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Álvaro Morte protagoniza ‘Immaculate’ junto a Sydney Sweeney: “La iglesia ya da miedo, nosotros no hemos hecho nada”

Es un embarazo impuesto y dirigido, que explota sin piedad el cuerpo de la mujer.

En EEUU esta coincidencia ya ha generado reflexión. Bilge Ebiri, en Vulture, se ampara en que la ficción de terror siempre suele nacer de las inquietudes del presente inmediato para vincular ambas películas con la derogación de la ley Roe vs. Wade en junio de 2022, según la cual el derecho al aborto dejaba de tener garantías constitucionales a lo largo del país. Tanto La primera profecía como Immaculate remitirían a un estado de ansiedad colectiva en el que las mujeres pierden el control de sus cuerpos a manos de jerarquías anquilosadas y patriarcales, aunque lo harían en términos distintos. A nivel de tono, de forma de organizar los estímulos terroríficos, Immaculate es una película bien distinta de La primera profecía. “Immaculate es absolutamente gamberra”, asegura Álvaro Morte.

El actor de La casa de papel interpreta en Immaculate al padre Tedeschi, villano que ha orquestado esta “inmaculada concepción”. Morte descarta, por su parte, que Immaculate “quiera lanzar algún mensaje”. “No queremos hacer arte, queremos hacer una película para que la gente vaya al cine y se lo pase teta”, asegura. “Que diga ‘qué miedo he pasado, lo que me he reído’. Es la única pretensión, aunque si luego hay alguien que dice ‘qué interesante que hayan puesto esto sobre la mesa’, pues fantástico”. Aun asumiendo este desdén por comunicarse con el presente, Immaculate no nace de la nada, pues a sus espaldas se perfila toda una ola de terror religioso que va más allá de ella y La primera profecía.

En torno a los años 70 del siglo pasado el cine de terror vivió su primera nunsploitation: la afloración de películas de monjas, que sacaban partido desprejuiciado de sus circunstancias vitales para generar malestar y ponerse creativa con la iconografía religiosa. Puede que Los demonios de Ken Russell sea su buque insignia, pero el movimiento pegó con fuerza sobre todo en países de arraigada tradición católica, como Italia o España. Nuestro país, sin ir más lejos, ya ha suscrito esta segunda nunsploitation que parecen abanderar Immaculate y La primera profecía: el año pasado Paco Plaza estrenó Hermana Muerte.

Estos tres títulos, en conjunto a las taquilleras películas de La monja dentro de la saga Expediente Warren o La posesión de Agnes en 2021, demuestran que hay un interés por retomar los hábitos. Para Morte tiene sentido pues considera que existe algo muy inquietante en las monjas, algo que intensifica el terror “al ocurrir todo desde el encierro”. “Un convento ya está cerrado, al igual que las celdas, pero los hábitos también encierran a las monjas. Todo nos lleva hacia dentro y te preguntas qué puedes encontrar al final pero, ¿cómo verlo, si está todo tapado? Ese misterio claustrofóbico da un juego flipante”.

Ver a mujeres sometidas a un encierro tanto físico como espiritual puede simbolizar una extrapolación del patriarcado contra la que rebelarse —no parece casual que, paralelamente a la nunsploitation, también se consolidara el subgénero de explotación de las women in prison, ambientado en cárceles de mujeres—, pero sobre todo emana de un imaginario muy provechoso para el terror desde cualquier punto de vista. Immaculate, al igual que La primera profecía, consigue no pocos momentos de escalofrío con la sola visualización de ciertos ritos eclesiásticos, sin que necesariamente intervengan fuerzas esotéricas.

Es lo que nos lleva a una conclusión que Morte comparte alegremente, y es que hay algo profundamente perturbador en el catolicismo. “La imaginería eclesiástica suele estar basada en el sufrimiento”, afirma. “Los nazarenos, como hoy día llamamos a la gente con el capirote en la Semana Santa, eran conocidos en su día como disciplinantes. Se autoinferían disciplina desde el castigo, con latigazos, y eso ya de entrada da mucho miedo. Nosotros no estamos haciendo que la Iglesia sea terrorífica, no hemos hecho nada porque la Iglesia en sí lo es. Esas obras de arte maravillosas y barrocas, los pasos de Semana Santa… todo está basado en ese sufrimiento de la pasión de Cristo, que es una imagen muy potente y solemne”. 

Toda esta simbología busca además la comunicación con una fuerza capaz de trascendernos como seres humanos. En la posibilidad de que las imágenes de esta simbología se permeen con lo que hay más allá de la experiencia humana, el cine de terror habría visto un filón inagotable. “Hay otra cosa que conecta la religión con el terror, y es lo desconocido”, prosigue Morte. “La fe supone creer a pies juntillas en algo que no está demostrado científicamente que existe. La fe se asienta sobre un terreno desconocido donde es fácil dejar volar la imaginación, imaginar mil millones de cosas que hay tras la puerta”.

“Dentro del cine de terror, esa puerta hacia lo desconocido genera un mecanismo maravilloso que puedes usar para dar miedo. Es una conexión perfecta”. Siendo Immaculate alérgica a la solemnidad —el film que dirige Michael Mohan se parece más al cine de explotación de los 70 que al terror sofisticado, “elevado”, de La primera profecía—, no cabe duda de que hay un esfuerzo por exprimir el imaginario religioso, para a continuación llevarlo por los caminos más descabellados e histriónicos. El llamativo uniforme de las monjas que secundan el plan del padre Tedeschi supone un ejemplo, como también lo es la propia escritura del villano.

La fe supone creer a pies juntillas en algo que no está demostrado científicamente que existe. La fe se asienta sobre un terreno desconocido donde es fácil dejar volar la imaginación

Álvaro Morte — Actor

Y es que Tedeschi resulta aunar el fervor religioso con el ímpetu científico, de cara a hacer posible el embarazo de la Cecilia Jones que interpreta Sydney Sweeney mediante experimentos con la genética. El guion de Immaculate no duda pues en trastocar la jugosa iconografía que ha elegido, aunque la ocurrencia de sus planteamientos no le salvara de quedarse en el limbo, sin nadie que lo dirigiera, durante diez años.

Santa Sydney Sweeney

Más que surgir de un renovado interés por las monjas, o de la necesidad de exorcizar la situación con el aborto en EEUU, Immaculate nace sobre todo del empeño personal de Sydney Sweeney. La promoción de la película ha descansado sobre sus hombros, y no únicamente porque sea la actriz de moda ahora mismo. Años antes de hacerse famosa con Euphoria, Sweeney se presentó en 2014 para el casting de Immaculate. Consiguió el papel, pero la película no salió adelante y Sweeney se quedó con esa deuda pendiente hasta que llegado 2020 fundó su propia productora, Fifty Fifty Films, y empezó a hablar con Michael Mohan —con quien entonces rodaba Los voyeurs— sobre la opción de recuperar Immaculate.

Sweeney se hizo pues con los derechos, y Mohan se animó a dirigir el guion de Andrew Lobel. Immaculate llega cuando Sweeney mantiene una cálida relación con el público, y la actriz muestra a cada entrevista que se halla en perfecto control de su carrera. Fue especialmente memorable cuando le preguntaron en GQ UK por el bochornoso fracaso de Madame Web —primera película de superhéroes que protagonizaba— y ella ni se inmutó. “De no haber hecho Madame Web no tendría relación con quienes toman las decisiones en Sony. No me guío solo por los proyectos, sino por decisiones empresariales estratégicas. Gracias a Madame Web pude hacer Barbarella. Pude hacer Cualquiera menos tú”.

Sydney Sweeney trata de huir de su destino en 'Inmaculate' Sydney Sweeney trata de huir de su destino en 'Inmaculate'

Barbarella es un futuro remake de aquel film sesentero de ciencia ficción con Jane Fonda, que Edgar Wright habría tanteado dirigir. Cualquiera menos tú, por su parte, no necesita presentación: ha sido la primera sorpresa en taquilla de 2024, y la responsable de que ahora mismo Hollywood ansíe resucitar por todo lo alto la comedia romántica. Immaculate supone por tanto un nuevo peldaño en la inteligente trayectoria de Sydney Sweeney, habiendo ejercido —en palabras del propio Álvaro Morte— un rol mucho más amplio que el de actriz protagonista. “Es la gran promotora, el motor de propulsión de Immaculate. Ella sola ha conseguido levantar el proyecto desde la posición que tiene ahora”.

Produciendo a través de Fifty Fifty Films, Sweeney “ha sido la capitana del barco, sin dejar de tomar decisiones”. Todo compatibilizado con el hecho de ser la protagonista absoluta de Immaculate, “el 98% de los planos le pertenecen a ella”. “Debo decir, además, que pese a toda esta responsabilidad se ha permitido disfrutar del proyecto, y eso demuestra mucha inteligencia”, añade Morte. Más allá de su energía lúdica y condición verbenera, Immaculate es una película que brilla especialmente por la entrega de Sweeney. La actriz se corona en unos minutos finales especialmente inspirados.

Minutos que consolidan Immaculate como un entretenimiento de lo más recomendable: ligero, desprejuiciado, comprometido al disfrute delante y detrás de las cámaras. “Lo hemos pasado en grande, nos hemos reído mucho”, sintetiza Morte. Es algo que Immaculate transmite de arriba abajo, violentando a lo grande una sobriedad religiosa que no tiene nada que hacer contra el carisma glorioso, y blasfemo, de Sydney Sweeney.

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