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Las novedades de Germán: reseñas para un apocalipsis final
Ya sabéis que en agosto no se publican libros (las máquinas de impresión deben generar mucho calor), pero vamos a dejar esto a un lado porque esta columna va de reseñar novedades editoriales y yo no me quiero quedar sin cobrar este mes. Así que…, por ejemplo…, reseñemos… ¡Este de Danielle Steel! La novela número ciento setenta y ocho que escribe la autora de su puño y letra (ejem) y que sin duda es una novela conmovedora e introspectiva que explora el autodescubrimiento de unos personajes bien desarrollados y que ofrece una reflexión poderosa sobre la superación personal y la reconstrucción de la identidad. ¿Qué pasa? ¿Os molesta que use ChatGPT? Estaría bueno que les permitiésemos a autores y editoriales utilizar la IA para producir sus libros, y no a los críticos literarios que los tenemos que reseñar.

Cómo morir: Cartas sobre la vejez y la muerte, de Lucio Anneo Séneca (trad. de Cascón Dorado; Arpa). Se nos recuerda en esta cuidada selección el valor que las epístolas del filósofo cordobés guardan como invitación estoica para pensar de manera positiva, serena y elegante sobre la muerte, sobre aquella desembocadura de los ríos que, en versos de Jorge Manrique, van siempre a dar a la mar. Releyéndolas, yo me he sorprendido dándoles un sentido más actual e incluso político, en concreto relacionado con la carrera estadounidense por el asalto presidencial: tanto se puede leer estas cartas Joe Biden ―para resignarse a su suerte política― como nosotros mismos, por si Trump acaba gobernando y desata una hecatombe nuclear.

Blackwater, de Michael McDowell (trad. de Carles Andreu; Blackie Books). Por fin me termino de leer los seis tomos de esta saga de terror gótico y tengo muchas preguntas que hacer. Uno: ¿Cómo han podido tener los editores de Blackie Books la visión de convertir unas noveluchas pulp originalmente publicadas en 1983 en una serie tan apañada que ha medio revolucionado el sector? Dos: ¿Les estará permitido a los escritores una vez muertos ―y recordemos que McDowell fue guionista de la comedia de ultratumba Bitelchús― saber de sus éxitos póstumos, para enterarse de cómo lo está petando su obra en nuestro país? Y tres: ¿Por qué no han optado desde la editorial por traducir el título al español, por ejemplo como “Aguas negras”, ah, mierda, calla, que ya veo por qué no.

Nada más ilusorio, de Marta Pérez-Carbonell (Lumen). No me suelen gustar las novelas españolas ambientadas por ahí fuera, en el extranjero (esta arranca en un tren entre Londres y Edimburgo) pero esta sí que me ha interesado pues su tema de fondo ―¿es ético escribir novelas basadas en historias que no nos pertenecen; escribir novelas basadas en las vidas de los demás?― me toca muy de cerca… Hace unos meses, un compañero de profesión llamado Josep Vicent Peris publicó una novela titulada Aventuras de un crítico sin apuros y no tengo pruebas pero tampoco dudas de que, por describir al protagonista de la historia como “provinciano, obeso y socarrón”, se basó en mi vida y trayectoria el muy mamón.

La tribu vertical: Una historia de los ultras, hooligans y otros grupos radicales del fútbol español, de Borja Bauzá (Libros del K.O.). Lo admito: no soy nada futbolero. Ya sé que encajaría con mi estereotipo (boomer blanco cishetero que detenta su poder intelectual desde esta columna y desde la UaCLM en Ciudad Real) pero nunca he podido terminar un partido de fútbol, ni siquiera los de la selección. Lo intenté hace unas semanas con la final de la Eurocopa, y donde la gente veía emoción y valores como el compañerismo, el tesón o incluso el orgullo patriótico, yo solo veía a unos críos persiguiendo una pelota de un lado a otro del césped y a una afición desenfrenada, en las gradas, de la que me podía esperar lo peor… Luego ya se celebró la victoria en Cibeles y, claro, se coreó lo que se coreó (“Gibraltar español”, “Lamine Yamal / come jamón”) y entonces me volví a alegrar de estar en el bando correcto de la historia, ese tan pacífico y aburrido que no retrata de manera fascinante Borja Bauzá en su ensayo sobre los fans más radicales del deporte “campeón”.

Apocalipsis, de Juan de Patmos (trad. de Fruela Fernández; Wunderkammer). Algunos lectores prefieren reservar los meses de verano para libros livianos y alegres, y a mí me parece bien. Yo me desperté el otro día, puse la radio, y, aún en la cama, me enteré de que íbamos a entrar de nuevo en otra ola de calor. De que la guerra en Gaza continuaba, sin tregua por parte de un Estado israelí que seguía aniquilando a la población. De que la juventud europea cada vez se estaba volviendo más ultraderechista y radical… Agobiado por tanta noticia terrible, me sentí también en la necesidad de empezar la jornada leyendo algo optimista, quizás algo escapista y fantástico, y recordé lo que mi librero de confianza me había dicho sobre esta cuidada edición del texto bíblico de San Juan: que la nueva traducción era finísima y muy poética, que las ilustraciones de Ignacio Cobo eran enigmáticas, que “total, para como está el mundo, un apocalipsis bien organizado y como Dios manda quizás sea lo mejor a lo que podemos aspirar”.