Los gatos que alimenta el último habitante de La Barbolla, el agricultor Lorenzo Chico, se han convertido en los únicos custodios del edificio, abierto en canal. Luis Carlos Pastor, portavoz del colectivo 'Románico sin techo', inspecciona con pesar la iglesia entre los escombros del muro sur (parcialmente derrumbado), como si visitara la tumba de un familiar fallecido recientemente. “Estamos un poco defraudados”, admite este profesor de Historia jubilado. No en vano, la asociación que lidera se fundó en 2021 para luchar contra viento y marea para que San Bartolomé no se convirtiera en otro más de esos cuarenta edificios medievales de la maltrecha provincia soriana cuya cubierta terminó por caerse, fruto de la despoblación, el desinterés y la desidia. Ni las instituciones públicas ni el titular del bien, el obispado de Osma-Soria, han hecho nada hasta la fecha por evitar otro cadáver de piedra más.
La cronología de La Barbolla confirma el triste relato del patrimonio olvidado: a nadie le interesa. La noche del ocho al nueve de noviembre, se abrió una grieta en el tejado que, desde aquella fecha, ha abierto las puertas de par en par al agua, la destrucción y el expolio. “El primer expolio fue el que realizó el propio obispado, que se llevó la pila bautismal, la de agua bendita, las campanas y un arcón donde las cofradías de la Vera Cruz y del Niño Jesús guardaban las velas”, lamenta Pastor.
Vista exterior del ábside y del muro derrumbado en la iglesia de San BartoloméCon una interesante diversidad de pilas bautismales en la provincia de Soria, antiguos vecinos y descendientes de La Barbolla están especialmente molestos con el traslado de la suya al pueblo del que dependen administrativamente. A unos pocos kilómetros, la pieza ritual está “tirada” en la iglesia de Quintana Redonda. Quienes se han aprovechado de la vulnerabilidad actual del edificio —permanentemente abierto por los derrumbes— se han llevado piezas de antiguos retablos y tablas. Ni siquiera se han apiadado de un perchero donde era tradición colgar exvotos (ofrendas), cabellos principalmente.
Sin avances tras siete mesesHace siete meses, responsables de la Junta de Castilla y León y de la diócesis de Osma-Soria se reunieron con miembros de las asociaciones 'Hispania Nostra' y 'Románico sin techo' para tratar de dar una solución efectiva a la situación de San Bartolomé. El consejero de Cultura de Castilla y León, Gonzalo Santonja, dejó un acertijo al respecto: “Espero que se encuentre una solución, que tiene que venir de los propietarios y de la sociedad”. Se refería a la conveniencia de que los vecinos de La Barbolla —donde no hay nadie— recaudasen, al menos, una parte del presupuesto para construir una nueva cubierta.
Por su parte, el obispado soriano ha hecho poco más que confirmar aquel encuentro, con una ambigua afirmación. “En esta reunión desde el obispado se autorizó a la asociación Románico sin techo a realizar un micromecenazgo para recaudar fondos con la finalidad de consolidar la ruina de la Barbolla”, es todo lo que ha dicho el delegado diocesano de Patrimonio, José Sala, a reiteradas preguntas de este medio.
Sin embargo, Luis Carlos Pastor niega la mayor y asegura que la Iglesia ha dejado el asunto en tierra de nadie. “Han pasado siete meses de aquello y no hemos recibido ninguna comunicación”, asevera. “Nadie quiere hacer nada por este patrimonio, e incluso hay gente en el pueblo que comienza a pensar que lo mejor sería llevar una retroexcavadora y acabar con lo que queda”, añade. Quizá para no padecer por el futuro de sus recuerdos.
Los elementos del antiguo mobiliario de la iglesia, entre los escombrosPastor es consciente de la premonición que personajes como Peridis realizaron hace décadas sobre un patrimonio expuesto al drama de la despoblación, pero rechaza que los malos augurios tengan necesariamente que cumplirse, por complicada que sea la situación. “En el programa Las claves del románico, Peridis afirmó que era un milagro que un arco de Berlanga de Duero (también Soria) no se le cayera en la cabeza, pero la asociación de allí consiguió recuperar este y otros bienes”, sostiene.
Históricamente, el legado medieval de Soria ha cargado con el sambenito del “románico pobre”. Para los expertos, este es, precisamente, el elemento diferencial que hace necesaria la recuperación y conservación de iglesias como la de San Bartolomé, en La Barbolla. “Cuando se habla de románico rural, quizá el caso más evidente sea el de Soria, porque sus iglesias definen perfectamente esos momentos de repoblación o de reconquista y cómo en esta época, siglo XII, se levantan pequeñas aldeas con sus iglesias”, ilustra Pedro Luis Huerta.
El historiador, miembro del equipo de la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo, realizó la función de documentalista para el programa divulgativo de Televisión Española, hace más de dos décadas. “El trabajo para la enciclopedia de Soria y Las claves del románico nos permitió conocer toda la dimensión del románico soriano, una de las provincias con mayor número de testimonios, pero también fuimos conscientes del peligro al que se enfrentaba por la despoblación”, rememora.
El románico más puro“La ventaja que encontramos —continúa Huerta— es que se trataba del románico más puro; nosotros siempre decimos que el románico es hijo de la pobreza, porque se ha conservado allí donde ha habido menos recursos para reformarlo”. Un testimonio apenas alterado en muchos casos, donde estilos posteriores como el gótico o el barroco no llamaron a la puerta de humildes templos que emocionan, precisamente, por su extrema simpleza.
Uno de los retablos que aun se encuentran en el interior del templo soriano, a la intemperie“Únicamente es de sillería la parte del ábside, el techo es de madera y los muros se construyen en sillarejo (un sistema de colocación de sillares más pequeños y menos cuidada), mampostería o encofrado de cal y canto”, define el experto. “Son edificios frágiles en altura, pero los muros son fuertes y permanecen íntegros”, describe. Aunque habla del románico rural soriano en general, Pedro Luis Huerta parece estar describiendo el caso de La Barbolla, donde el ábside aparece inquebrantable, pero uno de los muros se ha abierto y encuentra gravemente desplomado, tras el colapso de la cubierta de madera.
Este tipo de construcciones, un tanto apresuradas, respondían a la necesidad de levantar poblados y aldeas en poco tiempo. El reverso de aquella práctica puede ser la desaparición de un legado singular que, en ocasiones, se resiste a terminar de mimetizarse con el paisaje. Parece que una parte de estos templos han optado por fundirse en el horizonte, allí, indelebles, sin ayuda alguna. “La desaparición de estos edificios es completamente injusta: hay que conservar La Barbolla como ejemplo de la esencia del estilo románico más puro, que define a una sociedad y un momento histórico muy particular, y está situado en un entorno donde se integra perfectamente con la arquitectura civil y militar”, defiende Huerta.
Y para evitar que se produzca un efecto contagio o dominó (que acabaría destruyendo decenas de estos edificios), desde la Fundación Santa María la Real, Pedro Luis Huerta llama a replicar proyectos de éxito realizados en provincias castellanoleonesas como Palencia, Burgos, Zamora o la misma Soria. “Se requieren proyectos que abarquen un grupo de templos, en lugar de actuaciones aisladas, un plan integral y de mayor envergadura que intervenciones puntuales”, explica. Por su parte, el colectivo 'Románico sin techo' aun quiere creer en que la situación de La Barbolla acabará revirtiéndose. “Hasta que no se caigan los muros y no se meta una máquina, siempre hay esperanza; la obra es costosa, pero se puede hacer por plazos”, reflexiona Luis Carlos Pastor. Aunque esa misma esperanza viene acompañada de amargura: “A veces pienso que las autoridades quieren que desaparezca y, así, un problema menos para ellos”.