La cocina es política, y el triunfo del neoliberalismo se manifiesta en la gastronomía, y eso queda mucho más claro cuando se ve A fuego lento, la película francesa elegida para representar a su país en los Oscar y que ha pasado el primer corte junto a La sociedad de la nieve. La dirige el cineasta de origen vietnamita Tran Anh Hung, que maravilló a todos con El olor de la papaya verde y que aquí cuenta la historia de una cocinera y un gastrónomo para el que trabaja. Es el año 1885, y la cocina era un arma de negociación. En torno a una mesa se decidía la geopolítica del mundo. Y cocinando uno se enamoraba.
La película es un ejercicio de puesta en escena que provoca los sentidos. A la vista y al oído, por supuesto, pero casi hasta el olfato y el gusto con la delicadeza con la que el director retrata el proceso creativo de cada plato. “Para mí el cine es el arte de la encarnación, y me gusta que no esté solo a nivel intelectual o espiritual, sino que tiene que ser una experiencia física”, cuenta Tran Anh Hung, que recuerda el origen de su pasión gastronómica en Vietnam, y cómo sus padres, obreros, se sentaban en torno a los platos que hacía su madre “de una manera muy sencilla pero maravillosa”. “Mi afición por el arte viene realmente de la belleza de los platos que ella cocinaba”, asegura.
A fuego lento reivindica el trabajo artesano, el que se hace con las manos, y a la cocina como arte y no como espectáculo, algo que Tran Anh Hung tiene claro: “La cocina es un arte. La diferencia entre algo que es arte y lo que es artesanal es que el arte permite hacer cosas infinitas, que no están limitadas por leyes y normas y creo que el arte culinario es así. Es el arte de mezclar especias, de dar importancia a un aroma más que a otro. Se trata de crear la personalidad de un gran chef, y ese espacio de creación es ilimitado, y por eso es un arte”.
Por tanto, si todo arte es político, la cocina también es política, algo que se muestra en el filme y que el director subraya sin ambages. “Por supuesto que la cocina es política. Napoléon lo entendió bien. A él no le gustaba comer. Es como Bergman, que podía comer un único plato y tenía bastante. A Napoléon no le gustaba comer pero entendió la importancia de la comida en el mundo diplomático. Dio un castillo a cada gran chef y negoció el destino del mundo alrededor de la mesa, porque las cosas se hablan mas tranquilas con un vino. Y eso es político, pero no solo por eso la comida es política. El gran problema de la comida es la comida mala, que encima es la comida para masas, y eso crea una injusticia y una desigualdad más entre ricos y pobres”, subraya.
Para los morbosos, la pareja protagonista de A fuego lento, esa chef y ese gastrónomo que viven su pasión entre fogones y recetas son Juliette Binoche y Benoît Magimel, dos de los mejores intérpretes franceses y antigua pareja que estuvo casada y tuvieron dos hijos antes de separarse. No han tenido la mejor relación, pero Tran Anh Hung decidió que fueran ellos quienes dieran vida a sus personajes. Ellos aceptaron. Ahora, el director reconoce que su elección le dio “miedo”: “Ellos estaban separados y no han tenido una relación buena, pero son profesionales y su talento es lo que hace que se consiga crear esta sensación de amor que se ve en pantalla, pero no fue fácil. Son grandes actores, pero al principio estaba preocupado”.
Normalmente a la comida en las películas no se le presta atención. Aparece en el plano, de fondo, pero nunca es un elemento narrativo. Aquí lo es. Uno fundamental, y el director tuvo que pensar y repensar cómo mostrarlo, cómo su puesta en escena debía captar la majestuosidad de lo que se cocinaba. Su referencia no fue cinematográfica. “Quería que fuera como un ballet, que hubiera un impulso cinematográfico y que fuera algo físico. Cuando vas a ver un ballet eso es lo que ves. Tu cerebro no deja de moverse con las personas en danza y quería que eso ocurriera aquí. Para ello necesitamos una preparación y una filmación compleja”, explica.
Tran Anh Hung, que ganó el premio a la Mejor dirección en Cannes con esta película, será uno de los rivales de Juan Antonio Bayona por el Oscar a la Mejor película internacional. Su elección por el comité de la Academia Francesa fue muy polémica, ya que fue escogida por delante de la gran favorita, Anatomía de una caída, ganadora de la Palma de Oro y presente en todas las quinielas para las categorías más importantes en los próximos Oscar. Los productores de Anatomía de una caída mostraron su enfado por la elección de A fuego lento, algo que para el director es “una lástima”.
“Los productores de Anatomía de una caída han dicho cosas que han provocado esa polémica y creo que es una pena. Ha sido como en Cannes, un comité decide qué película va a los Oscar o qué película gana la Palma de Oro, y nadie protestó con su Palma de Oro, ¿por qué sí ha pasado con la elección de la película que va a los Oscar? Por suerte me pilló en Vietnam, preparando una exposición y estuve muy alejado de todo esto”. Quizás el juego les haya salido bien, y haya finalmente dos películas francesas presentes en las nominaciones mostrando el buen momento de su industria, que regresa con fuerza tras la pandemia.