Los objetos y ambos jóvenes fueron usados para demostrar la supuesta supremacía de la civilización occidental. Siguiendo los pasos de este botín, la finlandesa criada en Senegal y asentada en el país galo Taina Tervonen, descubrió una atroz historia colonial que ha reflejado en Los rehenes (Errata Naturae, con traducción de Iballa López Hernández).
En el libro cuenta la exigencia desde hace décadas por parte de Senegal de la devolución del sable, la complejidad con la que Francia no está siendo capaz de darle respuesta y, por encima de todo; los mecanismos por los que tantas generaciones de, en este caso senegaleses, han crecido sin poder tener acceso a su imaginario cultural. Una realidad aplicable a otras tantas regiones a las que se despojó de bienes que, a día de hoy, permanecen expuestos en las pinacotecas de las naciones colonizadoras por todo el planeta.
La autora de la detallada investigación ha reunido relatos de múltiples personajes implicados, cada uno con su complejo punto de vista. La escritora, que dedica el ejemplar a los archiveros, “guardianes de la memoria y de los pequeños documentos” y sin quienes asegura que “no podría haber contado” Los rehenes; reconoce a este periódico que la mayor sorpresa que se ha llevado durante su estudio ha sido descubrir “lo tabú que sigue siendo la historia colonial en Francia”.
“No me lo esperaba hasta este punto”, afirma, “sabía que en Senegal me preguntarían por qué estaba interesada en este tema si no formaba parte de mi propia historia, pero no que fuera a tener que responder tantísimas veces a la misma pregunta en Francia. La gente que iba conociendo necesitaba saber, en cierto modo, 'en qué bando estaba'”.
La investigadora achaca este silencio al “miedo” que genera en el país “hablar en público” sobre este asunto, que se genere debate. “Quizás tenga que ver con el temor a enfrentarse a la indignación que, inevitablemente, generaría la conversación”. Lo que tiene claro es que este pánico explica “muchas de las reacciones que se dan al respecto en el universo de los museos”. “También está esta idea de que lo que está dentro del museo es 'universal' siempre y cuando sea uno francés, todavía hay muchos ángulos muertos en toda esta historia, que tiene su origen en las teorías racistas y la herencia racista de la era colonial”, valora. “Quienes se benefician de no hablar sobre ello son claramente los países colonizadores”, advierte.
Sabía que en Senegal me preguntarían por qué estaba interesada en este tema si no formaba parte de mi propia historia, pero no que fuera a tener que responder tantísimas veces a la misma pregunta en Francia
El debate en torno a este tema está igualmente candente en España, donde a principios de año el ministro de Cultura Ernest Urtasun comunicó su compromiso para descolonizar los museos estatales. Los primeros pasos de su plan no llegaron hasta el pasado mes de junio, con el anuncio de la creación de dos comités que elaborarán el informe que servirá de guía para la renovación del Museo de América y el Nacional de Antropología. Del mismo modo está en el aire saber qué pasará con el Tesoro de los Quimbayas, albergado en el primero, cuya devolución fue reclamada formalmente por Colombia el pasado mes de mayo.
Quién decide qué es una obraLa discusión en torno a la descolonización de los museos es relativamente reciente, por lo que todavía no se ha podido establecer la 'manera' de llevarla a cabo que sea válida, justa y pertinente para todas las partes. “Lo más importante es tener un debate abierto y compartido sobre lo que significa descolonizar y cómo debe llevarse a cabo”, defiende Taina Tervonen, “esta discusión no puede llevarse a cabo en Europa por un lado y en África por el otro, es necesario que sea una conversación en la que ambas partes hablen abiertamente”.
Algo que, según indica, ya se está realizando en algunas pinacotecas en concreto, en las que se están explorando las colecciones de manera conjunta: “Todavía no existe una regla universal pero ya hay varios proyectos desarrollándose en museos de Francia, Alemania e Inglaterra”. En Los rehenes recoge cómo a principios de 2022, Bélgica entregó a la República Democrática del Congo un inventario de los cerca de 84.000 objetos provenientes de este país que forman parte de las colecciones del Museo Tervurem.
En Reino Unido, donde instalaciones nacionales como el British Museum rechazan cualquier restitución, algunas privadas como la Universidad de Adberdeen realizaron devoluciones en 2021. La autora describe como “el más espectacular” el acuerdo firmado entre Alemania y el Estado de Nigeria sobre el retorno de varios centenares de obras del Palacio Real de Edo (en la actualidad Benin City). Algunas se quedarán en el país germano, pero sólo en préstamo, ya que la propiedad ha sido transferida.
La fachada del Museo de las Civilizaciones Negras, ubicado en DakarUno de los testimonios recogidos en el libro es el de Hamady Bocoum, director del Museo de las Civilizaciones Negras de Dakar, que identifica como “problema” que, en el centro del que es responsable, no pueden “concebir el patrimonio africano como Europa querría”. “Para la gente de aquí no son objetos artísticos. Fueron los europeos quienes los transformaron en obras de arte al llevarlos a los museos”, expone. “Que nos dejen decidir a nosotros lo que queremos hacer con esas obras. Podemos quemarlas, destruirlas o conservarlas en un museo. Esos objetos nos pertenecen, es a nosotros a quien nos corresponde esa decisión”, argumenta.
El prejuicio del africano “inútil”En la misma línea se sitúa el filósofo y economista senegalés Felwine Sarr, que critica la “arrogancia” de determinados directores de pinacotecas francesas, al pensar que “África no es capaz de hacerse cargo de sus objetos”. Una actitud a la que suma la convicción de haber hecho lo correcto: “Se han guardado piezas de cuya importancia no nos habríamos dado cuenta. Cuando les decimos que para nuestro pueblo son seres espirituales, nos miran con cierta condescendencia”.
Se han guardado piezas de cuya importancia no nos habríamos dado cuenta. Cuando les decimos que para nuestro pueblo son seres espirituales, nos miran con cierta condescendencia
“Es como si resultara imposible considerar siquiera que existe un continente de mil millones de individuos cuyos jóvenes tienen derecho a su patrimonio, igual que los europeos tienen derecho al suyo”, reivindica, “no, ellos piensan que lo suyo es suyo y que lo nuestro también es suyo. Proclaman la universalidad de los museos, una universalidad centrada en sí mismos, por supuesto”.
Felwine Sarr señaló que se dan distintos argumentos para sustentar la pervivencia de este contexto, como que se diga que “no existen museos en África”, pese a que han contabilizado unos quinientos“; o las dudas sobre a qué país correspondería la devolución a los actuales, como Senegal o Benín, donde no existían en el momento en el que se llevaron los bienes. Todo ello para identificar que ”no se trata de una cuestión racional sino de otro tipo, más relacionada con una verdad íntima que se ha ido forjando con el tiempo, a base de repetirla en las películas, en los libros, en los medios de comunicación, en los manuales de historia, en los discursos políticos. En el fondo, subyace el prejuicio de que el africano es un inútil“.
El papel de la educaciónTaina Tervonen estuvo en el fuerte Faidherbe de Podor, Senegal, que fue tomado por Francia en 1854. Allí habló con Ibrashima Sy, que lleva vigilándolo desde hace veinticuatro. A sus 74, explica que vivió los “dos mundos”: el de la colonización y el de la independencia, que tuvo lugar en 1960. “La historia es lo que hemos vivido y lo que transmitimos a los demás. No debemos restarle importancia”, afirma.
Allí consigue conversar también con Abdourahmane Niang, el que fuera el primer conservador del espacio. “Incluso en la memoria de los franceses, al hombre negro nunca se lo consideró un ser humano. Era una bestia de carga. Hasta se decía que la ciencia era inaccesible para él. No deja de ser extraño que aunque desde el punto de vista anatómico y fisiológico todos los seres humanos todos están constituidos por los mismo elementos, algunos se consideran superiores a los demás”, reflexiona.
Taina Tervonen, autora de 'Rehenes'Las enseñanzas recibidas en el colegio fueron clave para “moldearles a la usanza colonial” de: “Lo que diga el blanco está bien y lo que no diga, no”. “Cuando era niño, en la escuela teníamos el symbole. Un palo de madera. No nos estaba permitido hablar en nuestra lengua materna, solo podíamos comunicarnos en francés. Si te sorprendían usando cualquiera lengua africana, te daban el symbole y te lo quedabas hasta que oyeras a otro alumno cometer el mismo error. Hablar tu propia lengua se consideraba una infamia”, indica.
Mientras que la historia y la geografía de Francia se la sabía “de pe a pa”, comenta que no les enseñaron “nada” sobre África. Es más, explica que les describían a los héroes africanos desde una perspectiva “tan distorsionada” que hasta ellos mismos les tenían “miedo”. “Nos decían que eran unos sanguinarios, ¡estábamos aterrorizados! Nuestros profesores falsearon los hechos, y eso no está bien. Lo terrible para los que fuimos a la escuela colonial es que cuando supimos la verdad, nos rechinaron los dientes. Duele mucho”, reconoce.
En el colegio nos decían que los héroes africanos eran unos sanguinarios, ¡estábamos aterrorizados! Nuestros profesores falsearon los hechos, y eso no está bien. Lo terrible para los que fuimos a la escuela colonial es que cuando supimos la verdad, nos rechinaron los dientes. Duele mucho
Y en los países colonizadores, ¿cómo se cuenta la historia? ¿Cómo se habla de estos episodios en el aula y los libros de texto? Tania Tervonen responde sobre la realidad actual en Francia: “Por el momento, la era colonial es presentada en los colegios desde un punto de vista económico y desde una perspectiva muy blanca. Introduciendo más voces, que incluya a voces de la resistencia de Europa y África, ayudaría a que hubiera más matices”, opina.
La escritora sostiene que “investigando el vínculo entre esta herencia con la sociedad actual beneficiaría a todo el mundo, empezando por los jóvenes franceses que, por ser racializados, sufren discriminación y violencia en sus vidas”. “Entender de dónde viene esto es una forma de luchar y hacer que aquellos que no lo experimentan en sus carnes entender mejor sus privilegios y, a lo mejor, iniciar el cambio, juntos”, apunta.