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Jacques Audiard apunta a la Palma de Oro con ‘Emilia Pérez’, un impresionante musical trans sobre el narcotráfico

Audiard se lanza al vacío sin red en su película más grande y ambiciosa para contar la historia de un líder de un cártel mexicano que decide cumplir su sueño… y convertirse en mujer. Para ello contrata a una abogada para que le ayude a realizar la tarea. Solo la propuesta es delirante, pero es que para contarla, Audiard ha decidido recurrir al género musical, uno de los pocos que le quedaban por abordar. Sumen más dificultades: lo ha hecho en español y con canciones originales también en español.

El resultado es desbordante e impresionante, pero también con muchas papeletas para sacar de quicio a la crítica más sesuda. Como le ocurría a Coppola, Audiard dispara sus ideas visuales como si fuera una metralleta, lo que pasa es que el cineasta francés tiene esa extraña habilidad de caer siempre de pie. Su triple salto al vacío siempre se las apaña para aterrizar bien. Incluso cuando se tropieza, que lo hace, faltaría más con una propuesta tan imposible, se las apaña para levantarse pronto y volver a alzar el vuelo y sorprender al espectador una y otra vez hasta llegar al final sin que apenas se noten sus más de dos horas de metraje.

Zoe Saldaña en uno de los mejores números musicales de 'Emilia Pérez' Zoe Saldaña en uno de los mejores números musicales de 'Emilia Pérez'

Emilia Pérez camina en el borde del precipicio constantemente. Desde lo temático. Había muchas posibilidades de abordar mal un tema como el cambio de género. Y de hecho, por momentos uno piensa que va a caer en cierta transfobia, pero siempre remonta. Siempre lo arregla con la frase justa para que se entienda bien que la decisión de la protagonista no es una excusa criminal. También hasta mete frases en donde hace un guiño al no binarismo. “Hombres, mujeres, y todo lo que hay entre medias”, dice la abogada a la que interpreta una sorprendente Zoe Saldaña. A veces (hola, número musical de la vaginoplastia) mete la pata, pero es una película tan segura de sí misma que avanza como si nada.

Desde el comienzo Audiard pone las cartas sobre la mesa. Lo hace como deben hacerlo los buenos musicales, con un número sorprendente, potente y que marque el tono del filme. Aquí, Saldaña se desmarca con una canción sobre los feminicidios en México que es un prodigio de puesta en escena, de imaginación y de transiciones entre escenarios. A Audiard se le nota que se ha empapado del género, y consigue una fluidez en cada número que ayuda a que la narrativa del filme nunca se resienta del parón tras las canciones.

Como musical Emilia Pérez es un disfrute. Las canciones (de Camille y Clément Ducol) son potentes, los bailes espectaculares, la puesta en escena impecable (increíble como dirige Audiard cada número) y tiene sus propios momentos showstoppers imprescindibles en una película como esta. Como casi todos los musicales Emilia Pérez tiene bajadas de ritmo, especialmente en su segunda parte, y acusa en ciertos momentos una trama que, puede que de forma consciente, bebe casi del culebrón. También un baile de acentos que aunque intenta justificarse por la trama a los españoles nos chirría más. No importa, es tan arriesgada, tan personal, tan única y derrocha tanta vida que es imposible no caer rendido.

La actriz española Karla Sofía Gascón, la Emilia Pérez del título, feliz en la alfombra roja La actriz española Karla Sofía Gascón, la Emilia Pérez del título, feliz en la alfombra roja

A ello también contribuye un reparto que se entrega hasta la extenuación a una propuesta tan loca y arriesgada. Empezando por la ya mencionada Zoe Saldaña y terminando por la nota española del filme, la actriz Karla Sofía Gascón que da vida a la Emilia Pérez del título, el antes conocido como el narco Manitas. Entre medias estrellas como Selena Gómez, con un par de potentes números musicales y el casi cameo de Edgar Ramírez.

No habrá medias tintas con Emilia Pérez, el que entre en una propuesta que se atreve a hacer números musicales sobre las personas trans, las mujeres asesinadas, la corrupción y los desaparecidos en México desde lo juguetón; disfrutará de una propuesta inolvidable. El que no entré en el código que propone Audiard desde el minuto uno tendrá todos los argumentos posibles para destrozarla. Aun así, una de las experiencias más vigorosas de un Cannes que necesitaba a alguien que le sacudiera con un cine tan suicida como divertido. 

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