Carol Danvers, interpretada por la ganadora del Oscar Brie Larson, se incorporaba a la millonaria franquicia con unos honores refrendados desde el guion. Dejando de lado que también era la primera superheroína de Marvel Studios con película propia, Capitana Marvel revelaba que Carol siempre había sido básica en la genealogía de los Vengadores: la verdadera inspiración de Nick Fury (Samuel L. Jackson) a la hora de proponerle formar equipo a Tony Stark (Robert Downey Jr.) al final de la primera película de Iron Man. El respaldo de la taquilla debería haber garantizado un protagonismo continuado del personaje más allá de Capitana Marvel, pero en Endgame tuvo un rol de lo más secundario.
La cosa no mejoró desde entonces, aun cuando el estudio lanzara una serie para Disney+, Ms. Marvel, cuya protagonista era tan admiradora de la Capitana como para basar su identidad superheroica en ella. Ms. Marvel insistía en el carácter legendario de Carol, pero partiendo de un conocimiento que el público no compartía. Más allá de la película debut, ¿qué había hecho Capitana Marvel para merecer estos honores? Apenas había vuelto a la Tierra ni había colaborado con los Vengadores en todo este tiempo, ¿verdad? Era inevitable sentir extrañeza, y esto no ha hecho sino pronunciarse cuando Capitana Marvel tiene secuela cuatro años después, y el título The Marvels evidencia que ya no es la única protagonista.
Corren malos tiempos para Marvel Studios. Es bastante difícil para The Marvels distanciarse de esta certeza. Sus previsiones en taquilla son discretas, y dificultan deducir beneficios por la misma razón por la que tantos blockbusters están fracasando en 2023: un presupuesto exorbitado. 275 millones de dólares ha costado The Marvels, a causa de un rodaje que se ha ido alargando desde mediados de 2021 por ir sumando diversos reshoots según la directiva de Kevin Feige, quien no terminaba de simpatizar con la propuesta. Lo publicitado de estas nuevas grabaciones ha allanado un clima de opinión muy negativo, donde se ve venir el fiasco.
La fecha de estreno se ha retrasando varias veces, además, y este verano Marvel Studios organizó una proyección con público en Texas cuyas reacciones fueron muy tibias. Esto lo contaba Tatiana Siegel en un demoledor reportaje para Variety que apareció hace un par de semanas, acaso queriendo destruir del todo las opciones de éxito de The Marvels. En dicho reportaje Siegel también revelaba que la directora Nia DaCosta (Candyman) había llegado a marcharse en plena posproducción para preparar en Gran Bretaña su siguiente película, que va a protagonizar Tessa Thompson. Thompson es una antigua colaboradora —trabajó con DaCosta en Little Woods— y, como ya han mostrado los tráilers, retoma su personaje de Valquiria en The Marvels. Seguramente, gracias a uno de esos reshoots.
El reportaje de Variety viene a suscribir, en fin, la ominosa sensación de que la compañía de Kevin Feige ha perdido el rumbo, fijando 2023 como annus horribilis pero amparándose en unas causas que realmente se remontan a Vengadores: Endgame. La película más taquillera de la historia (durante un breve periodo de tiempo) que, como clímax de una saga de tres fases obligaba, a continuación, a un reinicio. Uno que Marvel Studios quiso orquestar a lo grande: habría otras tres fases presentando personajes antes de otro díptico de Vengadores, pero las películas engrosarían su continuidad con el streaming, a través de series en Disney+.
La pandemia obligó a retrasar estos proyectos, pero una vez comenzaron a estrenarse los aplausos distaron de ser unánimes. Entre las series destacan Bruja Escarlata y Visión y Ms. Marvel como antesala para el film de Nia DaCosta, pues la primera introdujo a Monica Rambeau (Teyonah Parris) como antigua protegida de Carol Danvers y Ms. Marvel hizo lo propio con Kamala Khan (Iman Vellani): ambas son las otras Marvels de The Marvels. El caso es que las series han saturado al público. Aunque por supuesto haya excepciones no han sido demasiado buenas, y han perfilado un ingrato escenario donde la audiencia acude al cine con la inquietud de no haber visto los títulos necesarios para entender la trama o reconocer a cierto personaje.
Afrontando que The Marvels solo pueda sea disfrutada en plenitud habiendo visto dos series antes —y esto aliene a quien únicamente disfrutó Capitana Marvel—, la Casa de las Ideas acuñó hace poco una nueva división de proyectos, Marvel Spotlight, donde se comprometían a desarrollar películas y series ajenas al gran esquema del UCM. El primer título de esta división, sin embargo, es Echo: un spin-off de la serie Ojo de halcón que a su vez retoma a los Daredevil y Kingpin que fueron presentados originalmente en una serie de Netflix y pronto volverán a enfrentarse a lo grande en otra próxima serie, Daredevil: Born Again. Una que ahora mismo pasa por un severo replanteamiento tras haber despedido a sus guionistas.
Sí, Marvel Studios está muy cerca del colapso. Invasión secreta ha terminado por enterrar la credibilidad de las series con una audiencia bajísima, unas críticas feroces y otro presupuesto insostenible, y los problemas circundan igualmente esas películas con las que el estudio llegó a cambiar la forma en que Hollywood hacía blockbusters. Dejando de lado la excelente recepción de Guardianes de la Galaxia 3 —aunque no podamos olvidar que su artífice, James Gunn, ha pasado a trabajar para la competencia como presidente de DC Studios—, Ant-Man y la Avispa: Quantumanía inauguró una Fase 5 con el pabellón muy bajo.
Sus efectos digitales eran tan mediocres como para mover al despido de la histórica responsable de este departamento, Victoria Alonso, meses antes de que los trabajadores se sindicaran para hacer frente a los abusos de sus jefes. Y además estaba lo de Jonathan Majors como Kang. El villano de Quantumanía, pero también de toda la actual Saga del Multiverso. Semanas después del estreno, fue arrestado por agredir a su pareja, y ahora mismo aguarda la resolución de un juicio que ha destruido su imagen pública. Marvel no sabe qué hacer, si cambiar el actor —que también ha llegado a aparecer en Loki— o cambiar de villano. No es un problema con el que The Marvels tenga que lidiar, lo que no quiere decir que su metraje sea ajeno a todos los desbarajustes expuestos. De hecho son muy visibles. Todos y cada uno.
Es complicado discernir si The Marvels es la peor película que ha estrenado el UCM en sus 15 años de vida. Más que nada, porque desde Vengadores: Endgame no han faltado candidatas. Spider-Man: No Way Home es la máxima expresión de cine deshumanizado a fuerza de comités, mientras que Black Panther: Wakanda Forever se abisma hasta lo trágico en la neurosis identitaria —no solo por el peliagudo asunto racial, sino por invocar una solemnidad que atraiga el favor de los Oscar— y todas desarticulan, en fin, cualquier noción de espectáculo satisfactorio. Aún así, lo de The Marvels es más dramático.
La crisis de Marvel Studios ha sido progresiva —de hecho, y muy al contrario que DC, nunca ha tenido fracasos en taquilla ni grandes odios por parte de la crítica—, pero le ha tocado a The Marvels ser la película donde estalle del todo. Lo que significa, antes que cualquier cosa y volviendo al referente DC, que es absolutamente imposible ver la película sin ver al mismo tiempo el sudor frío de los productores, la creciente irritación de Nia DaCosta —que firmó para hacer la película antes siquiera de estrenar Candyman, cuando el clima estaba lejos de enrarecerse tanto—, los despachos en llamas y los encajes de bolillos de cara a prometer nuevas entregas o ajustarse a lo narrado por entregas anteriores.
Todo está en The Marvels hasta el punto de causar estupor. El guion se ve en la tesitura de trabajar el arco de Carol Danvers —un arco, recordemos, congelado durante cuatro años— al mismo tiempo que ha de hacer lo propio con el de Kamala y Monica, y además combinarlos de forma que den pie a una dinámica de personajes que aprenden a trabajar en equipo. Así que el guion sufre. Sencillamente no tiene espacio para hacerlo todo, de forma que los diálogos enlacen momentos de introspección con las necesarias bufonadas y no solo se resienta el tono, sino el mismo entendimiento de qué demonios está pasando.
Esta escritura también afecta a la villana de Zawe Ashton y personajes secundarios de otros rincones de la franquicia como Nick Fury o la familia de Kamala. El guion es terrible porque tampoco le ha quedado otra, pero parece que los propios reshoots han querido empeorar el panorama junto al montaje —que lima la duración del filme hasta unos escuetos 105 minutos, sorprendentes para el estándar marvelita— y una realización inexistente. La escritura y el aparato formal de The Marvels son tan horrendos como para echar a perder ideas cómicas que en otro panorama deberían haber rendido mejor —la presencia de los gatos—, y en última instancia exaltan sus miserias dentro del “truco” que aúna los destinos de las justicieras.
La gracia de The Marvels, por decirlo así, es que las tres protagonistas intercambian su lugar cuando usan sus poderes. Es algo que podría ser gracioso, que de hecho se utiliza para varios gags. En un contexto tan pésimamente montado y escrito, sin embargo, solo deviene confuso, y lleva al límite la tolerabilidad de una película que no proporciona otra cosa que ganas de levantarse, abandonar el cine y, si es posible, no volver a ver jamás nada de Marvel.