Con su debut consiguió el Goya a la mejor película y a la mejor dirección novel y el impulso para comenzar una carrera que había tardado demasiado en empezar pero que ahora era imposible de detener. Con su segundo filme, La maternal, compitió ya por la Concha de Oro en San Sebastián, y su protagonista, Carla Quílez, logró la Concha de Plata.
Con su tercera obra, Los destellos -que se estrena en cines el 4 de octubre-, vuelve al certamen. Lo hace con su mejor filme hasta el momento. El más maduro y el más conmovedor. Un nuevo paso adelante para la realizadora, que apunta a la Concha de Oro con esta adaptación del relato de Eider Rodríguez Un corazón demasiado grande. Palomero emociona con la historia de una mujer que decide cuidar a su expareja en sus últimos días y acaba construyendo un filme más luminoso que lúgubre. Más sobre la vida que sobre la propia muerte, y donde vuelve a regalar una escena para el recuerdo, la del equipo de paliativos que les explica a todos, el enfermo y sus familiares, cómo enfrentarse a lo que viene.
Una escena donde el equipo de paliativos es real, y donde el trabajo de interpretación alcanza su cima, con una Patricia López Arnaiz brillante, el descubrimiento de Marina Guerola y, sobre todo, un sobresaliente y sorprendente Antonio de la Torre, que más allá del cambio físico logra aquí una de sus mejores actuaciones en un prodigio de contención y naturalidad como el enfermo. Un proyecto que nació casi como un encargo. Fue el productor Fernando Bovaira quien tras el estreno de Las niñas, en diciembre de 2020, le propuso adaptar la novela. El relato le interesó mucho. Nunca había adaptado un libro, y ya tenía el proyecto de La maternal encaminado, pero se colocó en la línea de salida para un tercer filme que planteaba una pregunta a la director: ¿qué hubiera hecho ella?
Luego se dio cuenta de que, además, esta película le daba la oportunidad de hablar de algo que estaba en todos sus cortos aunque no tanto en los largos, como era “el tema del paso del tiempo, la desaparición, la memoria y el olvido”. No era solo eso. También le tocaba de una forma íntima y profunda por su experiencia cuando perdió a su padre. Quizás por ello uno de los cambios en esta adaptación es que Palomero se la ha llevado al pueblo de Horta de Sant Joan, en Tarragona, el pueblo de sus abuelos y donde ella pasó sus veranos.
Palomero se fija de nuevo en aquello que el cine suele obviar. Lo que el cine dirigido por hombres no ha prestado atención. ¿A quién le iba a interesar hace 15 años la educación de unas niñas o las madres adolescentes que no querían serlo? Ahora repite procedimiento al mirar a la muerte sin épica, con naturalidad, sin el peso del catolicismo que también marcaba las historias de sus anteriores filmes. Asegura que esas líneas en común no son deliberadas, pero que quizás responden a su propia “búsqueda”.
A través de una muerte tú también te puedes posicionar de una manera diferente ante tu propia vida
“Siento que en las películas hay mucho de intentar buscar algo. En Los Destellos uno de mis objetivos era intentar también, dentro de lo dolorosísimo que es perder un ser querido, encontrar algo que pueda tener cierta belleza. Es muy difícil decirlo cuando lo acabas de vivir, pero he tenido experiencias parecidas. Cuando falleció mi padre yo estaba en Sarajevo y tuve que venir en un avión. Lo estoy contando ahora en las entrevistas, es una decisión que he tomado, hablar de esto abiertamente. Tuve que cogerme un avión, y en ese viaje hubo muchos desconocidos que me cuidaron”, recuerda.
Ahí se desvela uno de los temas centrales del filme, la necesidad de cuidarnos en un mundo cada vez más individualista. La importancia de la bondad en tiempos de cinismo. Las buenas personas como agentes de un cambio casi revolucionario. “No se trata solo del personaje de Isabel cuidando a su expareja, todos tenemos que cuidar de todos. La muerte es dolorosa, obviamente, pero mientras estemos aquí lo que hay que intentar hacer es cuidarnos. Parece un mensaje buenista o un poco naíf, pero yo quiero defenderlo. Para mí esta película son cuatro personajes que en realidad son buenos y quería hablar de de eso. Tenemos que intentar ser buenas personas. Ya está bien de que el ser bueno parezca ser tonto. No es así, y tampoco eres mojigato por reivindicar la bondad y reivindicar los cuidados”, reivindica.
Presentación de "Los destellos" en el 72 Festival de Cine de San SebastiánAlgo está ocurriendo porque son varias películas las que quieren cambiar el relato de la muerte. Solo en esta Sección Oficial de San Sebastián se encuentra, además de Los destellos, la última película de Costa-Gavras, Le dernier soufle, sobre los cuidados paliativos. Hace unas semanas era Pedro Almodóvar quien ganaba el León de Oro por su emocionante mirada a la muerte y la eutanasia en La habitación de al lado, y Seminci será inaugurada por Polvo serán, que también abordará el mismo tema desde el musical.
Para Palomero esto ha sido una sorpresa, pero cree que responde a que hay una voluntad de “querer que algo cambie” dentro de los relatos establecidos y oficiales: “Entiendo que serán propuestas muy distintas, pero lo que yo he querido es hablar de cómo a través de una muerte tú también te puedes posicionar de una manera diferente ante tu propia vida. Es algo que yo viví, que yo experimenté que también los médicos de paliativos, a la hora de documentarme para el proyecto, me repetían constantemente. Ellos me decían que la gente no entiende bien en qué consisten los cuidados paliativos. Siempre pensamos que es un equipo que acompaña a una persona a morir bien, y en realidad lo que ellos es acompañar a vivir bien el tiempo que están aquí. Eso es lo que me parecía interesante y lo que quería que estuviera en la película. Que hay una muerte, pero que sobre todo hay unas vidas”.