Solo unos días atrás, Pilar Palomero emocionaba en el Festival de San Sebastián al hablar de la muerte en Los destellos, especialmente por una escena donde una unidad de cuidados paliativos explica a un enfermo terminal y a su familia cómo van a ser los últimos días, intentando que estos sean lo menos amargos posibles. Y como a veces los refranes se cumplen, no hay dos sin tres, y ahora ha sido el veterano cineasta griego Costa-Gavras el que ha vuelto a hablar del tema en El último suspiro, su nueva película que ha estrenado en este Zinemaldia con 91 años.
El autor de obras maestras del cine como Z o Missing ha visitado el certamen y ha mostrado una vitalidad enorme, además del compromiso de siempre. Costa-Gavras ha atendido a la prensa para dejar claro que esta película tiene un mensaje claro, y es pedir a los políticos que se mojen en el tema y que aprueben leyes en favor de la muerte digna. Para ello, Gavras ha adaptado el ensayo del mismo título en el que el doctor Augustin Masset y el escritor Fabrice Toussaint dialogaban en torno a estos temas gracias a una de las unidades de paliativos de un centro francés.
El filme apunta a temas que están en el debate social, cómo qué hacer con nuestros mayores y cómo la sociedad les expulsa y les hacina cuando dejan de ser productivos para este sistema capitalista. Lo hace a través de casos reales del libro que el director ficciona de la mano de grandes actrices como Charlotte Rampling, Françoise Lebrun o la española Ángela Molina, que ponen cuerpo a personas que ejemplifican esa dignidad que se convirtió en la palabra más repetida por el autor en sus entrevistas. “Lo que yo intento decir con la película es que cada uno de nosotros nos tenemos que preparar para ese momento de partida. Yo no lo llamo la muerte. Lo llamo la partida”, explicó.
El director, guionista y productor Costa Gavras posa este miércoles junto a las actrices Ángela Molina (d), Charlotte Rampling (2d) y Marilyne Canto (i)Se ha dado cuenta de que “uno llega a una edad donde el horizonte de la muerte se acerca, y hay que estar preparado y llegar con dignidad. Que los demás tengan nostalgia por uno en lugar de miedo o tristeza”. “Hay momentos en donde el cuerpo y la memoria empiezan a abandonarte y hay que tomar una elección, y por eso creo que en todos los países democráticos debería haber un sitio al que puedas acudir para decir: ‘Quiero terminar, ayudadme'. Godard se sintió así”, añadió citando al director de la Nouvelle Vague, que tuvo que ir a Suiza para poder decidir cuando poner fin a su vida.
Pese a que su película no desprende un halo pesimista, él tiene claro que los que deberían actuar, no lo van a hacer. “Los políticos no se atreven a abordarlo porque es un problema complicado. Al final se arriesgan a ir contra determinadas religiones y creencias y por eso estamos en una situación complicada y mala, muy mala. Hace dos años, en Francia, intentamos hacer leyes al respecto, e incluso se creó una gran comisión que dio ciertas directrices, pero los políticos no se atreven a entrar ahí. No tienen la valentía para hacer lo que hay que hacer en democracia”, expuso con rotundidad y añadió que “el problema no es de dinero, sino de coraje y de valentía para hacer lo que se tiene que hacer”.
Cuando una película es una pasión, simplemente no pienso ni en el futuro, ni en los demás, ni en lo que va a suceder. Solo intento hacerlo tal cual lo siento
No tuvo miedo a reconocer que tiene miedo a la muerte, y que a su edad ve “el horizonte de la muerte cada vez más cerca”. Pero no ha hecho la película por eso. O al menos no solo por eso, sino para acabar con un tabú que se cierne en torno al tema. “Lo sigue habiendo”, afirma cuando se le pregunta por si la coincidencia de películas sobre este asunto empieza a cambiar las cosas. “Se nos ha hecho hablar de la muerte de otra manera, pero creo que estamos en un momento en el que hay que hablar a la sociedad del asunto, porque durante mucho tiempo lo hemos dejado de lado. No queríamos hacerlo. Era una cosa aterradora, sucia, que daba miedo y daba angustia. Pero no es así, hay que hablar de ello y prepararse, porque es parte de la sociedad”, subraya.
También la COVID ha influido en cómo nos relacionamos con la muerte, y lo piensa así Costa-Gavras que valoró cómo “nos ha afectado directamente lo que hemos vivido en los últimos años”. “Estábamos encerrados en casa viendo la tele y empezamos a ver muertos en cantidades de miles. Era impresionante… hasta que en un momento dado dejó de serlo. Nos acostumbramos. Así que sí que creo que hay una especie de enfoque diferente de la muerte, como una especie de aceptación”, valoró.
No se atreve a anunciar un retiro de su labor como cineasta, porque como ha ocurrido con esta película, cuando siente la pulsión de contar algo, no hay quien le pare. “Cuando una película es una pasión, simplemente no pienso ni en el futuro, ni en los demás, ni en lo que va a suceder. Solo intento hacerlo tal cual lo siento”, confesó. Eso sí, siempre películas pegadas indisolublemente a un adjetivo, ‘político’, porque es imposible que sea de otro modo: “A partir del momento en el que haces algo que llega a millones de personas, eso ya es un acto político. Te diriges a la polis, a la ciudad, a los ciudadanos, y les hablas, les transmites sentimientos concretos, positivos o negativos. Y ellos te escuchan. Eso es política. Nuestros actos siempre son políticos”.