El camino del libertario, de Javier Milei (Deusto). Tampoco suelo leer biografías escritas por políticos desquiciados, pero este agosto mi cerebro —sin duda derretido por el calor— pedía emociones fuertes y las encontró en este libro (sic) de Javier Milei. Creo que en parte fue por la gracia que me hace su personaje en sí mismo (a ver, que es que dicen que practica el espiritismo con su perro difunto), en parte por mi recuerdo de la polémica editorial con la que vino precedida su publicación. ¿Saben de qué les hablo? La editorial tuvo que retirar de circulación la esperada autobiografía cuando se enteraron de que el presidente de Argentina mentía en la solapa sobre su trayectoria académica (ni era graduado por la Universidad de Buenos Aires; ni la de California le había hecho doctor) aunque yo sé que eso de hinchar un currículum literario no es para nada inusual. ¿Acaso no presumen todos los escritores de haber tenido trabajos precarios en su juventud? ¿O de provenir de lo que solo ellos considerarían clase baja? ¿Acaso no voy engañando yo mismo a todo quisqui diciéndoles que soy profesor asociado de la universidad de Ciudad Real?
La biblia saludable de MasterChef (Espasa). Hay un pequeño pueblo en mi vecina provincia de Albacete, Montealegre del Castillo, al que los lugareños habitualmente llaman “el de las tres mentiras” (se entiende por qué, ¿no?, y es que la localidad ni tiene monte, ni es alegre, ni dispone de fortaleza medieval). Pues bien, algo similar se podría decir de este producto editorial lanzado por RTVE al que llegué espoleado por mi mujer e hijos, que dicen que soy un “maldito vago” y que en casa debo contribuir cocinando más. Lo cogí prestado de la biblioteca, y ya desde el mismo título vi que no le iba a la zaga al susodicho pueblo albaceteño en eso de trolear: el libro es uno de recetas y no una biblia (y es que incluso siendo ateo me parece sacrílego asociar una palabra tan venerable con las instrucciones para preparar unos huevos rotos con jamón), de saludable tiene más bien poco (a ver, las recetas sí, pero recordemos que el famoso programa de televisión ha sido criticado por causar a sus concursantes un estrés mental tremendo hasta que estos han de abandonar) y, bueno, tampoco creo que esté escrito por el propio MasterChef, como aparenta indicar su engañoso título, sino supongo que por una multitud de subordinados editoriales que, pobrecitos míos, no sabrán ni cocinar.
Maximum Berserk, de Kentaro Miura (Panini Manga). Este ya tiene un par de años pero me han dicho que es una lectura ineludible en un género —el manga— del que con orgullo lo desconozco todo. Además, a mí me interesa este libro porque se ve que muchísima gente aficionada al género pierde la cabeza por esta obra, incluido un librero llamado Fernando Iglesias Acuña, completamente trastornado, que desde su librería de cómics en Pontevedra promociona una y otra vez esta serie de tebeos japoneses de la forma más original que un servidor haya podido presenciar: en cada vídeo de su cuenta de Instagram, agarra un ejemplar del manga y ¡pam!, lo revienta contra una mesa, a veces incluso invitando a terceros a participar… Bueno, me parece genial, pero cuidado con hacer lo propio con alguno de los libros en los que yo aparezco antologado pues, como se atreva, me pienso plantar en su librería y nuestra batalla al más puro estilo manga sí que va a ser digna de novelar.
Tu cerebro tiene hambre, de la dra. Marián García (Planeta). Y yo no sabré cocinar, pero lo que sí que sé hacer es comer, así que me he propuesto empezar septiembre haciendo dieta para perder unos kilitos y que así el mundillo literario deje de referirse a mi persona como “ese reseñista ciudarrealeño, travieso y gordinflón”. Para ello, y siguiendo con mi iniciativa tardo-estival de leer libros de géneros a los que no estoy acostumbrado, di con este de divulgación científica escrito para que el lector descubra los mecanismos que tiene nuestro cerebro para hacernos engordar (la autora habla de ese “hambre emocional” que nos lleva derechitos camino de la obesidad). ¿Me ha funcionado? Pues qué pijo, porque de lo que de verdad tiene hambre mi cerebro es de novedades literarias, de propuestas narrativas de altura, de literatura de nuevo cuño que —venga, Germán, tranquilo, que ya llega la rentré— poder reseñar.