apostaba por las grandes producciones en vez de por el cine diverso e independiente.
Las consecuencias de aquello se viven ahora, y así lo deja claro el informe realizado por el Observatorio del Audiovisual Europeo que ha analizado cómo ha cambiado la producción de contenido original en los países de la Unión Europea de 2011 a 2021. Lo hace tanto a nivel global como por países. El informe aclara que se refiere a contenido original, lo que engloba tanto a ficción como a documentales, pero también concursos y talk shows. Su análisis se centra también en la forma en la que esa producción original se divide en cada lugar para poder ver si son las cadenas públicas las que están empujando la creación o han sido las plataformas las que lo han hecho.
A nivel global la gráfica es clara. El aumento en producción original ha sido casi constante, pero mientras que hasta 2015 el crecimiento medio fue de 1,4%, a partir de ese año fue del 4,7%. No es casualidad que aquel curso fuera el que Netflix se instalara en muchos países europeos, entre ellos España. La gráfica muestra la esperada caída en la producción original en 2020 por motivo de la pandemia, pero también cómo, tras el gran auge del consumo desde casa, la producción ha dado un empujón. De los 12.700 millones que se invirtieron en Europa en contenido original en 2011, se ha pasado a los 17.400 invertidos en 2021.
El caso de España es uno de los más destacados en el informe, que subraya explícitamente que “España es comparativamente el principal beneficiario de las inversiones de las plataformas”, a la vez que se ha “asentado el papel del Reino Unido como mercado líder en la producción de contenidos originales europeos”. Los datos de España llevan la contraria a lo que se observa en el resto de países europeos. El porcentaje de producción original que aportan las cadenas públicas es el más bajo de la lista de los 10 países más importantes: solo un 14%. Muy lejos, también, de la media europea, que se encuentra en el 41%. Las televisiones públicas francesas aportan un 42%, mientras que en los Países Bajos el porcentaje es de un 61% y en Dinamarca se marca la cifra más alta, un 74%.
El bajo porcentaje de España se explicita en el propio informe: “Un nivel comparativamente bajo de inversión por parte de las cadenas públicas en España se compensa, en cierta medida, con inversiones superiores a la media de las plataformas globales en el país”. Ahí viene la otra cara de la moneda, España es el país europeo en el que la inversión en contenido original por parte de las plataformas supone más porcentaje del total. Un 37%, muy lejos del 16% de media europea y muy por encima de Países Bajos, que tiene el segundo puesto con un 23%, 14 puntos por debajo de la cifra española.
El Observatorio del Audiovisual Europeo también analiza ese 16% de media europea y muestra cómo es Netflix la que está produciendo más de la mitad de todo el dinero de las plataformas. De ese 16%, un 9% es de ellos; un 4% es de Amazon; un 2% de Disney+ y un 1% de HBO Max. En millones de euros serían 1.580 millones los que aportó Netflix en 2021; por los 750 de Amazon; los 250 de Disney y los 200 de HBO.
Una de las consecuencias del bajo porcentaje de aportación de las cadenas públicas viene explicado en el informe, que hace referencia a cómo se están enfrentando a “restricciones de sus presupuestos” en varios países del continente. Al ver el reparto del dinero en España, se ve que el modelo es completamente antagónico al del resto de países y a los datos promedios europeos. Mientras que el porcentaje medio de todos los países se divide de la siguiente forma: cadenas públicas, un 41%; cadenas privadas, un 43% y plataformas, un 16%; en España lo público y las plataformas se intercambian los papeles quedando de la siguiente forma: cadenas públicas, un 14%; cadenas privadas, un 49%; y plataformas, un 37%. Según el informe, en España se dedicó a contenido original 1.500 millones en 2021, de los que 555 fueron invertidos por las plataformas; 210 millones por las cadenas públicas y 735 millones por las privadas. El estudio también señala que España es el segundo país donde más ha crecido de media la producción de contenido original desde 2011, con un 7%.
La inversión masiva de las plataformas se ha visto reflejada en los contenidos que llegan a los usuarios, pero también ha tenido un reflejo en las apuestas por parte del Gobierno, cuyos esfuerzos desde hace años han ido dedicados a crear y potenciar lo que llamaron el ‘hub audiovisual’, una iniciativa que ha reforzado gracias a los Fondos europeos de recuperación, transformación, y resiliencia. Su apoyo a las plataformas también quedó manifestado de forma clara en la polémica Ley Audiovisual, que mantuvo la definición de producción independiente que pedían estas y las cadenas privadas en vez de la defendida por el sector de la producción independiente.
El motivo de la polémica era, precisamente, la transposición de la normativa europea a través de la cual las plataformas iban a tener la misma obligación que las cadenas privadas en producir cine español. El cambio de definición hacía que la obligación de hacer cine independiente de Netflix, Amazon y compañía quedara diluida, ya que una producción de Netflix encargada a la filial cinematográfica de una cadena privada, por ejemplo Buendía, de Antena 3, valía para cumplir la cuota. Es decir, se favorecía un cine industrial por encima de un cine diverso, arriesgado y en lenguas cooficiales, que era lo que se pedía proteger en la ley.
El director Jonás Trueba explicaba en una entrevista en elDiario.es el riesgo de que la voz dominante en la producción original de un país la tenga una plataforma, y manifestaba su preocupación por la Ley Audiovisual que favorecía esta tendencia. Creía que, de alguna forma, las plataformas estaban “comprando” a los autores. “Hay mucha gente en nuestra industria que está contenta porque tiene trabajo, porque de pronto está todo el mundo haciendo series o películas de estas plataformas. Y por un lado te alegras de que la gente tenga su trabajo, pero luego tiene que haber un espíritu crítico con respecto a quién nos está pagando las películas. Si además eso implica que se comen todo el pastel y hacen desaparecer, ya no digo las salas de cine, sino en este caso ya directamente a los cineastas independientes, porque nos quieren poner a todos a su servicio, decidiendo ellos lo que quieren hacer. A lo mejor Scorsese tiene la suerte de que le conceden hacer su película soñada, pero es una excepción, no nos engañemos. A los que no tenemos ese nombre o esa fuerza no nos van a dejar hacer eso. No nos van a ofrecer ese cheque en blanco”.
El director de Quién lo impide o Todas las canciones hablan de mí señalaba cómo puede afectar este modelo a la diversidad. “El problema es que el Gobierno llega y nos dice, ¿de qué os quejáis? Porque en el fondo están atrayendo dinero, atrayendo inversión y generando puestos de trabajo. Y es verdad, pero se olvidan completamente de desde dónde hacemos las películas y de quiénes las hacemos, y que la diversidad cultural pasa porque no solo elijan las películas los ejecutivos o los productores de las plataformas, sino que podamos ser productores, directores y guionistas independientes. El Gobierno yo creo que ha mostrado una ignorancia total, una falta de sensibilidad evidente con respecto a esta idea del cine y la diversidad cultural”, añadía. Este informe confirma que, como temía el cineasta, el modelo de producción de contenido original se ha invertido totalmente en España y actualmente está mayoritariamente en manos de empresas internacionales que realizan apuestas efectivas que maximicen la rentabilidad.