Era la madre de Ignacio Martínez de Pisón, que ha recogido esta y otras anécdotas de su infancia y primera juventud en el libro Ropa de casa, que acaba de publicar en Seix Barral. Con esta historia de formación, el autor relata también la realidad de un país en los últimos años de una dictadura y los inicios de la democracia. Según sus propios recuerdos, porque en este trabajo no hay más ficción que la impuesta por los filtros de la memoria.
Escribir una autobiografía cuando aún se es tan joven no es algo muy habitual, aunque él señala a Carlos Barral, que publicó el primer volumen de la suya en 1973, con solo 45 años. “Yo he esperado hasta los 63, que ya es una edad razonable para contar cosas”, dice a elDiario.es en Barcelona. Sin embargo, sus coetáneos aún no se han arrancado con el tema, aunque a él le encantaría que lo hicieran. “Yo creo que es por influencia de la autoficción. Han ido soltando sus vidas en libros de creación de ficción y, al final, nadie ha escrito una memorias al estilo clásico, que es lo que a mí me gusta leer”, declara. Se quedó con las ganas, como tanta otra gente, de disfrutar de las de Javier Marías. “Creo que en algún momento las habría escrito, porque todos los escritores británicos en algún momento lo hacen y él era muy british”.
Marías es uno de los nombres conocidos que aparecen en las páginas de Ropa de casa, junto a otros compañeros del gremio como Enrique Vila-Matas, José Antonio Labordeta, Cristina Fernández Cubas, Monserrat Roig, Bernardo Atxaga, Javier Reverte o Antonio Muñoz Molina. El autor de Corazón tan blanco es el protagonista de uno de los enredos editoriales más sonados –dentro de lo que cabe– de finales del siglo XX, cuando dejó la editorial Anagrama tras acusar a Jorge Herralde de falsear las cifras de las liquidaciones de su novela Mañana en la batalla piensa en mí en 1996. Ese encontronazo tuvo como consecuencia la mudanza del escritor a Alfaguara y también el alejamiento de Martínez de Pisón, a quien había tomado como discípulo. Este continuó en Anagrama durante muchos años hasta que también se fue, en su caso, a Seix Barral “por un desacuerdo con Jorge [Herralde]”, comenta.
El escritor Ignacio Martínez de PisónLa Barcelona de la juventud del protagonista de estas memorias se parece poco a la actual. Era la ciudad pre Juegos Olímpicos de 1992, donde el Raval todavía era el Barrio Chino, los pisos del Eixample aún se podían pagar (aunque ya había propietarios que los dividían para hacer dos apartamentos) y los literatos se reunían para emborracharse por las noches en El Séptimo Arte, un bar que estaba cerca de la casa de Jordi Pujol al que, a veces, veían pasear por las noches vigilado por sus guardaespaldas. Poco queda ya de todo aquello. “Yo tengo nostalgia de la Barcelona de los 80, pero porque tengo nostalgia del joven que yo era entonces. A mí me encantaba esa Barcelona, pero no me puedo quejar de la posterior porque hay que reconocer que es una gran ciudad que tiene cosas maravillosas”, afirma.
Eso sí, también matiza que ahora la vida en ella es peor que antes. “Cuando se habla de la vivienda, yo siempre recuerdo ese piso maravilloso que teníamos mi chica y yo en la calle Borrell, que nos costaba 12.000 pesetas. Y cuando la vivienda es barata, la vida es mucho más feliz porque te sobra dinero para salir y para divertirte. Ahora vete a buscar una vivienda barata en Barcelona”. Cuando llegaron los Juegos Olímpicos, el Barcelona posa't guapa de Pascual Maragall y el turismo masivo, las cosas se recrudecieron para los vecinos menos pudientes. Además, el escritor opina que el nacionalismo comenzó a erosionar la vida cultural de la capital catalana antes incluso del nacimiento de Cobi. “Empezó muy suavemente a impregnarlo todo, y todo ese dinamismo que tenía Barcelona a finales de los 70 y hasta principios de los 80, fue desapareciendo hasta que Madrid le tomó el relevo con la Movida. Barcelona no ha vuelto a ser ese foco irradiador de cultura que había sido justo antes de que yo llegara”.
Cuando la vivienda es barata, la vida es mucho más feliz porque te sobra dinero para salir y para divertirte. Ahora vete a buscar una vivienda barata en Barcelona
Ropa de cama termina cuando el autor llega a la edad adulta definitivamente, con las obligaciones y renuncias que ello conlleva. Las fiestas hasta las tantas junto a Vila-Matas y otros trasnochadores se espacian cada vez más, pero no solo por cuestiones de conciliación, al menos en su caso. “Esa vida alegre de los años 80, de repente se empieza a reducir, pero porque los otros la reducen. Yo en Barcelona ya no salgo por la noche porque mis amigos ya no salen. A mí si me llamaran a cenar mañana, yo iría”, comenta. También lo achaca a la realidad de la propia ciudad, que “es más aburrida que antes”. “Es una cuestión demográfica, seguramente. Ahora lo único que hay son bares para turistas, que son los únicos que salen. Mi generación abandonó la noche ya hace mucho tiempo y los más jóvenes se han tenido que ir un poco lejos”, reflexiona.
La vista más atrásLa escritura de Martínez de Pisón se movía bien dentro de los límites de la ficción, pero en 2018 quiso poner en orden los recuerdos de su propia vida impulsado por la muerte de su madre y por la edad. El libro comienza con su viaje a Segovia para consultar en el Archivo Militar la hoja de servicio de su padre, que falleció cuando él apenas tenía 10 años. Esa misión conlleva el temor de descubrir algún secreto ominoso del pasado laboral de su progenitor que, al fin y al cabo, había sido parte de las Fuerzas Armadas de Franco. Aunque oficialmente sus labores habían ido poco más allá de las de un oficinista, nunca se sabe. Por suerte, no descubrió nada que enturbiara el recuerdo que tenía de él ni, en general, de su propia infancia.
“Cuando desaparecen ciertas personas clave, te das cuenta de que hay un pasado que se va difuminando con mucha rapidez. Así que empecé a escribir cosas sueltas y a investigar sobre el pasado y cuando terminé Castillos de fuego (Seix Barral, 2023) me di cuenta de que de esos fragmentos buscaban organizarse”, explica. “Teniendo en cuenta que en muchos libros he hablado de conflictos familiares, pensé en hacer una novela sobre la mía. Puedo inventar muchas familias, pero esta no y eso la hace excepcional para mí”. Según señala, uno de los modelos de este libro es Léxico familiar de Natalia Ginzburg, que cuenta la ascensión del fascismo en Italia a través de la historia de una familia, con sus pequeños dramas y alegrías. “Creo que la literatura consiste en eso, en hacer interesantes los temas que por sí mismos no lo son”, afirma.
Creo que la literatura consiste en eso, en hacer interesantes los temas que por sí mismos no lo son
Los recuerdos más lejanos se emplazan en el Logroño de los años 60, que empezaba a modernizarse poco a poco, lo que se plasmaba en la construcción de nuevos edificios, cambios de vehículo y electrodomésticos. Por aquel entonces, aún transitaban por el escenario el abuelo carlista, el tío metido a cura o su propio padre. Más tarde, antes de Barcelona, la acción se desarrolla en Zaragoza, donde una vez el autor vio a su admirado Luis Buñuel, y conoció a su mujer, María José Belló, cuando aún estaba en la universidad. Son memorias amables, sin situaciones extremas ni cucharadas de nostalgia pegajosa. “Formo parte de una generación de privilegiados y dentro de esa me considero aún más privilegiado por haber vivido toda mi vida de lo que más me gusta, que es la literatura. No puede haber en mi libro quejas porque no hay en mi vida motivos de queja”, explica el escritor.
Además de haber firmado novelas, relatos y artículos de prensa, Martínez de Pisón también es el responsable de la adaptación cinematográfica de su libro Carreteras secundarias y guiones de filmes como Las trece rosas (ambos trabajos junto a Emilio Martínez Lázaro) o Chico & Rita con Fernando Trueba. ¿Existe la posibilidad de que Ropa de casa se convierta en una película? “Como es tan personal, no quiero ni imaginarme a un actor haciendo de mí”, declara. De hecho, cuando su editora Elena Ramírez le propuso ser el narrador del formato audio del libro, no dudó en decir que sí. “No me imaginaba una voz que no fuese la mía contando algo que es tan personal. No diré íntimo, porque no es un libro con muchas intimidades, pero sí es muy mío”.
Al escritor aún le quedan algunos años para sentirse orgulloso de su trabajo, pero ya tiene claro que su carrera va a estar ligada a la literatura de alguna manera al final de Ropa de casa. Desde entonces hasta ahora le han pasado cosas suficientes como para rellenar otras 300 páginas a modo de continuación de su autobiografía pero aún no le parece que tenga nada importante que relatar. “A lo mejor dentro de 10 años igual vale la pena contar algo de los 90 o de los 2000 también. De momento, lo único que sé es que si lo escribiera se titularía Ropa de calle”, concluye.