"La necesidad de buscar refugio, moverse entre territorios divididos entre dos bandos… Son experiencias individuales pero que en el fondo son testimonios indicadores que nos hablando de fenómenos colectivos", explica a eldiario.es Fernando Sáez, director del Museo Nacional de Antropología.
La documentación de la vida cotidiana en el campo de batalla y en la retaguardia, independientemente de hacia qué lado dispare el objetivo, es la prioridad de una muestra que tiene como objetivo la reivindicación de la memoria.
"Este es un tema que sigue sin dejar indiferente a nadie, porque no se han hecho los procesos adecuados para que se pueda hablar entre todos, sino que se ha fomentado la idea de que hay que olvidar", reinvindica el encargado de la institución. Las instantáneas presentadas son especialmente valiosas porque suponen una documentación de primera mano. "Algunas fotos están tomadas prácticamente instantes después de que pegaran el tiro", añade.
Otras capturas, al contrario, muestran los momentos previos a que comenzara el intercambio de balas. Es el caso de la favorita de Sáez, que muestra a unos combatientes republicanos en una trinchera al amanecer con los montes asturianos a sus espaldas. "Se aprecia justo cómo entra el Sol por la trinchera y les da en el casco y en la cara, poco después de despertarse y medio asustados porque con el amanecer también empezaban los tiros", recalca.
Pero no solo las escenas bélicas definieron esta etapa. También la hambruna, las largas colas para conseguir alimentos o las ruinas de edificios que, al igual que la población, sufrían las consecuencias de los proyectiles. La vida tras la guerra intentó seguir su curso, pero ya nada era igual.
Por esta razón, en relación a esta muestra, el Museo Nacional de Antropología ha impulsado también un proyecto de memoria histórica con el que invita a enviar sus testimonios en vídeo a todas aquellas personas que quieran contar historias relacionadas con la Guerra Civil. La idea es hacer un mapa de relatos colectivo con diferentes prismas , archivándolos y poniéndolos a disposición del público, ya sean de supervivientes o de los descendientes de aquellos que perdieron su vida. Porque, ahora sí, todos son escuchados.