Tras participar durante unos años en guerras de conquista y después de haber disfrutado de explotaciones agrícolas y mineras, intentó sin éxito algunas reformas. “Todo fracasa por la imposibilidad de resguardar estos experimentos del acoso colonizador”, explica el historiador José Miguel Martínez Torrejón, quien añade: “Es entonces cuando Bartolomé se hace dominico, se encierra en un convento y emerge convertido en el activista político que sería durante el resto de su vida, ocupado en documentar los abusos, denunciarlos y agitar a todo el que le quisiera oír e incluso a los que no quisieran oírle”.
Martínez Torrejón es profesor en el Queens College, en la City University of New York, e investigador de la historia cultural de España y Portugal. Como experto en la vida y obra de Bartolomé de las Casas ha estado a cargo de la nueva edición de Brevísima relación de la destruición de las Indias, que ha publicado recientemente la editorial Cátedra. Obra fundamental del fraile, junto con su Historia de las Indias, se trata del primer alegato público, impreso en 1552, que alza la voz contra los desmanes de los primeros conquistadores.
De las Casas sabe de lo que habla y su contundencia no ofrece duda. Así lo relata en su libro. “La causa por la que han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas [de indios] los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas conviene a saber: por la insaciable cudicia y ambición que han tenido, que ha sido la mayor que en el mundo ser pudo, por ser aquellas tierras tan felices y tan ricas, y las gentes tan humildes, tan pacientes y tan fáciles a sujetarlas, a las cuales no han tenido más respeto ni dellas han hecho cuenta ni estima (…)”. Se podía decir más alto, pero no más claro y sus quejas llegaron a la Corte para indignación de encomenderos y colonos que desde primera hora intentaron por todos los medios, incluso las amenazas, desprestigiar a Bartolomé de las Casas con bulos y mentiras.
Ahora bien, lo sorprendente de la huella del fraile y cronista estriba en que esas acusaciones por lo que podríamos calificar de “antipatriotismo” han alcanzado hasta nuestros días. Así pues, De las Casas, un teólogo y filósofo que llegó a ser obispo de Chiapas (en el sur del México actual), fue denostado por la historiografía conservadora a través de los siglos e insultado como un propagandista de la leyenda negra contraria a los intereses de España.
Proscrita en ocasiones su obra de la cultura oficial, como en las épocas de dictaduras, el franquismo incluido, De las Casas ha sido en algunos periodos más estudiado y admirado en el extranjero que en España. No en vano se le considera entre historiadores de prestigio un precursor del concepto de los derechos humanos. Aunque han pasado 500 años desde sus denuncias, su obra sigue en tela de juicio y la etiqueta del antipatriotismo funciona todavía como un argumento válido para la derecha a la hora de silenciar un libro como la Brevísima relación de la destruición de las Indias, al margen de los hechos históricos.
Autor de una muy completa introducción histórica a esta nueva edición, Martínez Torrejón se subleva contra la pervivencia de las falsedades sobre De las Casas. “Está claro”, señala, “que difundir bulos es siempre rentable porque por más que se les desmienta siempre queda algo, alguien que se los cree”. A pesar de que evita dar nombres concretos de historiadores o de instituciones, parece evidente quienes defienden hoy esa leyenda rosa de la colonización española, tan ajena a la verdad histórica.
Como botón de muestra, Martínez Torrejón ofrece algunos ejemplos de estas manipulaciones. “Las Casas sigue protagonizando”, aclara, “unos bulos ampliamente difundidos por parte de pseudohistoriadores muy patrióticos y aplaudidos por un gran sector de público conservador que encuentra reconfortante un discurso color de rosa. En uno de los libros de pseudohistoria más leídos de las últimas décadas se sostiene que todo lo que dice Las Casas es evidentemente falso. Y todo ello a pesar de los ríos de documentación que certifican como ciertas cada una de las afirmaciones recogidas en los escritos del fraile. Se alega además que Las Casas casi nunca estuvo en América cuando su biografía, documentadísima paso a paso, contabiliza un total de 35 años en territorios americanos”.
Nacido en una familia acomodada de comerciantes y sacerdotes de Sevilla, un tío paterno de Bartolomé se enroló en el primer viaje de Cristóbal Colón en busca de las Indias en 1492 y el propio padre del fraile formó parte de la segunda expedición colombina a América. De esta manera ya estaba informado de la realidad americana cuando él mismo se embarcó de camino al nuevo continente en la flota de Nicolás de Ovando, en 1502.
Joven diligente y estudioso, Bartolomé de las Casas se convirtió en un gran orador a partir de su entrada a la orden dominicana en 1522. Brillante teórico en materia religiosa y filosófica e inquieto activista, todas estas cualidades le sirvieron para llegar a tener una cierta influencia en la Corte, en especial durante la época del emperador Carlos I de España y V de Alemania. De hecho, la crónica que luego se imprimiría como libro, la Brevísima, le fue enviada 10 años antes, en 1542, al entonces príncipe Felipe, luego Felipe II. Este ascendiente a modo de intelectual crítico explicaría su nombramiento como protector de los indios que le concedió el regente Cardenal Cisneros al poco de morir Fernando el Católico en 1516, un cargo que le otorgaba cierto poder.
Al margen de sus virtudes como orador e ideólogo, Martínez Torrejón señala también otros motivos para su influencia en la Corte. “A la Corona, en el fondo”, afirma, “le venía bien alguien que hiciera ruido en América. Tenía que mantener a raya a unos encomenderos demasiado ambiciosos y agradecía que alguien sacase a la luz trapos sucios que, llegado el momento, podrían aplicarse para negar una nueva concesión de tierras o deshacerse de algún personaje molesto”.
Al hilo de esta reivindicación de una figura tan extraordinaria y a la vez tan desconocida como la de Bartolomé de las Casas cabría preguntarse por el escaso conocimiento de los españoles sobre los algo más de tres siglos de colonización en América, hasta comienzos del XIX. De hecho, frente a una nutrida bibliografía de todo tipo sobre el siglo XVI, las investigaciones sobre el XVII y el XVIII resultan más pobres y en cualquier caso insuficientes.
Tras manifestar que la cultura histórica de este país sobre el colonialismo en América peca de sesgada e incompleta, José Miguel Martínez Torrejón brinda un argumento de fondo: “En España contamos con muy buenos historiadores, pero sus trabajos se difunden y retroalimentan en ambientes exclusivamente universitarios, con poca proyección hacia un público más general. Por el contrario, una difusión amplia suele estar en manos de esos pseudohistoriadores bien pagados para vender el producto que un cierto público quiere leer o escuchar en los libros, la televisión u otros medios”.
En cualquier caso, la polémica sobre Bartolomé de las Casas siempre está encima del tablero político y cultural y no deja a nadie indiferente. El fraile dominico hizo gala de valentía al narrar, al modo periodístico, aquello que vio o le contaron de primera mano con la sana intención de influir para cambiar las cosas. En definitiva, para mejorar un mundo injusto donde la fortuna de unos se construía sobre la explotación de los más débiles.
En las primeras líneas de Brevísima relación de la destruición de las Indias, De las Casas lo refleja meridianamente claro. Por aquello de que lo cortés no quita lo valiente así lo escribió: “Todas las cosas que han acaecido en las Indias, desde su maravilloso descubrimiento y del principio que a ellas fueron españoles para estar tiempo alguno, y después en el proceso adelante hasta los días de agora, han sido tan admirables y tan no creíbles en todo género a quien no las vido que parecen haber añublado y puesto silencio, y bastantes a poner olvido, a todas cuantas, por hazañosas que fuesen en los siglos pasados se vieron y oyeron en el mundo. Entre estas, son las matanzas y estragos de gentes inocentes y despoblaciones de pueblos, provincias y reinos que en ellas se han perpetrado y que todas las otras no de menor espanto”.