El jurado de esta edición, paritario, estaba compuesto por los autores de Marcos Martín (APCómic), Teresa Valero (Sectorial del Cómic), Salvador Larroca (designación libre del Ministerio de Cultura), Paco Sordo (ganador del Premio Nacional de Cómic de 2022) y Alberto Muriel (FADIP), más Juan Royo Abenia (AACE), Cristina Hombrados (ACDCómic), Sara Sánchez Asensi (CEGAL), María Isabel Muñoz (Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), Luis Menéndez Villalba (FAPE) y Mónica Carabias Álvaro (Instituto de Investigaciones Feministas de la UCM). En su fallo, el jurado ha destacado la obra por “la lírica, el surrealismo y por su trabajo gráfico de una gran elegancia y exquisita belleza con la que el autor construye un álbum tan divertido de leer como profundo y fascinante”.
Su estilo de dibujo sintético y detallista juega con los espacios arquitectónicos y naturales y tiene como marcas de estilo un uso del color muy llamativo, con una paleta limitada, y la peculiaridad de que jamás dibuja las caras de sus personajes, lo que les confiere una ambigüedad que dota de mayor protagonismo a los diálogos y las atmósferas. En sus historias, tiene una gran importancia lo emocional y lo psicológico.
Entrevistado por este diario, Borja González confiesa su sorpresa ante el galardón. “No me lo esperaba para nada, ni siquiera estaba muy pendiente del Premio. Yo estoy centrado en el siguiente cómic con el que voy a ponerme a trabajar ahora”. Sin embargo, González se muestra contento. “Me hace ilusión que haya sido con Grito nocturno, porque para mí es especial, un cómic más arriesgado que otros, donde forcé un poco la máquina con los recursos que suelo emplear. Por otro lado, creo que es una historia bastante triste”.
Grito nocturno cuenta la historia de Teresa, una joven que regenta una librería especialidad en ocultismo y terror, que una noche ejecuta un ritual en el bosque en el que invoca al espíritu de Laura, capaz de conceder deseos, y con la peculiaridad de que es otaku. El triángulo protagonista se completa con Matilde, una adolescente skater. Entre referencias a Sailor Moon, The Smiths y el cine clásico de terror, Grito nocturno se despliega como un cuento gótico posmoderno, entre el humor y el drama, que se centra, sobre todo, en las relaciones de sus tres protagonistas y el conflicto interior de Teresa.
Borja González cerrará la trilogía de cómics “totalmente independientes entre sí” con El pájaro y la serpiente. “Terminar así, con un Premio Nacional, es un colofón increíble, que, de alguna forma, reivindica la manera que tengo de trabajar y mi carrera desde La reina orquídea”. El Premio, dotado con 30.000 euros, supone unos ingresos muy significativos en un sector precario como el del cómic. “Un premio no soluciona nada a la industria ni a nivel colectivo, aunque a nivel personal viene de maravilla, claro”, comenta González, quien destaca del panorama actual las obras de autoras y autores españoles como María Medem y su Por culpa de una flor o César Sebastián, responsable de Ronson.
Publicada en España por Reservoir Books, la obra apareció originalmente en Francia, en el seno del gigante editorial Dargaud, por lo que se úne a Arrugas de Paco Roca, Las serpientes ciegas de Bartolomé Seguí y Felipe Hernández Cava o Blacksad. Amarillo de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido como galardonados con el Premio Nacional que aparecieron previamente en un mercado extranjero. Grito nocturno es la décimo séptima obra premiada desde la creación de la categoría de cómic, en 2007, año en el que fue Max el que obtuvo el premio, con Hechos, dichos y ocurrencias de Bardín el Superrealista.
Borja González se convierte, así, en el vigésimo tercer autor en recibir el Premio Nacional. De ellos, solo tres son mujeres: Ana Penyas, ganadora en 2018 con Estamos todas bien, y Cristina Durán y Laura Ballester, ganadoras junto con Miguel Ángel Giner Bou en 2019 por El día 3. El autor no tiene reparos en posicionarse contra la discriminación en su sector pero precisa que “más importante que un premio es todo lo que hay detrás. Falta mucho camino por hacer, y hay que preguntarse de dónde vienen estos problemas, por qué se editan más obras de hombres que de mujeres. Hace falta un cambio de mentalidad que tendrá que darse a largo plazo, porque viene de lejos”.