La apuesta de la desarrolladora japonesa Capcom por una actualización que respeta todos los hallazgos del original demuestra, en un momento en el que las remasterizaciones están más que nunca a la orden del día, por qué este modelo de innovación acotada a terrenos conocidos es rentable. Pero, ¿esta nueva incursión en una perturbadora España vaciada de la mano de Leon S. Kennedy, protagonista del segundo Resident Evil, aporta algo a un videojuego que sigue vigente y cuyo impacto es atemporal?
A pesar del éxito inicial de la franquicia Resident Evil, a comienzos de los 2000 la explotación de la saga mediante el lanzamiento constante de títulos había reducido su capacidad inventiva. Con el objetivo de darle un giro, en Capcom pasaron por diversos prototipos —el primero de los cuales dio lugar a Devil May Cry— hasta que Shinji Mikami, director de la primera entrega, entró en escena. A él se debe la vista desde detrás del protagonista, tan habitual hoy en día, pero que supuso una revolución entonces.
“Fue el videojuego que sentó el precedente para los shooters en tercera persona al implementar la cámara al hombro, facilitando mucho la jugabilidad”, explica Nora Kaals, escritora y colaboradora en la web especializada Todas Gamers, quien asegura que le gusta el cuarto juego “precisamente porque sabe mezclar terror y acción”. Para el periodista cultural John Tones, la franquicia pudo centrarse en la acción al superar las “limitaciones técnicas y el planteamiento que tenía hasta entonces, más orientado al terror, la exploración y los puzles”.
“La primera vez que lo jugué me llamó la atención el giro en las mecánicas y el importante salto técnico, visualmente lo recuerdo muy impactante”, rememora. Es normal, pues en 2005 salió para GameCube Resident Evil 4 con un detallado entorno interactivo, unos controles más dinámicos y una trama llena de excesos en la línea habitual de la saga. Todavía hoy se le achaca, con razón, la responsabilidad de que la franquicia dejase de lado el survival horror para centrarse en la acción.
En cualquier caso, es innegable que ha sentado cátedra, definiendo los videojuegos 'triple A' posteriores y marcando propuestas conocidas como Uncharted o The Last of Us, que beben de su historia lineal, su progresión a través de pequeños rompecabezas y su focalización en los disparos. Además, fue un éxito de crítica inmediato, pues obtuvo una calificación de 96 sobre 100 en Metacritic. Por eso, desde su llegada a PlayStation 2 hasta su cercana publicación en realidad virtual para Meta Quest 2, cada reedición ha sido igualmente bien recibida y era cuestión de tiempo que apareciese un remake para una nueva generación.
En la obra original Leon S. Kennedy viaja a una España rural muy… peculiar. Aunque el productor Hiroyuki Kobayashi ha asegurado que se trataba de “algún lugar de Europa” sin definir, es más que evidente la inspiración en la península ibérica —en concreto, los rumores señalan como referente al pueblo soriano Montejo de Tiermes—, ya solo por el idioma que utilizan los personajes, que chapurrean español con frases extrañas pronunciadas con un acento latino difuso, lo que ha dado lugar a memes que han perdurado en el tiempo, como el famoso “detrás de ti, imbésil” que repetían los habitantes en los primeros compases del juego.
Kaals y Tones concuerdan que se trata de un apreciado elemento de “comedia involuntaria”, no necesariamente un factor determinante para su éxito entre los usuarios españoles, pues la franquicia era lo suficientemente conocida entonces a nivel internacional. Por supuesto, el remake ha solucionado esta y otras confusiones a la hora de mezclar culturas hispanohablantes, de modo que ha “perdido esa gracia extraña que tenía el juego original”, según comenta el periodista. Aún con todo, afirma que “la única manera de preferir el doblaje original es que lo disfrutaras en su momento y sea una cuestión meramente nostálgica”.
De ese modo, Resident Evil 4 Remake, en su llegada a PC, PlayStation 4 y 5 y Xbox Series X|S, ha intentado incluir frases más realistas, Luis Sera ha pasado a apellidarse Serra y hasta han diseñado con fidelidad las pesetas, moneda en el juego porque, a pesar de que la acción transcurre en 2004, el euro no ha llegado a esa zona, quizá una señal de que lleva tiempo infectada, quizá un error de documentación dejado como guiño al juego original. Además, tanto el mencionado Luis como Ashley Graham, la hija del presidente estadounidense, han experimentado ligeras reescrituras para convertirse en secundarios con mayor entidad. “Tampoco creo que en la versión original hubiera nada que fuera intolerable, simplemente se ha modernizado”, matiza Tones, que recalca cómo ahora este tipo de personajes —en especial Ashley, a quien hay que proteger— funcionan “de otra manera”.
Esta actualización de Resident Evil 4 se diferencia de las anteriores remasterizaciones en que modifica más aspectos del juego, aunque se mantiene fiel a su esencia, respetando los ambientes tenebrosos, los jefes finales desafiantes y la apuesta por el humor a través de los diálogos. “Me pareció un juego muy divertido y que no se tomaba en serio a sí mismo”, recuerda Nora Kaals sobre su primera experiencia con él, un pensamiento habitual entre sus seguidores.
Junto a los detalles mencionados, una mejora de la interfaz y una opresiva ambientación, es la jugabilidad lo que consigue amplificar la sensación adrenalínica, transformando todavía más si cabe esta propuesta en una centrada en la acción. Entre los cambios más sonados están la virulencia con la que atacan los Ganados, el modo sigilo y la opción de hacer parry [maniobra de bloqueo de un ataque] con el cuchillo, lo que permite emplear nuevas estrategias en pos de la supervivencia, que se suman a las famosas patadas circulares. “Posiblemente la mayor innovación a nivel jugable, una mínima sofisticación de la acción que aporta un componente estratégico”, aclara John Tones sobre el uso del cuchillo. En su opinión, “es posible que haya llegado a la saga para quedarse, aunque rara vez entre en el cuerpo a cuerpo”.
“El resto de los cambios son más superficiales o hacen más accesible el juego, pero adaptarlo para que nadie se quede fuera es una tendencia desde hace años”, prosigue. Así, mientras que el original estaba repleto de tediosos quick time events [momentos durante las cinemáticas en los que el jugador debe realizar acciones rápidas], el remake opta por la fluidez. Con todo, sus misiones secundarias resultan algo insulsas, por muchas recompensas que ofrezcan. Por otro lado, hay usuarios que han criticado la simplificación de algunos aspectos —como señalar con pintura amarilla aquellos barriles que se pueden romper o que los secundarios ofrezcan rápidamente pistas para la resolución de puzles—, mas en un juego tan frenético, es una ayuda que puede venir bien para quienes no estén familiarizados con la entrega o los controles.
A nivel narrativo, los amantes del Resident Evil 4 seguramente echen de menos algunos tramos y enfrentamientos, sin embargo, su eliminación no afecta al resultado final, sobre todo porque hay secuencias nuevas o que han sido reimaginadas por completo, al igual que ocurre con la ambientación sonora. La música mantiene melodías clásicas, pero actualizando los temas. Además, los sonidos del entorno, en particular los cánticos que se escuchan en la lejanía, generan una sensación de profundidad e inmersión que aporta tensión a la experiencia.
El cuidado apartado gráfico de Resident Evil 4 Remake es uno de los principales añadidos. Mediante el uso del motor RE Engine consigue unas texturas realistas, una iluminación con sombras a tiempo real y unos modelados 3D detalladísimos. El conjunto dota a los escenarios de un aire más escalofriante, asfixiante y siniestro, en el que estar siempre alerta. “Es una industria obsesionada con el rendimiento tecnológico y con el aspecto gráfico, donde las mecánicas se han convertido en algo accesorio y lo que prima es la potencia tecnológica, es normal que los remakes estén a la orden del día”, expone Tones.
Para él, son “inútiles por definición, una maniobra comercial para adaptar a los gustos de jugadores más jóvenes juegos que han quedado desfasados”. Destaca que Resident Evil 4 es “perfectamente jugable, solo que gráficamente se ha quedado atrás”. No obstante, considera que la nueva versión “está muy bien, actualiza visualmente el juego, lo adapta por completo a mecánicas nuevas y da gusto volver a jugarlo incluso si ya lo has hecho, así que tampoco molesta”. Nora Kaals concuerda en que no cree que necesitase un remake, aunque entiende que se haga: “Los tiempos cambian y también lo hace la manera de jugar; nos hemos acostumbrado a una jugabilidad totalmente diferente y, quizá, la antigua pueda costarle a las nuevas generaciones por ser más tosca”.
A su vez, señala que “la tecnología también ha evolucionado, permitiendo darle otra perspectiva visual a los juegos”, como ocurrió con los remakes de los tres primeros Resident Evil, cuyo “lavado de cara” considera que les “ha sentado bien”. “La obra original seguirá ahí, siempre podrás jugar a la historia tal como la contaron en su día. El remake puede mejorarla. O cambiarla para hacerla más coherente”, defiende. Eso sí, no cree que “vaya a sentar un precedente”. Algo similar considera Tones, para quién, pese a ello, estas adaptaciones “son innecesarias pero inevitables”, pues, aunque el juego en sí “no aporta nada esencial, para muchos jugadores que no se acercarán a la versión antigua resultará clave”. En este caso, concluye asegurando que, “en términos estrictos, todo lo que tenía el original está en esta nueva versión y viceversa”.
Teniendo en cuenta que no incluye todavía dos queridos contenidos extra como son el modo Mercenarios —disponible de manera gratuita partir del próximo 7 de abril— y la historia Separate Ways —todavía sin fecha ni confirmación—, parece que le queda recorrido por delante. Por tanto, pese a que Resident Evil 4 Remake nunca podrá tener el mismo impacto cultural que su predecesor, sí es capaz de demostrar por qué fue fundamental. El resultado es un videojuego que se mueve entre la fidelidad y la modernización, entre lo familiar y lo novedoso, y que convierte en contemporáneo un clásico del medio que nunca ha pasado de moda.