Esta taxi driver cañí vive en las afueras de Madrid, y la tierra de sueños y libertad que venden no es para ella. A ella le gustaría cantar ópera, comer en japoneses de moda, tener un lío con un actor y ser como la directora de teatro que recoge en su coche un día (a la que interpreta Aitana Sánchez-Gijón). Y ella lo intenta con ganas. Con demasiadas ganas. Tantas que la realidad se mezcla con la ficción. Tanto que confunde Usera con su universo asiático deseado y tanto que empieza a distorsionar todo. De fondo, en la radio de su coche, empresarios que estafan a los ciudadanos, el paro, y una ciudad que solo pueden disfrutar unos pocos, los que tienen dinero.
Para Méndez Esparza, la comparación con el clásico de Scorsese “son palabras mayores”. Reconoce que preparando el personaje hablaron “mucho de Travis Bickle”, pero marca una diferencia clave de su protagonista, y es que ella “tiene la capacidad de valorar lo bello y de intentar crear algo bello”. “Travis ha perdido esa capacidad, pero Lucía sí que la tiene, y creo que quizás por eso es más trágico porque ella cree en el amor, en la superación, en las cosas bellas…”, dice el director que añade que todo lo que se oye en la radio eran noticias reales de los meses de filmación, para que el contexto fuera real: “Lo que nos rodea, nada foráneo”.
Tampoco quería que el filme tuviera el aire pesimista de Taxi Driver, sino que su personaje sintiera que hay “aunque sea pequeñas posibilidades”. Pero son demasiado pequeñas, y ahí surge la fricción entre el optimismo y la insatisfacción. “Una frustración que sale en una dimensión onírica donde hay una poética de la justicia. La justicia como un ángel que puede ser muy cruel o duro”, añade Antonio Méndez Esparza. Para él hay algo fundamental en todo proyecto, y es “el contexto y las circunstancias”. “Creo que todas mis historias se anclan en eso, y creo que por eso hay gente que dice que hago un cine muy social, pero yo creo que lo importante para mí es el contexto”, apunta.
Para crear ese contexto entrevistaron a taxistas reales, grabaron a muchos de ellos, pasaron tiempo escuchando sus historias: “A mí esa cercanía y esos encuentros me hacen creer la historia que estoy contado. Para mí el cine es un espejo de la realidad. Me interesa mucho esa faceta del cine casi como un archivo”.
Que nadie duerma es la primera vez que Méndez Esparza rueda en español. La primera vez que adapta una novela (en este caso de Juan José Millas) y la primera vez que tiene a actrices y actores profesionales (aunque aquí se toma la licencia de rodearles de esas personas reales que aportan frescura al conjunto). También es su primera película que juega al thriller. La primera con una música expresionista (una excelente creación de Zeltia Montes). En definitiva, una película de muchas primeras veces.
Una película que nació de un deseo: el de “volver a rodar en España de alguna manera”. “Viviendo lejos, cada vez estaba más desconectado y no podía escribir cosas, y el libro me pareció maravilloso. Me enamoré inmediatamente. Sabía que era muy difícil adaptarlo, pero me gustaba por eso. Era un libro muy vivo y dije, vamos a por ello. Luego hemos tenido mucha libertad en la adaptación”, dice de un libreto que ha escrito junto a Clara Roquet, directora y ganadora del Goya a la Mejor dirección novel por Libertad.
En un origen concibió la película como “una cosa muy Fincher, muy hitchcockiana”. Pero no se encontró cómodo en esa decisión. Poco a poco, le permitieron ir despegándose del guion y encontrando su propia esencia con “no actores, con localizaciones vivas”, y ahí si se sintió “mucho más cómodo”. “Tenía la libertad que yo siempre ansío”, subraya como una condición imprescindible para él.
Hay una frase del guion, que estaba en la novela, y que define muy bien el cine de Méndez Esparza, y es que ‘la ficción tiene mucho que aprender de la vida real’. “La frase estaba en la novela, pero fíjate que en el contexto de la película me costaba un poco, porque creo que era demasiado evidente”. Hay otra frase que apunta esta idea, y es cuando a Malena Alterio le preguntan qué es lo que no le gusta del cine, y ella dice sin pensar que es “que le mientan al final”. “Claro, de hecho creo que yo, para justificar mi ficción, siempre intento que se acerque mucho, lo más posible, a una realidad reconocible y cierta. Para mí es importante no mentir. No mentir, aunque mienta. Es algo que me preocupa”, zanja.
Todo sobre los hombros de una Malena Alterio colosal que ya ha sido nominada a los premios Forqué y podría lograr su primera nominación al Goya. Una elección que Méndez Esparza tuvo muy clara cuando vio la serie Vergüenza: “A mí la comedia me parece muy difícil. Cuando vi la serie, lo que me maravilló es que los actores no tenían ningún miedo al ridículo, que también es una cosa difícil. Admiro mucho esa capacidad. Me gusta esa palabra que usaba Fernando Fernán Gómez y que dijo Bardem cuando recogió el Oscar, ‘cómicos’... es que es eso. Y ella es un referente. Nunca había trabajado con una actriz de esa dimensión”.