¿Qué es el periodismo Dadá?
Es un acto de rebeldía contra el periodismo convencional. Un acto de decepción contra la manera en la que fui construido como periodista. De la misma forma que los hombres más o menos razonablemente inteligentes nos enfrentarnos ahora al machismo en que fuimos educados, a los periodistas nos toca revisar y cambiar.
¿Está haciendo una deconstrucción de su formación periodística?
Sí, es un proceso de deconstrucción en la parte personal, profesional, pero también un proceso de rebeldía en un momento de tu vida. Metido en la dinámica convencional del trabajo yo me creía que estaba salvando al mundo con el periodismo, que lo que hacía era un acto fundamental, que la sociedad necesitaba de lo que nosotros hacíamos para progresar, para ser más democrática. Esto es un proceso, no sucede un día. A través de la experiencia de mi relación con los artistas y con la gente creadora en el África Negra, me empecé a dar cuenta de que gran parte de mis trabajos de reportería en los conflictos en Mozambique, Angola, Sudáfrica, el racismo, etcétera, estaban hechos sin tener ni puta idea. Que era una aproximación paracaidista y que eso era lo que andábamos haciendo casi todos, daba igual si era África o era otro lugar. Y empiezas a reflexionar sobre todos tus otros trabajos y tienes la duda de si también estaban llenos de tantos errores como los cometidos en África.
Entiendo que no es partidario de la nostalgia.
No, no, no, yo ahí estoy con la canción de León Benavente que dice Di no a la nostalgia. A mí la nostalgia me parece una cosa horrenda. Me parece una cosa que no nos va a conducir a ningún lado. También es cierto que creo que el futuro nos ama, pero no nos necesita. Y en ese punto del juego creo en el aquí y el ahora. Por eso digo siempre que no podemos hacer periodismo con los dogmas del siglo XX, que fueron una tradición inventada por unos señores que estuvo muy bien, con la que fuimos educados, pero hoy estamos en el siglo XXI. Y el aparato con el que grabamos esta conversación [un smart phone] lo cambia todo.
Va a la revolución escribiendo a mano y haciendo periodismo con recortes de periódicos y revistas.
El periodismo Dadá utiliza el gesto rebelde de una vanguardia de principios del siglo pasado en Suiza, en el Cabaret Voltaire, aplicándolo a lo que me apasiona, me interesa, me motiva y me inspira, que es el periodismo. Y ahora lo hago a través del ensayo collage, creando una crónica diferente usando lenguajes mixtos, que es compleja y no responde a las normas lógicas de una narrativa convencional de sujeto, verbo, predicado y que que tiene lecturas múltiples, que a veces son difíciles.
¿Sigue teniendo fe en el periodismo?
Sigo teniendo una fe enorme. Yo quiero hacer periodismo hasta que me muera. El mejor periodismo está por venir. El mejor periodismo lo hacen chavales y chavalas que tienen 17 o 18 años y que van a construir cosas que ni siquiera imaginamos. Medios de comunicación, formatos narrativos, ideas de cómo representar la realidad que ni siquiera sabemos ahora que están empezando a hervir. Que utilizarán las redes, los medios…
Tengo su libro en la mano. Parece muy interesante, pero al mismo tiempo es un lenguaje muy complejo para que lo entienda, digamos, la audiencia. Supongo que esto es solo el principio…
Claro. La semilla está plantada y estamos regando, esperando a ver cómo crece. Es un proceso de laboratorio. Los científicos que entran a descubrir una vacuna tienen algunas claves, saben cómo funcionan las moléculas, cómo funciona ese virus y van intentando una lógica de proceso de prueba y error. Y en esa estoy.
¿Es una provocación?
También, pero a mí me interesa más la idea de ironía, porque siento que muchas veces nos tomamos demasiado en serio esto que hacemos y nos ponemos subtítulos debajo de nuestros nombres como la verdad mata la oscuridad y cosas de esas…
¿Cómo combina su periodismo Dadá con el que, por ejemplo, lucha contra la corrupción. No puede resultar un poco naíf?
Sí, pero qué diferencia hay entre la ingenuidad que puede tener un periodista que dice que su nota sobre la corrupción política va a derribar un gobierno. Pongo un ejemplo que nosotros conocemos en profundidad, que es el caso de El Salvador, donde tienen el medio de comunicación digital más antiguo de América Latina, El Faro. Editado por amigos a los que admiramos y respetamos. Su periodismo de lucha contra la corrupción, contra el autoritarismo de su presidente, Nayib Bukele, les ha enfrentado a sus lectores, a sus conciudadanos. ¿Qué nos ha pasado para que eso suceda? ¿No habremos sido excesivamente pretenciosos, no habremos sido excesivamente agresivos con nuestras sociedades diciéndoles que pensaban mal, que no sabían nada, que elegían a políticos corruptos, aunque eso fuera verdad?
¿Escondes un puñetazo hacia la soberbia del periodismo tras la ironía de un collage infantil?
No lo escondo, es directo. Creo que hay que dejar de ser pretenciosos, crear algo nuevo. Hacer reflexionar al periodismo, a los periodistas. De alguna manera es un puñetazo, quizá mejor un golpe encima de la mesa, no un puñetazo, porque yo ni siquiera tengo agresividad en ese sentido. Adoro a todo el mundo, todo el mundo me abraza, me besa y eso me hace feliz. Aunque luego le esté diciendo a nuestro común amigo Martín Caparrós, joder Martín; o aunque le diga nuestro común amigo Óscar Martínez [jefe de redacción de El Faro], joder, Óscar. Tenemos que ser capaces, lo decía en la presentación durante el Festival Gabo, de respetar la tradición periodística repensándola hasta el fondo y hasta el final. Y, cuando te asomas a ese precipicio en el que ya no sabes ni qué ni cómo pensar, es cuando surge el verdadero pensamiento. Y para mí ese es el punto. ¿Qué vamos a pensar? ¿Cómo lo vamos a pensar?
De momento ha escrito un libro precioso, ¿Cuál es el siguiente paso?
Desarrollar un proyecto de talleres, de seminarios. Me interesa mucho el contacto con las generaciones de estudiantes jóvenes. Algo que ya hago en mi actividad profesional habitual en los másteres de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde soy profesor de innovación y nuevas técnicas narrativas. Cuando estoy con mis alumnas y alumnos y empiezan a trabajar una noticia de información convencional a través de la conexión entre su cerebro y sus manos y luego la ven a través de After Effects Photoshop puesta en una web se les iluminan los ojos. Porque cuando hablo del periodismo Dadá no digo que seamos analógicos contra la tecnología. A mí la tecnología me encanta. Lo que digo es que esa conexión que se pierde entre el píxel y el sentimiento del cuerpo, lo que las feministas y los movimientos trans llaman nuevas corporalidades, a mí me parece súper importante y creo que es necesario aplicarla en la práctica.
¿Esto tiene alguna inspiración o relación con los fanzines?
Yo vengo de ahí; tengo 54 años, soy de un pueblo de Valencia, viví la salida de la dictadura, los fanzines, las radios libres, aquella Radio 3 que empezaba. Ese es el mundo que yo mamé de niño y adolescente. Yo le debo todo a mis padres. Por ejemplo, cada viernes, con mi hermana, cuando salíamos del colegio íbamos a la única librería que había en Sagunto, mi pueblo. Mis papás dejaban pagado cualquier libro que mi hermana y yo quisiéramos comprar para leer los fines de semana. Y éramos una familia obrera, no sobraba el dinero. Mi padre y mi madre eran unos obreros de izquierdas, los sábados me llevaban a unos talleres de manualidades que se hacían en la CNT, tenían esa inquietud que quizá yo heredé.
¿Y este periodismo que está inventando se puede expresar a través de cualquier género?
De hecho se está expresando a través de otros géneros. Hay colegas que están haciendo periodismo en bordados en México, trabajando con comunidades indígenas a través de las plantas, de conocimientos tradicionales. Otra de las cosas sobre la que me gustaría que empezáramos a reflexionar y a hacer una crítica profunda es a la modernidad y a todos sus hijos, entre los que está el periodismo y la razón occidental. Cuando hablamos de las fuentes, de la narración, de la historia, de la cultura, lo hacemos desde el punto de vista de la razón occidental, que representa a 400, 500, 600 millones de seres humanos que nos educaron con Aristóteles, Platón, etcétera. Pero es que hay más de siete mil millones de habitantes en la Tierra que no piensan así y que no tienen a la razón como elemento central de su narrativa vital. A todas las civilizaciones orientales lo de la razón y la verdad ni siquiera les importa, a las civilizaciones y culturas africanas menos aún.
Y Occidente impone su su visión.
Que es la de la razón, la de los gringos, la de hipótesis, planteamiento, método y resultados.
Es una imposición.
De hecho incluso Felwyne Sarr, el filósofo senegalés, habla de epistemicidio. Es la idea de que el saber occidental mata a los otros saberes que existen en la tierra. Y uno de esos saberes epistemicida es el periodismo convencional, porque impone una visión sobre el mundo y a veces lo que pasa es que la gente se rebela contra esa visión, un poco anglosajona, un poco calvinista de la verdad, la razón. Y eso afecta a periodistas de todo signo y condición ideológica. Porque a veces los que nos consideramos más o menos progresistas pensamos que somos mejores que los otros, pero en algunas cuestiones concretas, en el moralismo, por ejemplo, somos iguales.
Periodismo Dadá se puede descargar gratuitamente en PDF este enlace.