La sueca Loreen con Tattoo y el finlandés Käärijä con Cha Cha Cha parten como favoritos, aunque las apuestas sitúan igualmente en los cinco primeros puestos a la artista española, el grupo de rap ucraniano Tvorchi y la francesa La Zarra con Évidemment. Aun así, hay otras propuestas que podrían ir escalando puestos, como la noruega Alessandra y su Queen of Kings, la anfitriona de Reino Unido Mae Muller, intérprete de I wrote a song y la diva israelí Noa Kirel, que cantará Unicorn. Más descolgadas, tras mostrar su descafeinada puesta en escena, se quedan Teya y Salena con Who the hell is Edgar?. Una pena.
La gala podrá seguirse en La 1 y RTVE Play a partir de las 21 horas, en las que precisamente las austríacas serán las primeras en aparecer. Le seguirán Portugal y Suiza, mientras que Blanca Paloma actuará octava –misma posición en la que Abba defendió su ganadora Waterloo en 1974–, justo antes de Loreen. Mae Muller, por Reino Unido, será la encargada de cerrar. verTele está realizando una amplia cobertura desde Liverpool.
Las austríacas Teya y Selena invocan al fantasma de Edgar Allan Poe en su propuesta eurovisiva. En concreto, narran cómo el autor de terror las habría poseído para escribir el tema por ellas. "Hay un fantasma en mi cuerpo y es un letrista", comienzan diciendo. El título pop es muy pegadizo, con unos coros eclesiásticos muy sugerentes y una temática muy original. Su videoclip, bien cargado de ironía, dejó entrever que sería una de las propuestas más destacadas del certamen. Sin embargo, todo lo fresco que lograron en la pieza audiovisual queda completamente descafeinado en su actuación.
El dueto, que a nivel vocal cumplió con creces en la semifinal, basa su puesta en escena en una imágenes proyectadas en la pantalla gigante que se encuentra detrás de ellas, con las que emulan estar rodeadas de un cuerpo de baile más amplio que los cuatro bailarines que realmente les acompañan. Están los mismos pasos que en el vídeo –muy prestables a viralizarse en TikTok–. Aun así, el número resulta repetitivo, con protagonismo constante de los colores rojo, negro y blanco; y se echa en falta algún recurso más llamativo para destacar su clímax.
Eso sí, todo apunta a que su "Poe, Poe, Poe, Poe, Poe, Edgar Allan Poe", seguirá resonando en todas las cabezas más allá del festival. Más complicado parece que logren la tercera victoria en Eurovisión para Austria, que logró su última en 2014 gracias al Rise Like a Phoenix de Conchita Wurst.
El Ai Coração de Portugal es un 'sí' rotundo. La candidatura más cercana al género musical, que recuerda irremediablemente al de Chicago. Es pegadiza, divertida, rítmica, alegre. Su intérprete, Mimicat, tiene mucho carisma y pese a que la puesta en escena en sencilla, evoluciona de tal forma que la actuación consigue ir de menos a más. Bien de rojo y bien de flecos para animar la fiesta, que copa su momento de gloria en el último tramo de la canción. Como apunte, uno de sus bailarines se parece –y mucho– a Juan Diego Botto.
En la casa donde vi la primera semifinal de Eurovisión, al ver al representante suizo se escuchó: "Ideal para la próxima cabecera del documental sobre Rocío Carrasco". El comentario no me pudo parecer más acertado, ya que se parece mucho al Tout l'Univers que el cantante Gjon's Tears defendió en el certamen en 2021, año en el que ganó la banda de rock Måneskin. El parecido es bueno, en cuanto a que la propuesta es sólida, Remo Forrer canta muy bien y la balada es solvente. La parte negativa es que no da la sensación de aportar algo novedoso, más allá de su precioso timbre grave.
Su mensaje antibelicista es su punto fuerte. "Nos enfrentamos a crisis globales y guerras. Debemos vivir con las consecuencias de las decisiones que no tomamos. Pero todavía espero que podamos cambiar las cosas", declaró tras ser elegido como representante de Suiza. No en vano, su estribillo reza: "No quiero ser soldado. No quiero tener que jugar con sangre de verdad".
Empieza lo cutre con la actuación de Polonia –que aun así no supera la de Grecia que, de verdad, menos mal que no se clasificó–. Volviendo al número de Solo, está enmarcado en la estética retro y comienza dejando patente que simula una partida de arcade. Pero es que no hay por donde cogerlo: ni por afinación, ni por vestuario ni las imágenes que se proyectan detrás de Blanka y su cuerpo de baile, por momentos parece haber sido hecha con Paint o haber directamente utilizado un salvapantallas automático de Windows. Tiene imágenes que podrían haber sido perfectamente la portada del Caribe 2000 Mix. Pero peor.
Su propuesta es la primera de las tres que se verán en la final que intentarán repetir el éxito de los dance break, imitando la fórmula de Chanel del año pasado. Para el suyo, la artista comienza bailando delante de un sol que recuerda al amanecer del inicio de El Rey León... Y poco más que destacar.
La de Serbia es otra de las propuestas que no se entienden, sobre todo porque en la primera semifinal pasó por delante de otras mucho más interesantes como las de Malta, Irlanda y Holanda. A tope con lo tétrico y lo psicodélico, pero tampoco porque sí. Su inicio apunta maneras, con su cantante tumbado en lo que parece... ¿Un huevo de una criatura extraterrestre? Arranca cantando soplado y, a lo que simula su despertar, le sigue la entrada en escena de cuatro criaturas que caminan su alrededor vestidas con una especie de trajes espaciales. El resto del número se acaba tornando en la espera a que llegue un punto en el que tema y puesta en escena terminen de romper, cosa que nunca sucede.
Como ya ocurriera en la canción de Polonia, simula en su realización ser un videojuego. Está claro que el que los dos números que usan el mismo recurso vayan a ir seguidas en la gala ha sido fruto del azar, pero denota igualmente falta de originalidad. Es como cuando repites vestido con otra invitada en una boda. No importa lo estiloso que sea, no hay oportunidad de remontada; aunque la recomendación estrella sea tomárselo con humor.
El momento más patriótico de la gala lo va a brindar La Zarra que, directamente, incluye en su puesta en escena una bandera gigante de Francia a través de los focos que se sitúan detrás de la intérprete. La canción está bien, es movida, de las que sí que tendrán recorrido más allá del festival y, aunque figure entre las más destacadas dentro de las apuestas, deja con el regusto de no haberse aprovechado todo su potencial.
La artista se pasa toda la actuación subida en un pequeño pedestal que comienza en su máximo punto de altura, para posteriormente bajar y de nuevo volver a subir antes de que acabe el tema. Puede parecer un resumen muy escueto, pero es que literalmente es lo que pasa. Para lo movida que es la canción, la representante está en cierto modo encorsetada por no poder moverse más allá de la pequeña circunferencia, de la que esperemos no se caiga. Le irá bien igualmente. Raro será que caiga más allá del Top 10 tal y como están las apuestas.
Chipre amplía la cuota de balada eurovisiva, pero la verdad es que bastante bien ejecutada. Un poco como la típica comedia romántica que no hace daño a nadie, con su falsete de rigor y una cascada de agua que, si bien no le hace sombra a la que empapó a Ruth Lorenzo en su Dancing in the rain en 2014 –por eso de que está proyectada y no cae agua de verdad–, es coherente y luce.
La canción resuena a Imagine Dragons y lanza un mensaje de esperanza, que nunca está de más. No obstante, no parece que la de Andrew Lambrou –que por cierto, es australiano– vaya a ser la actuación que conceda a Chipre su primera victoria en el certamen. Quien más cerca estuvo, y sigue siendo incomprensible que no terminara ganando, fue Eleni Foureira en 2018, con su hit Fuego.
A la segunda fue la vencida. Tras participar en el primer Benidorm Fest que terminó coronando a Chanel, Blanca Paloma volvió a probar suerte, y triunfó, este año con su nana Eaea. La cantante ha convertido a su inseparable arquera en su símbolo –que en su carrera a Eurovisión desplegó hasta en la Alfombra azul de los Premios Goya–; y subirá el flamenco al escenario de la ciudad que vio nacer a los Beatles. Este género es el componente principal de su tema –y también su mejor baza–, que está cargado de emoción, y busca funcionar como una nana para acunar la euforia eurofan.
El talento vocal de la cantante es incontestable y el título está hecho para sacarle partido, especialmente en la nota final con la que deja con la piel de gallina. Sí da la sensación de que a nivel de realización se muestra poco a las bailarinas que la acompañan en su actuación. Con algún detalle que pulir respecto a lo que se vio en la segunda semifinal, la puesta en escena es muy similar a la de la preselección española, aunque es una lástima que no se haya podido mantener el plano cenital del inicio.
Seguramente no vaya a ser la canción de eurovisión que más se escuche una vez pase el certamen, pero sí una actuación con potencial para quedarse en la retina, con bien de referencias a Lorca, Gaspar Noé y Pedro Almodóvar.
Vaya por delante que habiendo ganado Eurovisión decidas volver a presentarte, está, de entrada, feo. Dicho esto, evidentemente la candidatura de Loreen es una de las más potentes del certamen, sobre todo por su talento. Ya demostró, cuando venció con Euphoria en 2012, que ella sola era capaz de levantar un número digno de matrícula de honor en el festival. Sin embargo, y aunque Tattoo es también muy buen tema, si nos refiriéramos a su vínculo en términos de Tinder, no podríamos decir que es un match clarísimo. La primera estrofa le pilla muy grave y es solo a partir de ahí cuando empieza a ir hacia arriba, quizás gritando de más.
La reducción del tamaño de la superficie que levanta durante el número respecto a lo que se vio en el Melodifestivalen (la preselección sueca) no juega a su favor, pero es cierto que buena parte del público que vea su actuación este sábado lo hará por primera vez y no tendrá esto en cuenta. Más allá de estos apuntes, lo que ocurre a partir del último estribillo es una pasada. No hay duda de que si cumple con todos los pronósticos y gana estará, pese a todo lo comentado, más que merecido.
La propuesta de Albania recuerda un poco al estilo de Tanxugueiras, aunque aquí liderada por Albina, una cantante de 25 años –finalista de La Voz en su país– que acude acompañada de miembros de dos generaciones de su familia, los Kelmendi, un clan con amplia tradición musical. Sus padres se conocieron gracias a la música, y subirán con ella al escenario, además de sus hermanos. Como historia está bastante bien, dentro de que esto no es un festival de fin de curso de colegio. En cualquier caso, las voces empastan y eso es emocionante. Las cenas de fin de año tienen que ser curiosas en esta casa. Si ganaran, seguro que Netflix se ofrecía a grabar con ellos un docureality, A lo Soy Georgina, pero versión Albania.
Lo de Marco Mengoni es una preciosidad y la demostración de que no siempre hacen falta mil estímulos, distracciones ni pomposidades para ejecutar una buena propuesta. A veces basta con que alguien llene el escenario, y él lo hace. El cantautor, que se dio a conocer en 2009 tras ganar Factor X de su país, ya acudió a Eurovisión en Malmö 2013, quedando séptimo con L' essenziale. Ahora acude con Due Vite, una propuesta muy tierna y que sí, pasará a la lista de "una de las muchas baladas italianas vistas en el certamen". 'Apellido' que no entronca con que sea, igualmente, una joyita. Enciendan linternas y mecheros –y cogan pañuelos–.
Es una pena que estas dos baladas vayan a ir seguidas en el certamen, porque la de Alika es también muy potente y la apuesta por introducir en el escenario un piano que se toca "solo" atrapa desde los primeros acordes. Pocos 'peros' se le pueden poner. No sorprende descubrir que la compuso junto a Wouter Hardy, el artífice junto a Duncan Laurence de Arcade, tema ganador de Eurovisión en 2019. Otro dato sorprendente es que la cantante, aquí intérprete de pop de manual, sea también bailarina de breakdance, rapera y boxeadora.
Vamos con la otra gran favorita junto a Suecia, Finlandia. Su actuación será el colofón de la primera mitad de la final, un puesto muy privilegiado porque Cha cha cha es una fantasía. Hay palés, hay dentaduras postizas, hay gritos, hay rap, hay electrónica, hay heavy y hay pop. Por algo es la gran y desenfadada revelación y revolución del certamen. "Intento transmitir que no hace falta beber cuando puedes ser quien eres y disfrutar en la pista de baile", declaró Käärijä a verTele, consciente de que pese a que el tema tenga "parte de broma", ni la canción ni la actuación lo son.
El cantante busca tomar el testigo de Lordi, sus únicos paisanos que han logrado ganar Eurovisión en su historia, en 2006. "Este mundo ya no me da miedo", proclama en su letra su carismático intérprete.
Vamos con la versión mejorada de las candidatas españolas del Benidorm Fest E'Femme que propone República Checa. Siempre es un gusto ver a seis mujeres llenar el escenario. Todas ellas aparecen vestidas de rosa y lucen una larguísima trenza que usan como elemento de su coreografía y arma. "No somos vuestras muñecas", proclaman en este tema muy cercano al K-pop. La realización es sencilla, pero saca partido a sus formaciones en las que parecen un aquelarre que se divierte y reivindica.
El vocalista de la banda australiana comienza la actuación subido en un coche descapotable con un teclado, en lo que parece gracias a la imagen proyectada en la pantalla posterior, una ciudad futurista por la que transmita como si fuera a toda velocidad. Haciendo uso de su género synth-metal, buscarán la primera victoria para Australia, aunque todo apunta a que se quedarán más bien hacia la mitad de la tabla.
Su show es divertido, invita a sumarse a su periplo y cuenta con un clímax más oscuro que impregna la actuación de fuerza y energía. "¿Alguna vez has cerrado todas las puertas abiertas? ¿Alguna vez has caminado por tu cuenta? ¿Alguna vez has perdido la cabeza cuando tratas de relajarte?", plantean. ¡Viva el rock!
La propuesta de Bélgica es muy digna. Parece una amalgama en la que no todo termina de encajar, pero lo cierto es que encaja. Pese a que cada persona sobre el escenario (vocalistas y coristas) parece haber sido vestida por diseñadores distintos, el tema funciona, especialmente gracias a su pegadizo estribillo y la personalidad del cantante. Su número será de los que para cuando aparezcan los resúmenes de las actuaciones antes de proceder a las votaciones se haya olvidado, pero tampoco hace daño a nadie.
Brunette es la segunda artista que tratará de hacer del dance break su bandera para captar las miras en el certamen. Con aires a Olivia Rodrigo y Selena Gómez, arranca la actuación tumbada en una pantalla en la que los colores, eminentemente blancos y rosas, se mueven como si formaran parte de un cuadro de distintas texturas. Lo que comienza como una balada, deriva en su mitad hacia un trozo más rapeado, con la cantante ya de pie, poderosa, situada sobre la misma pantalla. De ahí pasa a los minutos de baile, con ella sola sobre el escenario, antes de culminar con un último estribillo de esta balada que habla sobre autoestima, feminismo y salud mental.
El inicio de la actuación de Moldavia parece augurar que estamos ante algo original, con un vocalista que recuerda a Rashomon estéticamente, hay percusión y ritmo, pero llega un punto del show en el que perturba –y no solo porque en uno de los planos cenitales parezca que están cantando sobre el ojo de Sauron de El señor de los anillos–. Los temas que aborda la canción, cuyo título se traduce al castellano como El sol y la luna, son el amor y la magia. Parfeni ya sabe lo que es participar en Eurovisión, ya que compitió en el certamen de 2012, coincidiendo con Pastora Soler y su épico Quédate conmigo.
Pese a que Eurovisión 2023 se celebre en Liverpool, el país ganador del último certamen fue Ucrania. La Unión Europea de Radiodifusión (UER) decidió, tras estudiar la situación en guerra del país, que no estaba en condiciones de albergar la cita. Por ello se acabó optando por Reino Unido, al ser quienes ocuparon el segundo puesto –por encima de Chanel, que quedó tercera–. El dúo Tvorchi fue elegido para representar al país en la presente edición, tras ganar la gala de preselección que se celebró en el interior de un búnker antibombardeos.
El dueto está formado por el vocalista nigeriano Jeffery Kenny y el productor ucraniano Andrew Hutsuliak, que se conocieron en su etapa como estudiantes de farmacia en la Universidad Médica Nacional de Ternopil. En 2017 lanzaron su primer sencillo. Cinco años después, se presentan– aunque no parece que vaya a conseguir revalidar el primer puesto de sus antecesores– con un tema y puesta en escenas algo psicodélicas y combativas, aderezadas con gafas de sol.
Fue quien abrió la primera semifinal disputada el pasado martes y desde luego es un tema muy cañero y de los que más se han escuchado durante la carrera eurovisiva. Alessandra, que nació y se crio en Italia, y se hizo popular gracias a La Voz, podría ser una mezcla entre Xena: la Princesa Guerrera y todas las musas de Mégara en Hércules.
La canción es un hit cuya letra reivindica el poder de las mujeres y la importancia de sentirse una misma. "Hablamos de una reina de reyes. Ella quiere ser imperfecta y aunque está en un período malo y triste, lo utiliza para conseguir resurgir, aprender cosas de la vida y convertirse en una mejor persona", explicó sobre la letra del tema a verTele en su visita a la preparty de Madrid el pasado mes de abril.
La de Alemania es una de las propuestas más radicales, en gran parte por la estética de los integrantes de la banda que los representa. "Estamos tan felices que podríamos morir. Lo que somos no es más que una elección. Una promesa para nosotros mismos. Somos libres para romper y cambiar", reclaman la letra de su tema rock metal. El grupo llega con el objetivo de remontar los dos últimos y catastróficos puestos de su país en el concurso: penúltimos y últimos. Habrá que esperar a este sábado por la noche para saber si finalmente acaban ganándose el beneplácito del público y jurado eurovisivo.
La propuesta de Lituania es una monada, en gran parte por lo bonita que es la voz de su intérprete, Monika Linkyté. A la cantante le va a perjudicar salir en la segunda mitad de la final, ya que para cuando llegue su turno ya se habrán escuchado otras baladas entre las que será más complicado destacar. La puesta en escena es sencilla –quizás demasiado–, pero sus coristas son cuatro absolutas reinas que aportan solidez a un número que no está llamado a copar demasiada atención en las páginas de la historia del festival.
Noa Kirel es la gran diva de la edición. La cantante de pop israelí fue la primera artista confirmada de la edición. Su Unicorn es un pelotazo eurovisivo, por ritmo estructura y coreografía. La puesta en escena acompaña con estructura y, de nuevo, un instante en el que entona "Fenomen-fenomen-fenomenal" cuyos movimientos junto al resto del cuerpo de baile también se prestan a hacerse virales como retos de TikTok. También incluye un dance break –el mejor, sin duda, de todas las propuestas–, aunque se echa en falta que, tras él, no haya un último estribillo en el que culminar el subidón de la candidatura.
¿Necesitáis ir al servicio? Este es el momento. La canción no está mal, es la cuota algo más indie de la gala, pero muy sosa. No tiene nada que vaya a hacer que sea un tema que se recuerde demasiado en el tiempo, por muy positivo que sea su mensaje. Muy majos, pero ya.
La de Croacia es una de las propuestas que apuntaban ser más provocadoras y prometedoras. A priori, unir Eurovisión con una parodia de Hitler parecía tenerlo todo como para lograr trascender y aportar algo diferente al certamen. No obstante, el resultado es algo burdo y roza en instantes el ridículo. En gran parte, por las performance de sus protagonistas, y un fondo en el que aparecen repitiendo los pasos que llevan a cabo sobre el escenario. El que acaben en calzoncillos tampoco termina de ayudar. Ocurren cosas, cuanto menos extrañas, durante la actuación; cuyo objetivo es denunciar, con extravagancia, los sinsentidos de la guerra.
Eso sí, el líder de esta banda de punk, Zoran Prodanovi?, es una maravilla. Y su mensaje antibélico también. "Es una canción estúpida pero muy inteligente (...). Estamos seguros de que no hay ganadores en las guerras. Todo el mundo es una víctima, así que, por favor, parad las puertas guerras en cualquier lugar y en cualquier momento", proclamaron tras clasificarse para la gran final el pasado martes.
Mae Muller describió a los compañeros de verTele a Rosalía como "una reina" por lo que, de entrada, empezamos bien. Más allá de esto, lo cierto es que su propuesta tampoco dice demasiado –y no va a jugar demasiado a su favor ser la última en actuar–. Su inicio con puntos tétricos parece augurar algo muy potente, pero no termina de serlo pese al poderío de la cantante.