Una obra que luego se grabó en forma de película en Escenario 0, homenaje al Estudio 1 de TVE que HBO realizó con algunas de las obras más exitosas del teatro español reciente. Hasta ahora, sin embargo, estas dos amigas no habían coincidido en una película. Lo hacen por primera vez de la mano de otra amiga, la actriz Itsaso Arana, que debuta en la dirección con Las chicas están bien, un cuento veraniego de aparente ligereza que bebe de Rohmer para convertirse en un canto a la amistad, al trabajo de las actrices, una reapropiación de los cuentos de princesas y, sobre todo, un elogio a la fragilidad como motor creativo.
¿Cuántas veces os han preguntado ya si ‘las chicas estáis bien’?
Irene Escolar: Todo el rato.
Bárbara Lennie: Por suerte podemos decir que sí. O al menos que intentando estar bien.
Si no me equivoco es la primera vez que actuáis juntas en cine.
I.E.: Sí, bueno, estuvo Escenario 0, pero eso fue como un híbrido.
¿Y qué tal la experiencia?
B.L.: Muy bien. Con ganas de más.
I.E.: Sí, muy bien. Estos días justo estaba pensando mucho en esto. En cuántos grupos se crean en el cine. Pensé en Cassavetes y Gena Rowlands, que es un ejemplo muy obvio, y hay muchos otros. Al final, trabajar con gente que es afín a ti, más allá de que sea tu amiga o alguien a quien quieres, significa entender la vida y el arte de una manera. Ahora está todo tan loco que es muy placentero poder compartir con alguien con quien tienes universos comunes, porque así es posible llegar a otros lugares. Gente con quien tienes mucha confianza y que no te va a dejar caer. Para mí una de las secuencias más bonitas que he rodado, así en general en mi vida, es la secuencia de la cama en esta película.
¿Sois actrices diferentes en las tablas de un escenario y delante de una cámara de cine?
B.L.: Yo sobre mí misma no sé decirlo tanto. Yo en lo que quiero estar ahora un poco más es en la forma, porque me interesa salir un poco del despojamiento de la verdad. Creo que llevo bastante bien poder decir algo con verdad, y me gustaría ir un poco más al otro lado. Irene, también por todos los papeles que ha hecho en teatro, ha jugado mucho y viene con eso más encima. Yo creo que tienes más capacidad de no tener tanto miedo a la forma sin perder la verdad.
Yo lo que he visto en Irene es como un viaje a entender el cine. A entender lo que pasa cuando te están filmando, la potencia de la cámara, la capacidad que tiene de traspasarte, y en ese sentido te tienes que dejar. Yo creo que en el fondo, en el escenario y en el cine somos las mismas, pero intentando adecuarnos a ese lenguaje nuevo que nos demanda. A mí lo que me apetece ahora es un poco de disfraz, un poco de juego, un poco de salirme de mí. Hacer cosas que no tengan que ver con rasgarse, con dejarse traspasar entera, con ser la más orgánica del mundo. Sí, ser orgánica, pero entre el artificio.
La película tiene una declaración de intenciones al principio. Es un ensayo. No solo un ensayo fílmico, sino también una película que es como una prueba/error. ¿Os habéis permitido en esta película jugar, probar cosas nuevas?
I.E.: Es que en esta película era tal el estado de relajación que teníamos que la cámara era lo de menos. Y ahora que lo pienso, era todo muy formal a nivel estético, con planos que nos van siguiendo, con mucha técnica detrás, planos muy largos, pero se creó un ambiente de relajación, y eso te permite despojarte del miedo a hacer el ridículo, del miedo a exponerte mucho.
En mi caso era lo que yo estaba intentando aquí, poder ser más ridícula, más gamberra, más absurda, más cómica. Todo eso si se hace así, de esta manera en la que hemos rodado, es más fácil poder llegar a ello. Si no, es como que siempre estás buscando el resultado. Y eso sí que tiene mucho que ver con eso, con el juego, con que era fácil poder equivocarse también. Había que confiar en que Itsaso estaba viéndolo y en que iba matizando mucho para que estuviera bien.
¿Todavía tenéis miedo a hacer el ridículo?
B.L.: Sí, claro.
I.E.: A mí me gusta mucho.
B.L.: Es que si lo pierdes estás muerta.
I.E.: Hay un director de teatro que se llama Jan Lauwers y que yo hice un par de cursos con él ya hace años, cuando era más joven, y fue importante porque él siempre hablaba mucho y decía 'Stupid is good'. Y yo me lo apunté. Y es que realmente sí. Es verdad que en el teatro es más fácil poder hacer eso, llegar a hacer el ridículo, a construir cosas, como decía Barbara antes. Poder equivocarte porque lo estás probando, pero como el teatro es efímero se va. Con la cámara eso se queda ahí, y eso da más miedo,
B.L.: Sí, por eso estamos ahí más apretaditas.
I.E.: Entonces yo sí creo que en esta peli nos hemos dejado mucho fluir en ese sentido que no es nada fácil.
En esta película se ve una faceta vuestra, más ligera, incluso graciosa. No sé si había una intención de romper esa etiqueta que se os ha puesto a veces de 'actrices intensas'.
B.L.: Sí, sí, por lo menos que se vea un poco de lo otro que tenemos. Yo no culpo a la gente porque me diga que soy una intensa. A veces he ido a algún sitio donde hay una especie de pequeño resumen de las películas que he hecho y digo... tengo que hacer algo para que no sea todo tan intenso. Sería ridículo por mi parte pensar que no piensan en mí como una actriz intensa. Y soy una mujer intensa, pero no intensa de dramática. Soy intensa porque vivo intensamente, eso sí. Pero ahora mismo creo que, porque he sido madre, me interesa mucho que haya mayor conexión y menor intensidad. Creo que no va a reñida una cosa con la otra. Poder estar muy conectado con lo que estás haciendo, pero en la liviandad.
I.E.: En mi caso sí, porque a mí me gusta muchísimo ser gamberra y todo eso. Y yo sí estoy harta de la etiqueta de intensa y dramática, que también lo entiendo, he hecho muchas cosas que eran así.
B.L. Pero tú también has hecho muchas obras muy cómicas.
I.E.: Sí, pero como era en el teatro y la gente no las ha visto… y a mí lo que me gusta es hacer de loca y de mala.
B.L.: Es más, es que yo diría que has hecho más cómicas que de las otras en teatro.
Parece que todo lo vinculado al teatro es intenso.
I.E.: ¡Eso! Yo lo digo todo el rato, porque claro, que si Lorca, que si Chejov, y yo digo, hostia, pero si era muy divertido el Vania que hacíamos.
B.L.: Hombre, ese no era tan divertido…
I.E.: El Vania en sí no, pero en ese personaje había algo que no era una propuesta de bajón. Sí, parece que todo lo que está asociado al teatro es intenso. Yo odio el teatro intenso, entonces sí que me apetece mucho esta cosa lúdica, ligera y gamberra, sobre todo gamberra. A mí me gusta mucho más eso.
Una cosa que me gusta mucho de la película es que es un elogio de la fragilidad. Carla Simón decía que ella una de las cosas que había aprendido es que está bien dudar como directora y que los hombres le decían que no podía dudar. No sé si también a vosotras os ha costado el hecho de saber que una puede ser frágil y que no pasa nada.
I.E.: Totalmente. Justo reflexionábamos el otro día en un podcast con Clara Roquet y también mencionó a Carla Simón. Yo acabo de rodar una serie con Clara y me llamó muchísimo la atención porque todo el mundo le preguntaba, ¿estás segura?, ¿estás segura de que vas a poner la cámara aquí?, ¿estás segura de que vas a ensayar? No hay tiempo. Todo el rato. Era un constante cuestionamiento sobre si estaba segura o no estaba segura. Y claro, eso genera muchísima presión porque uno puede no estar seguro y está bien no estar seguro. Clara contaba que Carla Simón decía siempre: “Necesito tiempo para pensar,”, y no pasa nada con eso, eso está bien.
B.L.: Pero ahí te tiene que acompañar la producción. Si la producción no te acompaña en que puedas tener tiempo para pensar…
I.E.: Totalmente. Es poder decir: no pasa nada por dudar.
B.L.: Es más, hay muchos directores que dudan mucho y ahí nadie cuestiona, se cuestiona la mujer que duda. A los hombres que dudan se dice, ‘bueno, está creando, vamos a ver, mejor darle un margen’… Hay muchos directores que dudan pero se callan y la cagan y están una y otra vez haciendo cosas que dices, pero por qué estamos haciendo esto si claramente no está funcionando.
I.E.: Vamos a apostar. No está funcionando, no pasa nada.
B.L.: Elena López Riera que tiene un carácter muy, muy arraigado, muy fuerte, no tenía ninguna duda en dar tres gritos y decir me dejáis en paz. A lo mejor no sé dónde poner la cámara, pero ya lo voy a saber. Y lo que sí que sé es cómo quiero contar esto.
I.E.: Clara y Carla yo creo que son dos personas que su manera de ejercer la autoridad no pasa por eso. No son así y yo las entiendo, porque a mí me pasa un poco que me cuesta lo de tener esa autoridad, esa fuerza para parar y decir dejadme un momento, y a ellas también les cuesta porque son súper dulces.
B.L.: Pero yo creo que Carla tiene también un carácter, que por eso está donde está.
I.E.: Pero me refiero a que ejerce mucho la autoridad, pero desde un sitio que no es pegar un grito.
B.L.: Ah, eso sí, claro.
I.E.: Es otra manera de ejercer la autoridad, que creo que es muy interesante y que también parte de la fragilidad y de la vulnerabilidad que, recogiendo lo que decías antes, Itsaso empezó el rodaje hablándonos al equipo. Dio como una charla, estaba como emocionada, nerviosa, y dijo que la película venía de la fragilidad. Y al final del rodaje dijo otro discurso, como de despedida, y dijo que en realidad esta película venía de la fortaleza y que se había dado cuenta mientras rodaba que en realidad se necesitaba mucha fortaleza para hacer eso. Qué hermoso que la fragilidad y la fortaleza puedan estar juntas.
¿Como actrices os permitís dudar o lleváis todo muy claro al set?
B.L.: Creo que depende del director o de la directora. Que soporten mejor o peor tu duda. Hay directores a los que les viene muy bien sentir que tú estás segura de lo que estás haciendo y directoras y directores que lo que les gusta es que dejes ese espacio. Creo que también depende mucho de la actriz que eres, porque hay actores que van al set supuestamente con unas ideas súper claras y otros que, como es mi caso, casi nunca. Es un poco ridículo tenerlo muy planeado, porque después estás en una cocina que no te permite hacer lo que creías o al contrario, te dan unas herramientas que en tú casa sola leyendo el guion no tienes. Yo voy con la base de por dónde creo que tiene que ir, lo que me interesa contar, lo que hemos hablado y lo que hemos ensayado. Y después me permito dudarlo todo y e intentar probar cosas.
Hay un momento en la película, que es cuando Bárbara rompes esa cuarta pared y haces ese discurso a cámara que es casi como una carta a tu hija. En ese momento estabas embarazada. No sé cómo de especial ha sido esta película para ti, cómo viviste ese momento.
B.L.: Jo, pues la verdad es que vuelvo a la intensidad, pero lo viví muy intensamente. Para mí fue un rodaje que no olvidaré nunca, claro. Fue muy único y no se va a repetir nunca jamás. Ese día, además, yo estaba muy cansada. Es más, estaba a punto de no hacerlo porque estaba agotada, estaba muy embarazada, no aguantaba las horas de rodaje y dije, no, venga, vamos a hacer esto, y lo hice desde un lugar muy frágil, justo que hablábamos ahora de la fragilidad. No estaba planeado que yo lo dijera a cámara. Podía o no podía ocurrir. Para mí es claramente una declaración de amor a mi hija que espero que ella recoja dentro de unos años y que le guste. ¿Te imaginas que no le gusta?
I.E.: ¡Cómo va a ser eso!
B.L.: Que me dijera pero qué hiciste, qué vergüenza (risas) No, creo que es algo mítico para ella. Y también para mí. Y además estoy muy agradecida de que Itsaso me haya dejado hacerlo. En el momento que estábamos juntas y le dije que estaba embarazada ella estaba entre muy contenta y a la vez pensando que no iba a poder hacer la película, y yo le dije que se lo decía porque creía que eso podía sumar una capa más a eso que le interesaba y que tiene que ver con las humanidades de cada una.